Cuando Cuba llama…


cuando-cuba-llama

         Carátula de CD Cuba me llama de Chispa y Los Cómplices: Nominado a los premios CUBADISCO en la categoría de Música bailable.

I

Uno de los recuerdos más preciados de mi infancia es el haber tenido como vecinos o cohabitantes a músicos de diversas generaciones, formaciones, escuelas y tendencias. Mis vecinos fueron, entre otros, el compositor Juan Blanco, el flautista José Luis Cortés, Luis Abreu el de Los Papines, el guitarrista Luis Manuel Molina y Agustín Pérez que era saxofonista de la orquesta del Cabaret de Regla. Esos vecinos recibían e intercambiaban con colegas que desde nuestra infancia veíamos cruzar nuestras calles como algo normal.

Nosotros, los niños del barrio, compartíamos gustos por la música del momento, la que nuestros mayores escuchaban y la que íbamos descubriendo. Según crecimos, nuestros gustos musicales se fueron definiendo de acuerdo a nuestro entorno social y así llegamos a la madurez y con ella una capacidad de decantar y seleccionar en base a un sedimento cultural que tiene como fuerza las vivencias personales.

En ese grupo de niños de mi barrio estaba Ignacito o simplemente el hermano del “Ñiqui”, quien junto a mi hermano, y otros, eran parte activa del segundo escalón en materia de maldades y de juegos en nuestro barrio. Muchos de aquellos “fiñes” fueron creciendo y definieron sus profesiones futuras. A Ignacito le tocó estudiar música, lo mismo que a Alexander Abreu (el hijo de Luis Papín); y en el caso de ambos fue el bajo.

Ignacito y su hermano mayor –“Ñiqui”—pertenecían a ese grupo de amigos que tenían un músico famoso en la familia, en su caso era nada más y nada menos que Ignacio Cervantes; y para muchos era una fiesta cuando su tía abuela, Doña María Cervantes, desde las escaleras del edificio, soltaba su frase mágica para anunciar su llegada: “¡… a los frijoles caballeros… a los frijoles…!”

La vida nos bifurcó y un buen día reencuentro a Ignacito como parte del grupo que acompaña al cantautor Amaury Pérez primero y después como director musical del grupo que formara el cantante José Luis Rojas o simplemente Rojitas. Para ese entonces era “El Chispa” y desde el bajo llamaba la atención por haber desarrollado un estilo en el que había mucho de la pedagogía de Silvio Vergara y Carlos del Puerto; creadores de un método de estudio del instrumento que se ha perdido con el paso del tiempo.

Grosso modo estas son las ideas que cruzan por mi cabeza mientras disfruto el CD Cuba me llama de Chispa y Los cómplices, editado por el sello Unicornio y que resultara nominado a la edición de este año de los premios CUBADISCO en la categoría de Música bailable.

II

Veinte años después de fundado su proyecto: Chispa & sus Cómplices y a raíz de este fonograma, se hace necesario tener presente algunos elementos que han sido determinante en el trabajo de esta agrupación bailable cubana.

Para nadie es un secreto que esta formación es hija de la última resaca creativa de los años noventa del pasado siglo; es decir además de El Chispa, surgieron bandas como Azúcar Negra, Tumbao Habana;  El Clan de Carlos Manuel primero y Pedrito Camacho después, Dayron y el Boom y Danny Lozada y su orquesta; entre otros. Y para nadie es un secreto que solo las tres primeras han sobrevivido, el resto ni siquiera figuran en la memoria colectiva.

Cierto es, igualmente, que cada una de ellas tiene su estilo o modo de hacer bien definido,  y que la que más cerca ha estado de las corrientes de vanguardia –léase tratamientos armónicos y rítmicos poco convencionales—ha sido la orquesta que dirige Ignacio R. Cervantes, o simplemente El Chispa; esa visión se ha venido reflejando a lo largo de toda su discografía.

Cuba me llama, el fonograma, es el último ejemplo de esa voluntad de integrar vanguardia con necesidad de que los cubanos bailen; un modo de hacer que no siempre ha resultado, pues el público responde más a determinados estímulos sensoriales que a la voluntad de escuchar productos de una factura lineal.  Aún así El Chispa no renuncia a su voluntad de escribir textos distantes de lugares comunes, y donde hay siempre segundas lecturas para bien del bailador.

Personalmente me seduce el sonido del bajo. El Chispa ha logrado desde su instrumento establecer y definir patrones tímbricos y giros muy personales dentro de la timba y la salsa cubana, donde este instrumento es fundamental,  y que ha tenido en la figura de Feliciano Arango el “máster de máster”; ello sin desdorar el trabajo de Alain Pérez, de Frank Rubio en una etapa de su trabajo, de Lázaro “el fino” y de otros instrumentistas que harían larga esta relación.

Con esa personalidad musical definida y sabedor de nuevos horizontes sonoros, como la integración de determinados giros musicales provenientes del mundo mágico religioso de la santería, de las que hace una lectura interesante; Cuba me llama se anuncia como material ecuménico y bien logrado en su fin: que bailemos sin temor.

El capítulo invitados –un mal del que en algún momento debe librarse la discografía cubana— está bien logrado; aunque preferiría decir balanceado. Cada invitado pertenece al todo y no se convierte en foco de distracción, como sí ocurre con otros fonogramas hoy existentes en el mercado en el que los invitados se convierten en el centro del disco.

Si tuviera que otorgar palmas y/o estrellas como hacen determinadas publicaciones, mi calificación sería de cuatro de estos elementos, debe ser porque al llamado de la tierra chiquita, de Cuba, hay modos de responder. Este, el de El Chispa, viene desde hace cerca de doscientos años y parece que cruzara estos tiempos.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte