Alfredo Martirena: un periplo de muchas causas y pocos azares


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En dos ocasiones -2011 y 2017-  el caricaturista e ilustrador villaclareño Alfredo Martirena Hernández se ha llevado el Eduardo Abela, el gran premio que otorga la Bienal Internacional de Humorismo Gráfico, evento convocado por el Círculo de Humoristas e Historietistas de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) y el artemiseño Museo del Humor de San Antonio de los Baños.

Niños de la guerra, obra con la que obtuviera el Premio Eduardo Abela, en la XVII Bienal, de 2011.

La de Martirena es una firma fácil de distinguir en la producción de humor gráfico nacional, no solo por el ADN particular de su trazo sino también por cómo logra sintetizar en una caricatura problemas medulares de la sociedad cubana actual.

Lejano queda aquel año 1984, en que gracias al empuje de su madre y del periodista Pedro Hernández Soto – por aquella época director del periódico Vanguardia– se acercó a “Panchito”, un consagrado caricaturista, que incursionaba en la realización de dibujos animados con el Cineclub Cubanacán, porque necesitaba un rellenador.

Panchito, explica Martirena, se convirtió en una suerte de mánager que le sugirió probarse en las lides del humorismo gráfico y le presentó, con posterioridad, a su colega Pedro Méndez.

En Pedro Méndez el joven encontró un maestro que le tuvo mucha confianza y, sobre todo, paciencia. Varias cuotas de estoicismo se abonaron hasta el inicio de la maduración profesional, y la superación definitiva de aquellas primigenias piezas que el entonces aprendiz cataloga de horribles.

A casi cuatro décadas de impronta, interrogar a Martirena acerca de los por qué de elegir este camino, o referente a las subvaloraciones de los criterios  artísticos, comunicativos e intelectuales en torno a las obras de humor gráfico, no requiere de mucha introspección para este autor. Categóricamente, subraya que lo atrapó, a la primera, y en una vorágine creativa tan dinámica como productiva. La suya ha sido una carrera de ardua labor, de horas y horas midiendo fuerzas contra la página en blanco. Un periplo de muchas causas y pocos azares.

“No creo que la caricatura sea un género menor. Discutir sobre eso ni me lo planteo ahora, y en mis inicios tampoco era una prioridad para mí hacerlo. Dibujar, disfrutar con ello, y que además me paguen y pueda vivir como quiero, rodeado de mi familia… ¿qué más se puede pedir? No hay espacio para complejos ni cuestionamientos.

Por segunda ocasión, Martirena recibe el Premio Eduardo Abela de la Bienal, en la edición XX, de 2017.

“No tengo mucha experiencia en temas de subvaloraciones ni de discriminación hacia mi trabajo, más bien he sido bendecido con mis lectores, a los cuales les estoy muy agradecido por acompañarme por más de 35 años. Ni en los comienzos la crítica especializada me llevó mal en los comienzos, aún guardo con mucho cariño la primera crítica en el periódico Vanguardia. Era acerca de mi primera exposición y la escribió, nada menos, que Pedro de la Hoz. Fue muy generoso conmigo, te lo puedo asegurar ahora viendo mi trabajo de aquel tiempo.

“Puede que en algún momento hubiera un poco de recelo en los mayores y más experimentados; pero como es natural, el tiempo y, sobre todo, el trabajo constante se encargan de poner todo en su lugar”.

-¿Qué demanda la realización de una pieza de humorismo gráfico?

“Como toda obra de arte, necesita de INSPIRACIÓN, y está también el oficio que se adquiere con los años. Para mí lo más complicado es encontrar temas. Cuando me “conecto” con el primero, llega la lluvia de ideas y es un momento mágico que aprovecho al máximo.

“Acostumbro anotar las ideas, y a veces hago los bocetos que después termino o cambio. Al culminar esa parte del proceso creativo, me dispongo a dibujar. Desde hace mucho tiempo no utilizo el lápiz para evitarme borrar. Dibujo con plumilla, estilográfica o lapicero, luego digitalizo y después con Photoshop limpio el dibujo y termino dándole color”.

-¿Por qué considera Martirena que una publicación especializada como Melaíto, que usted dirige, ha logrado perdurar cuando otras similares no lo han hecho?¿Cómo es hacer humor desde provincia?¿Existen en ese contexto más o menos mediaciones en torno a la obra a publicar?

Melaíto ha logrado sobrevivir, en primer lugar, por su público lector y por sus colaboradores. Además, por una política del gobierno en la provincia, y te diría que hasta del país, para no dejarlo morir bajo ninguna circunstancia ni siquiera en el Período Especial.

“Esto lleva un sello distintivo que se ha mantenido hasta aquí, y se llama Pedro Méndez, su director vitalicio. Sus características personales y su carisma sirvieron para aglutinar a lo mejor del gremio no solo en la región, sino también a nivel nacional. Contamos con colaboradores renombrados que, a la hora de participar, mantienen la línea característica de la publicación y la hace gozar de popularidad: el costumbrismo.

“Asimismo, Pedro supo sortear muy bien la censura y las múltiples incomprensiones, para lograr una publicación valiente que a través del humor ejerciera la crítica sobre temas neurálgicos de nuestra sociedad. Al mismo tiempo hizo al lector cómplice de este propósito”.

 

***

Las ediciones XVII y XX de la Bienal cubana, en 2011 y 2017, respectivamente, vinieron a respaldar algo que para muchos cultures del género dentro y fuera de la Isla era consabido: Alfredo Martirena es un peso pesado del humorismo gráfico en la Isla, lo respaldaban los criterios, en ambas ocasiones, de un prestigioso jurado internacional. Con el lauro llegó la responsabilidad de presidir, igualmente, a los evaluadores de las obras del salón competitivo de los dos ediciones posteriores del evento.

-¿Qué podría responder a los colegas internacionales que señalan que el Eduardo Abela siempre se queda en autores cubanos?

“En efecto, en las últimas ediciones los premios recayeron mayormente en los cubanos. Creo que en ello influye mucho la calidad del envío de los participantes. También hubo un momento en que la convocatoria limitó mucho la participación de artistas extranjeros, pues exigía la presentación de obras impresas u originales. Al no poder emplear el email, y con los problemas del correo ordinario, muchos declinaron competir.

“Entonces se incrementó la representación de caricaturistas del patio con piezas de calidad que, muy justamente, fueron premiadas. Ese concepto ya cambió y, además, aprecio un resurgir en todo lo organizativo. La presencia internacional es mucho mayor y estoy seguro de que en esta edición los premios serán más equitativos”.

-¿Cuál cree que ha sido el aporte de la Bienal al movimiento de humorismo gráfico de la Isla?¿Qué ha aportado a Martirena y a su obra?¿Cómo la Bienal podría ayudar a un evento como el Salón Melaíto?

“Es indiscutible el papel protagónico que han jugado la Bienal y el Museo del Humor en la formación de varias generaciones de dibujantes en el país. El prestigio y la seriedad en su trabajo así lo avalan. A mí, particularmente, me ha colmado de satisfacciones profesionales. He sido bendecido dos veces con el Gran Premio Eduardo Abela, he expuesto mi obra en sus eventos y he tenido las puertas abiertas para cualquier proyecto.

“Nos hemos nutrido de su experiencia y, en el año 2000, por idea de Pedro Méndez, creamos el Salón Internacional del Humor en Santa Clara. Fue un sueño hecho realidad, con el apoyo incondicional de la Upec, la Uneac y, por supuesto, de los organizadores de la Bienal Internacional y del Museo del Humor”.

-¿Qué deudas por saldar le quedan a la Bienal para, sin perder su esencia, homologarse con otros salones competitivos internacionales?

“Creo que la Bienal merece, ante todo, un mejor catálogo. Soy testigo de los esfuerzos y, de hecho, ha mejorado en ese aspecto, pero es necesario hacer más marketing con tiempo.

“Hay dos años para enamorar a los participantes, para interactuar más con los artistas, y para hacer una verdadera fiesta de la caricatura, donde los protagonistas sean los dibujantes arropados por el pueblo de San Antonio. Por último, se le debe dar seguimiento al Salón con una buena web o un blog que, por ejemplo, con noticias mantenga viva la llama hasta la próxima edición.

-Signada por la pandemia de la COVID-19, esta edición de la Bienal tuvo que evolucionar como medida de supervivencia. Tomando en cuenta esta edición virtual y las anteriores físicas, ¿cómo debería ser la Bienal XXIII?

“Pienso que todo tiene un lado malo y uno bueno. Con la pandemia, la Bienal tuvo que adaptarse a un contexto internacional que obliga a digitalizarse y hacerlo todo a distancia, lo cual es fenomenal para un evento global. Lo malo es no poder encontrarnos y compartir, como otras veces. Sin embargo,  tengo fe en que esto pasará y quedará lo bueno: la divulgación y el buen hacer de sus organizadores”.

-¿Qué deudas le quedan al periodismo nacional con el humorismo gráfico cubano?

“No solo al periodismo nacional, te diría que al periodismo en general, y enfatizando en el de provincia. Le falta motivar la gráfica, no solo el humor gráfico, la gráfica en general.

“A pesar de las condiciones económicas, hemos dado un salto tecnológico y ha llegado el color a la prensa. No obstante, los editores, quienes dirigen las publicaciones, todavía no comprenden el alcance de la gráfica. Las nuevas generaciones pierden interés al carecer de espacios para expresarse gráficamente. Puedes dibujar todo el tiempo, pero nada reconforta más que ver tu obra en un medio impreso o digital. Esa es una deuda con el humor gráfico actual que, lamentablemente, aún no saldan los medios de prensa”.

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