Alberto Lescay y la pasada Bienal en la Revista ArteCubano


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Fotos tomadas del perfil en facebook de Alain Cabrera.

La última entrega de la única revista de artes visuales con que cuenta el país, perteneciente al Consejo Nacional de las Artes Plásticas, ha visto la luz recientemente fusionando dos números para convertirse en anuario. Su edición impresa fue presentada en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, con atinados comentarios del doctor en Ciencias, poeta y ensayista Rafael Acosta de Arriba. Creo justo empezar reconociendo el ingente esfuerzo de un grupo de personas que lo han hecho posible, en medio de la extrema situación económica que vive el país: el editor jefe y coordinador editorial Alain Cabrera, autor, junto con Maité Fernández Barroso, también del equipo de ArteCubano, de buena parte de las fotografías; las editoras Dunia Roca y Marlén Tamayo, las redactoras Zoila Portuondo e Iris Cano, la diseñadora Jennifer Portal ─cuya labor incluyó la edición de imágenes y la composición digital─, la traductora Olimpia Sigarroa, y Leyda Sánchez e Iris Gorostola en gestiones económicas y comerciales. Asimismo, es de agradecer la decidida participación de los colaboradores, así como el interés de funcionarios del Mincult, en especial Norma Rodríguez Derivet, entonces presidenta del Consejo, y el patrocinio de Génesis Galerías de Arte, la Fundación Caguayo y el Banco Sabadell de España.

Todavía con un atraso considerable ─este último número se fechó en 2022─, guían la publicación dos temas esenciales: el Premio Nacional de Artes Plásticas Alberto Lescay y un repaso evaluativo de la 14 Bienal de La Habana. La revista impresa intenta registrar, mediante ensayos e imágenes, el principal quehacer artístico visual en todo el país, empeño que solo puede lograrse con la continuidad de sus ediciones. Se ha pretendido compensar su azarosa aparición con el sitio digital Noticias de ArteCubano, que rastrea de manera más cotidiana e inmediata, sobre todo con noticias, lo que sucede en estas disciplinas en Cuba, pero se ha inhabilitado desde hace meses por problemas técnicos. 

El colosal crecimiento de las manifestaciones de la plástica en el país en los últimos años, al que han contribuido de manera esencial las sucesivas graduaciones de las escuelas de arte a lo largo de la Isla, ameritan un esfuerzo adicional para no dejar morir la divulgación del arte cubano y la promoción de sus creadores mediante publicaciones que viajan más allá de la duración de las exposiciones, y cuyo propósito, a más de lograr relaciones eficaces con nuestros artistas, es fomentar el pensamiento crítico en un público necesitado de adquirirlo o consolidarlo.

Nadie pondría en duda que Lescay es uno de los escultores más importantes del país. Rafael Acosta de Arriba repasó su obra y vida artística en el elogio al Premio Nacional de Artes Plásticas 2021, y sus palabras inician la sección «Homenaje» en la revista; en ellas se revisa el vínculo de Lescay con familiares y amigos, y la formación en su natal Santiago de Cuba, en La Habana y en Leningrado. Rafael destaca la ejecutoria del escultor, su paradigmática estatua ecuestre en el conjunto de la Plaza Antonio Maceo en Santiago, y la pieza enclavada en la loma del Cimarrón en las proximidades de El Cobre, pero enfatiza también su obra pictórica y como dibujante, que tal vez el artista relegó. Resalta su grito al insolente silencio ante la esclavitud africana en el Caribe; la impresionante apropiación simbólica, el magistral uso del color negro de la piel y el rojo de la sangre, y la convincente tridimensionalidad de sus piezas en sintonía con sus dolorosos mensajes.

Marina Lourdes Jacobo, máster en Desarrollo Cultural Comunitario y doctora en Ciencias de la Comunicación, subraya la labor de Lescay como artista de la plástica, desde que llegó de la Academia Repin en la ex URSS hasta los últimos años. La ensayista profundiza en los mundos invisibles sumergidos en su obra y las interpretaciones de pensadores y poetas cercanos al entorno semántico de su universo conceptual, como Joel James, Jesús Cos Causse y Nancy Morejón, un cosmos metafórico en que rebeldía y religiosidad, junto a la sensualidad y el erotismo, se disputan los ingredientes básicos de un caldero expresionista y abstracto que el artista maneja con singular destreza, como reconocimiento extrasemántico y gestual apegado a los símbolos de la nganga del palo monte, la ritualidad del vudú y nuestra difusa catolicidad. Estas alegorías se evidencian en el mestizaje, cuando emerge el cimarrón de la nganga y se reivindican las luchas en el Caribe bajo la atenta vigilancia de nuestra virgen mambisa de la Caridad del Cobre. Aunque pueda entenderse la intención de estas fusiones, la comprensión completa pasa por darnos cuenta de que estamos ante el templo de la emancipación.

La entrevista de la periodista, editora y curadora Isabel Pérez Pérez, necesaria para adentrarnos en el sistema creativo de Lescay, indaga en el viaje de imaginería artística, convivencia de religiosidad y comunicación con los espíritus del monte en su arte, e incita al artista a respuestas imprescindibles para descubrir las fuentes nutricias de su poética. Mediante provocaciones, la entrevistadora logra confesiones personales y una ampliación detallada de la cartografía de su vida artística. Despeja una aparente contradicción de los sistemas no figurativos de la abstracción, que habitualmente emplea, con el lenguaje de la naturaleza abordado de manera tradicional, en novedosa armonía. Para cerrar la sección, se incluyen palabras de Ada Lescay González, profesora e investigadora de la Universidad de Oriente, quien se acerca a la génesis visual que marcó un resumen del trabajo de Lescay, con la exposición Makuto, donde mostró, entre otras piezas, las “escultopinturas”, con técnicas mixtas a base de maderas, metales y textiles, síntesis y recuento erigidos en homenaje a los misterios que rondan los ancestros del artista.

La sección «Dossier» reúne cinco trabajos acerca de la Bienal de La Habana de 2022, convocada bajo el lema de “Futuro y contemporaneidad”. Abre con una presentación de Lisset Alonso, historiadora del arte, investigadora y curadora del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam ─organizador de las bienales habaneras─ sobre la extensa variedad que propuso la edición 14. Subdirectora artística del evento, desde los inicios de su evaluación reconoce que resulta difícil que no queden insatisfacciones e ideas inconclusas. Explica el esfuerzo realizado y las dificultades, partiendo del exiguo presupuesto por la precariedad económica, muy distante al de bienales pasadas, en medio de presiones políticas para hacer fracasar el intento. Considera que el prestigio alcanzado por ediciones anteriores no debía perderse, a pesar de reconocer que las ideas fundacionales de la 1ra. Bienal de La Habana, avalada internacionalmente por los más importantes estudiosos del arte, referida a lo que se llamó Tercer Mundo ─hoy denominado Sur Global─, están ahora en desventaja, al existir actualmente encuentros similares que cumplen mejor estos propósitos.

Lisset subraya la presencia de intelectuales relacionados con las artes visuales en la 14 Bienal y la asistencia de algunos artistas exitosos. Su trabajo defiende la posibilidad de mantener las bienales, aun en circunstancias tan adversas como la covid, el proceso poscovid, las superposiciones de crisis y la presión de diversas restricciones. Razona que teniendo en cuenta esta realidad, la Bienal 14 no podía hacerse igual que otras, por lo cual se decidió una estructura flexible y extendida en el tiempo. El ensayo describe la estructura concebida y algunos temas tratados, como el tan discutido de las relaciones entre tradición y contemporaneidad dentro de la conceptualización occidental, así como la presente producción de las artes visuales en contextos muy diferentes, bajo la colonialidad o el arrastre colonial de algunas concepciones en nuestros propios pueblos. Enfatiza en la cosmovisión de los aborígenes americanos, la visión caribeña del arte de los afroamericanos, coreografías del arte urbano, instalaciones con proyección de denuncia política, crítica a dispositivos tecnológicos de control, visiones distópicas, realidades virtuales interactivas y muchas otras obras y proyectos expuestos, con gran variedad de materiales y técnicas, mensajes y propuestas para pensar.

El próximo trabajo sobre la 14 Bienal de La Habana lo firma el estadounidense Alex Werner, candidato a doctor en Antropología Cultural y graduado en la Universidad de Nueva York ─CUNY─; se trata de un texto de legítima mirada crítica desde una perspectiva honesta. Si bien comienza reconociendo la ingente tarea de evaluar un heterogéneo macroevento, señala que la bienal agravó sus dificultades cuando sus organizadores decidieron aceptar demasiadas obras y artistas en una docena de lugares y prolongarla a casi un semestre. Asegura que registró una recepción negativa en conversaciones informales con artistas nacionales y extranjeros, así como con públicos profesionales o no, del sector estatal y privado. La poca participación de grandes creadores cubanos, bien por la inercia de la ansiedad pospandémica, la preocupación por la crisis económica u otras razones, el abultado programa y las deficiencias organizativas y promocionales, dejaron un malestar, en su opinión, generalizado. El autor, que conoce una buena cantidad de bienales en el mundo, ahora establecidas con similares objetivos a los de La Habana, considera que a pesar de los esfuerzos de los solventes especialistas del Wifredo Lam, resulta imposible garantizar un evento satisfactorio, teniendo en cuenta que con la misma conceptualización antihegemónica existen otros con mejores resultados. Admite que no se unió al boicot por detectar un sesgo político, pero está convencido de que las bienales deben proporcionar una investigación social de las realidades locales para propiciar el diálogo cultural.

Los otros artículos que completan la nómina del «Dossier» ofrecen criterios muy interesantes y diversos que contribuyen a complejizar críticamente la bienal, y comentan muestras singulares, más allá de lo expuesto en La Habana. Meira Marrero ─historiadora del arte, crítica y curadora─, con maestría de síntesis, se refiere con excelentes ejemplos a cada una de las “Experiencias” que conformaron la estructura de la bienal y considera a la segunda como la mejor, con múltiples exhibiciones en museos, instituciones, centros de enseñanza y galerías de varios sitios de La Habana y del país, y a la tercera, la peor ─salvada por lo realizado en Matanzas─, por tardía y con el agotamiento o cansancio por la extensión del evento. Meira introduce una observación de gran agudeza: en aquellos momentos esa bienal sirvió para realizar una transmutación con las etapas planteadas; sin embargo, critica su prolongación en el tiempo, por poco funcional, pues de tanto extenderse, corrió el riesgo de diluirse.

“Ni muy rosa ni tan negro: perspectiva de la XIV Bienal de La Habana vista en medios tonos” es la mirada de Alain Cabrera, graduado de Historia del Arte y editor principal de la revista ArteCubano, además de curador, crítico y fotógrafo. Alain destaca el equipo renovado de los especialistas del Lam, que trabajó con colegas y autoridades de mayor experiencia, y apunta dos dificultades: la muy reciente pandemia y la campaña difamatoria por las redes, que condujo a algunos artistas a declinar su asistencia. La define como una bienal “en proceso” y subraya intervenciones puntuales del evento teórico inicial sobre distintos campos del pensamiento; es crítico con la duración, la organización y la programación, y considera que no podían tomarse como estrictos ejemplos otras bienales extendidas porque no funcionaba igual en La Habana, donde no se eligió un núcleo establecido o lugar tradicional. Elogia la inclusión de proyectos colectivos en provincias y critica lo ocurrido con el catálogo, que nunca se imprimió y cuya presentación digital todavía acumulaba errores y erratas.

Nelson Herrera Ysla, arquitecto de formación, ensayista, crítico, poeta y curador, uno de los fundadores del Centro Wifredo Lam, cierra los comentarios del «Dossier» de la Bienal. Nelson nos recuerda que todas las bienales del mundo han trasvasado sus límites geográficos a otras ciudades; e incluso, su expansión ha sido a sitios no habituales del arte: calles, plazas, vías, azoteas, túneles, parques, paseos… Rememora que la Bienal de La Habana en fecha tan temprana como 1986, desarrolló un proyecto participativo en un parque de El Vedado, en que intervino Julio Le Parc. Así sucedió también en la de 1997, llevada a Soroa, y especialmente en la de 2000, que alcanzó un desborde en intervenciones urbanas, performáticas, ambientales… y puso en duda los espacios tradicionales. Este largo recuento termina en la 13 Bienal, de 2019, que desplegó proyectos de importancia, en ciudades como Pinar del Río, Matanzas, Cienfuegos y Camagüey. Al referirse a la pasada 14 Bienal, apunta que no constituyó una sorpresa, y mucho menos una novedad, que su extensión organizativa incluyera a San Antonio de los Baños, Sancti Spíritus, Trinidad, Holguín y Santiago de Cuba. Evalúa la bienal en estos lugares y celebra la participación de cineastas, teatristas, músicos, bailarines, escritores… y que se organizaran talleres de creación, seminarios o coloquios, pero sugiere más rigor para que las bienales funcionen como “laboratorio vivo en cualquier espacio”.

Otros artículos de ArteCubano 2022, como parte de la sección «Ruta crítica», tributan a recordar la creación de la Escuela Nacional de Arte ─ENA─, nivel medio al que más adelante se adicionó Instituto Superior de Arte ─ISA─, hoy Universidad de las Artes; el viejo reclamo de la creación del Museo de Arte Contemporáneo ─MAC─, sueño que en su presentación Rafael rememoró con anécdotas de la participación de Fidel, y el Taller del Callejón del Chorro, incluidos testimonios de los grabadores que allí trabajaron. Un acierto fue acercarnos al Prado de las Esculturas, en recuento de Yurdania Mandre Charon, promotora de este lugar tan significativo de la producción monumental ambiental, que por el valor de las obras que atesora estamos en la obligación de conservar. En «Otros espacios» se comentan por especialistas significativos exposiciones de reconocidos creadores. 

Esta revista de arte cubano encuentra merecida impresión de quien entre nosotros es ya símbolo de excelencia: Selvi Artes Gráficas, pero comentar las imágenes haría este texto demasiado extenso. Sé que en próximas entregas se han preparado homenajes a Flora Fong y Zaida del Río, y dossiers dedicados a la racialidad y a los diferentes modos de abordar la sexualidad en el arte cubano contemporáneo. No es ocioso insistir en no escatimar esfuerzos para continuar publicando en soporte de papel la revista ArteCubano y mantener su sitio digital. Imposible establecer el imprescindible pensamiento crítico sobre el arte y su vínculo con la sociedad, si no se atiende este reclamo.

 

                        

        


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