80 fructíferos años de Mario Balmaseda


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 Mario Balmaseda en De cierta manera

Actor talentoso y versátil de cine, teatro y televisión, Mario Balmaseda interpretó papeles antológicos en los tres medios. Sus primeros contactos con el mundo de la interpretación los tuvo a través de la prima de su madre, Digna Zapata, quien fuera vedette del Teatro Martí. Siendo muy niño, permaneció en el Circo Santos y Artigas con su madre, que era declamadora. Conoció el mundo nocturno del cabaret y los casinos, pues su padrastro era un abogado a cargo de varios negocios, e incluso llegó a trabajar en el Montmartre. Decidió hacerse actor cuando era muy joven, luego de ver a James Dean en Al este del paraíso (1955).

Después del triunfo de la Revolución, su familia abandonó el país y se quedó solo. Según ha declarado: “En ese tiempo, iba a leer mucho a la Biblioteca Nacional y conocí a Eugenio Hernández Espinosa un día que estaba yo escribiendo un poema sobre la ciudad e hicimos empatía de inmediato. Cuando me llegó la autorización de salida del país, Eugenio me convenció de no irme, me presentó a Mirta Aguirre y así entré en este mundo”.

Eugenio Hernández Espinosa es el autor de María Antonia, una de las obras que el actor interpretó dentro del elenco del Grupo de Teatro Ocuje, del cual formaban parte también Tito Junco, Omar Valdés, Miguel Benavides y Daisy Granados. Luego estudió Dramaturgia en la República Democrática Alemana, donde accedió al método brechtiano, aunque nunca se encasilló en una metodología única.

A su regreso a Cuba, Balmaseda se convirtió en director del grupo de teatro Bertolt Brecht y se consolidó como actor. Escribió unas 13 piezas. Dirigió más de una decena de obras como Andoba, cuyo protagónico interpretó como nadie y le mereció el premio a la mejor puesta en escena en el Festival de Teatro de La Habana, de 1980, y veinte años después, el Premio Caracol especial a la mejor dirección de teatro para la televisión, en 2001.

Son innumerables las obras de teatro en las que ha trabajado este histrión. Destacaron sobre todo sus caracterizaciones de Lenin en El carrillón del Kremlin, premio a la mejor actuación masculina en el Festival de Teatro de La Habana, de 1980, y el marginal víctima de sus prejuicios en Mi socio Manolo, una interpretación por la cual mereció premio a la mejor actuación masculina en el Festival de Teatro de Camagüey, 1988.

En la televisión interpretó los más diversos géneros: épico en La gran rebelión; policiaco o de espionaje (En silencio ha tenido que ser), junto a Sergio Corrieri; melodrama en Un bolero para EduardoSi me pudieras querer Añorado encuentro; aventuras cómicas en Aventuras de Juan Quin Quin, entre otros.

Su primer papel estelar en el cine fue para Manuel Octavio Gómez en Los días del agua (1971). Repitió con ese director en Ustedes tienen la palabra (1973), estrenada el mismo año que El hombre de Maisinicú y El extraño caso de Rachel K, en las cuales también contaba con un papel destacado. Inmediatamente se consagró en una de las pocas películas cubanas de tema contemporáneo en los años 70. Se trataba del personaje de un obrero víctima de rezagos machistas y hábitos marginales en De cierta manera (1974), el único largometraje de ficción dirigido por Sara Gómez.

Hizo un papel secundario, un malvado medio sicópata que amenazaba con robarse la película en El brigadista (1978) y después continuó una filmografía que siempre tuvo muchas más altas que bajas: No hay sábado sin sol (Manuel Herrera, 1979), junto a Eslinda Núñez; Se permuta (Juan Carlos Tabío, 1983), escoltando el debut de Isabel Santos; La segunda hora de Esteban Zayas (Manuel Pérez, 1984), que le mereció el Premio Caracol de mejor actuación masculina en 1985; y En tres y dos (1985), de  Rolando Díaz.

Luego acometió uno de los grandes retos para cualquier actor cubano: interpretar a Antonio Maceo, y conquistó los elogios de los especialistas en Baraguá (José Massip, 1986). Unos años después reiteró, en cine, el recital histriónico que significó La inútil muerte de mi socio Manolo (Julio García Espinosa, 1990), premiado en festivales en Cuba y Colombia.

Entre 1992 y 1995 residió en Venezuela, donde actuó en las telenovelas Cruz de nadiePiel y Pedacito de cielo, producidas por Marte TB, y estuvo en coproducciones internacionales como la serie de Televisión española Nazca (Benito Rabal, 1990) y La cola del lagarto (Bruno Gantillon, 1996)

A su regreso a Cuba se incorporó nuevamente al cine cuando fue llamado por Enrique Colina para interpretar un personaje que parece todo un símbolo de personas mayores, llenos de prejuicios sobre la juventud, en la comedia cáustica Entre ciclones (2003); y para la producción histórica Roble de olor (Rigoberto López, 2003). También alcanzó carácter alegórico una de sus interpretaciones más poderosas: la de un abuelo machista y conservador en La obra del siglo (2015), de Carlos M. Quintela.

Balmaseda ha publicado poesía, cuentos y artículos en revistas nacionales e internacionales. También impartió arte dramático en varios centros docentes, entre los que se encuentra la Escuela Nacional de Arte y ha sido jurado del Premio Casa de las Américas.

Entre los múltiples galardones de su fecunda carrera, además de los ya mencionados, se encuentran la Distinción Por la Cultura Nacional, las órdenes Juan Marinello y Alejo Carpentier, y fue galardonado con el Premio Nacional de Teatro en 2006, con el Premio ACTUAR por la Obra de la Vida en 2016, y con el Premio Nacional de Televisión en 2019.

 


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