Arriba a 182 años el recinto de múltiples nombres


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El 15 de abril de 1838 fue la fecha escogida para inaugurar el que sería uno de los escenarios más importante de América. Edificación que fue testigo de grandes sucesos políticos, culturales y sociales, lo que lo hizo convertir en el sitio por excelencia de la aristocracia criolla.

El inmueble que en sus inicios era conocido como Teatro Tacón –en honor al Capitán General gobernador de Cuba por esa época, y quien ordenó la construcción al arquitecto Antonio Mayo— templo para las artes escénicas y la danza, arriba a 182 años con una historia de múltiples nombres.

Con el establecimiento de la República, la imperiosa edificación es llamada Teatro Nacional. Tiempo después, Tomas Estrada Palma –presidente de la Isla— intentó comprarlo, pero fue adquirido por la Sociedad del Centro Gallego de La Habana, construyendo a su lado el palacio donde ellos radicarían, por lo que ampliaron la edificación a la manzana completa. Ya para 1962 el teatro fue nacionalizado por la Revolución en el poder y adquiere el nombre de “Federico García Lorca”, años después fue bautizado por la nuestra prima ballerina assoluta como Gran Teatro de La Habana, y para el 2016 en su honor y homenaje en vida, la institución es nombrada Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”.

Diversas han sido las restauraciones realizadas a esta institución. La primera tuvo lugar en 1902, cuando se convirtió en parte del emporio del Centro Gallego de La Habana, reparación que le confirió en gran medida la apariencia actual. Años más tarde y bajo el hacer del arquitecto belga Paul Beleu se terminó de edificar en 1914 con el estilo neobarroco que la majestuosa instalación presenta hoy. Por lo que actualmente disfrutamos de un auditorio cuya ingeniería exterior presenta los cuatro conjuntos escultóricos realizados en mármol blanco, cual representación alegórica de la Beneficencia, la Música, el Teatro, la Educación, piezas de Giuseppe Moretti.

El Gran Teatro cumplió 182 años y continúa promoviendo la historia y las tradiciones, pues es escenario principal de las compañías danzarias más importante del país y de la escena mundial. Además, es espacio habitual de presentación del Ballet Nacional y el Ballet Español de Cuba, del Teatro Lírico y en este panorama cuenta con relevantes figuras del drama musical, la danza y la música. Espacio, que también está dado para el conocimiento y la apreciación de distintas obras y creaciones de las más extraordinarias presentaciones de reconocidos coreógrafos del ámbito nacional, así como internacional.

El auditorio donde importantes actrices cautivaron al público y marcaron hito en la cultura, el lugar que acogió a intelectuales destacados del país como Domingo del Monte, José Martí y Gertrudis Gómez de Avellaneda, pero también las actuaciones de Ernesto Lecuona, Amadeo Roldán, Rita Montaner, Esther Borja, Bola de Nieve, Rosa Fornés y muchos más, incluyendo a compañías como el Royal Ballet de Londres, hoy se ve con pesar tras los telones cerrados por la contingencia sanitaria, pero siempre está en espera de ver su mayor sala repleta de espectadores y como buen anfitrión, lucir todo su esplendor.

A esta majestuosa edificación de innumerables momentos, le es dedicado un libro bajo el mismo nombre cuyas páginas tienen como propósito la vuelta a tiempos pretéritos. Una historia contada por el investigador Francisco Rey Alfonso, y sus aportaciones van al estudio del ballet y, sobre todo de esta expresión en el siglo XIX. Entre tanto, el texto Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso” es el resultado de casi 20 años de indagación de sus artífices, Alicia y Pedro Simón.

Sobre este libro el historiador Eusebio Leal enunciaba: …al transitar las páginas escritas con tanto acierto, tendrán la satisfacción de gozar de lo que la memoria significa, porque en él están contenidos todos los azares para la construcción de un teatro en La Habana...

Intelectuales, artistas, críticos de artes y el público en general que ha acudido al teatro, lo ha hecho también para apreciar el espectáculo de restauración. Un rescate que se realizó respetando la idea original, y los recursos tecnológicos se conjugaron con el criterio de patrimonio que lo identifica. Lo que ha hecho que el Gran Teatro de la Habana, sea el escenario ideal para la vida culta y la historia que ha resistido los impulsos del paso del tiempo.


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