Carnaval habanero: Tradición y Contemporaneidad (II)


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Gustavo Rivera

Las nuevas generaciones, los pinos nuevos, son la oportunidad que le damos al futuro. Y ese futuro es el tiempo que llenamos, entre otras cosas, con las tradiciones de los pueblos. La juventud, entonces, acoge como bien propio la cultura, los valores, las vivencias que las viejas generaciones han acumulado por años, siglos, milenios y la deposita en sus manos.

Nuestra juventud cubana es heredera de una rica cultura con sus singularidades históricas. Al verla reproducir las manifestaciones culturales que encierra nuestro patrimonio inmaterial, somos consciente de que nuestras raíces permanecerán firmes, a pesar de los resquicios descubiertos por nuevos géneros como el reguetón, cuyos representantes a veces parecen tener la misión de desterrar nuestra identidad. Tal hecho, por ejemplo, lo pude experimentar este viernes 24 de agosto, en los “Guaracheritos de Reglas”. Con orgullo pude apreciar la destreza de los jóvenes ejecutantes de esa compañía. La complejidad de la coreografía, la exigencia técnica en los pasos y movimientos de los bailes, no fueron obstáculos para que esos debutantes de la vida, brillaran y le aportarán al espectáculo emotividad y belleza.

De igual manera el rumberito de la compañía “Los Componedores de Batea” nos deja boquiabierto, ante aquella pericia y gracia con que baila la rumba. Con pequeños pero hábiles pasos, con la elegancia del movimiento de sus hombros y la seguridad en sí mismo, sabe asumir el reto de otro rumbero rival.  

En igual medida otras comparsas como Los Jóvenes del Este, Rayitos de Sol, Carnavaleando, por citar algunas, se componen por ese rico patrimonio que es la juventud.

Sin embargo, la inclusión de niños cuya edad no rebasan los diez años, como actores del espectáculo carnavalesco concebido para adultos, no me parece prudente.

El carnaval Infantil presta el beneficio de que nuestros noveles sean espectadores y protagonistas de una fiesta en la que los vicios, la contaminación del lenguaje y los excesos comportamentales que públicamente son objeto de rechazo, no aparecen. El carnaval Infantil, es la fiesta sana que forma parte del plan de acción que el Estado organiza, para ofrecerles a los más pequeños un producto que se encuentra en correspondencia con su mejor desarrollo y salud mental. El artículo 40 de la vigente Constitución de la República de Cuba, dispone en su primer párrafo, que: la niñez y la juventud disfrutan de particular protección por parte del Estado y del Gobierno.

De igual forma en el segundo párrafo del mentado artículo 40, de la citada Ley Fundamental, se establece que: La familia, la escuela, los órganos estatales y las organizaciones de masas y sociales tienen el deber de prestar especial atención a la formación de la niñez y de la juventud.

Por lo dicho, no creo que la práctica de incluir a los más pequeños en actividades festivas de adultos deba ser aprobada por la costumbre y, aún menos, por el silencio ante lo mal hecho.

Sugiero, entonces, pensar en esta propuesta de análisis con él único propósito de crear un futuro de tradiciones llena de juventud y del cual siempre estaremos, indiscutiblemente, orgullosos.


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