¿Cuándo y qué fue lo que dijo Fidel Castro sobre «la construcción paralela» del socialismo y el comunismo?


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Foto tomada de Cubadebate

Introducción
Es un lugar bastante común entre los historiadores o historiógrafos de la que la Unión de Historiadores de Cuba ha denominado “la Revolución Cubana en el poder” el señalamiento de que “los errores de idealismo y voluntarismo” que se cometieron en nuestro país durante la segunda mitad de la década de 1960 (en particular, entre 1967 y 1970) estuvieron motivados por los conceptos presuntamente expresados por Fidel (como comúnmente lo identifica nuestro pueblo) en los años previos acerca de “la construcción paralela del socialismo y el comunismo”.

Sin negar las pifias cometidas en esos años o en los inmediatamente posteriores que autocríticamente él reconoció en su Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (efectuado entre el 17 y el 22 de diciembre de 1975), durante mucho tiempo me quedé con la duda acerca de cuándo y cómo se habían trastocado las nociones expresadas por el Che en su célebre ensayo El Socialismo y el Hombre en Cuba (publicado por primera vez el 12 de marzo de 1965) acerca de la que, de manera más apropiada, debemos denominar construcción simultánea del socialismo y el comunismo; en tanto en las nociones de la geometría plana las líneas paralelas nunca convergen en un mismo punto del espacio.

Para tratar de encontrar respuestas a esas preguntas, así como para elaborar mis propias interpretaciones sobre esa etapa de la transición socialista cubana comencé a buscar, leer o releer todos los discursos pronunciados por Fidel entre 1965 y 1966 que hasta ahora se han publicado en nuestro país. Y en esas pesquisas encontré la alocución que él realizó en la Plaza de Revolución José Martí el 1º de mayo de 1966.

En esta, con la modestia que siempre lo caracterizó, él expresó que todo lo que iba a decir en esa ocasión no era “la expresión de un maestro, ni de un apóstol, ni de un catedrático, ni de una autoridad en teoría revolucionaria, ni mucho menos de un pequeño Papa ideológico”. De mi comprensión de sus palabras, surgieron las aclaraciones y ampliaciones que referiré a continuación.

¿Cuáles son esas aclaraciones? ¿Qué vigencia conservan en la actualidad?

La primera de ellas es que Fidel nunca afirmó que pudiera construirse el socialismo y el comunismo de “manera paralela” ni en Cuba, ni en ningún lugar del mundo. En aras de lograr una mejor comprensión de lo que iba a decirles a los cientos de miles de cubanos y cubanos concentrados en ese día en la Plaza de la Revolución (la cual no era “una Cátedra de Economía Política”), lo que dijo, utilizando el que en la gramática se denomina “yo de modestia”, fue lo siguiente:

En cierta ocasión, con motivo de la constitución del Comité Central [del Partido Comunista de Cuba], dijimos que no creíamos que el comunismo podía construirse enteramente independiente de la construcción del socialismo; que [el] comunismo y [el] socialismo debían construirse, en cierto sentido, paralelamente, y que inventar un proceso y decir: hasta aquí construimos el socialismo y desde aquí construimos el comunismo, puede constituir un error, un gran error. Que, desde luego, entre otras cosas, en el afán de alcanzar las metas socialistas, no debía renunciarse, ni hipotecarse el desarrollo y la formación del hombre comunista.

No tengo que decir que esos conceptos coincidían plenamente con los que en los años previos había expresado el Che; pero sí creo pertinente resaltar que, en total correspondencia con sus criterios, en el discurso antes mencionado Fidel expresó: “Creemos que acerca de todos estos problemas [de la construcción del socialismo y el comunismo] hay que meditar, hay que reflexionar, hay que estudiar, hay que analizar y hay que investigar mucho”. Asimismo, agregó:

Podría decirse que si bien la técnica industrial, la ciencia en general se ha desarrollado de un modo increíble, la ciencia social está todavía bastante subdesarrollada. Y oímos fórmulas, leemos manuales [publicados en la Unión Soviética], pero nada enseña tanto como una revolución, que a la vez que hay que saber apreciar y valorar en toda su importancia la experiencia de los demás pueblos, cada pueblo ha de esforzarse no en copiar sino en dar su aporte a esa ciencia subdesarrollada como son las ciencias políticas y sociales.

Nosotros vamos desarrollando nuestras ideas. Entendemos que las ideas marxistas-leninistas requieren un incesante desarrollo; entendemos que cierto estancamiento se ha producido en ese campo y vemos que a veces se aceptan, bastante universalmente, fórmulas que en nuestra opinión se pueden apartar de la esencia del marxismo-leninismo.

Creemos que la construcción y el desarrollo del socialismo y la marcha hacia una sociedad superior, como es la sociedad comunista, han de tener necesariamente sus leyes y sus métodos y que, desde luego, esos métodos de ninguna forma pueden ser los mismos […] de la sociedad capitalista. Creemos que los métodos y las leyes se fundan no en leyes ciegas o en regulaciones automáticas, […] que se han de fundar cada vez más en la capacidad de los pueblos para planificar, para dominar los procesos de producción, para prever, en dos palabras, para imperar, para dominar esas leyes y no ser precisamente juguetes de esas leyes.

En mi opinión, esos criterios de Fidel (que él reiteró más de una vez en los años posteriores) y sus aún vigente convocatoria a desarrollar las ciencias sociales y políticas de factura martiana y marxista en nuestro país, así como de evitar “el calco y la copia” de las experiencias de otros países socialistas fueron validadas, al menos, cuatro lustros más tarde durante el que él denomino “proceso de rectificación” de los “errores y tendencias negativas” que se evidenciaron en la primera mitad de la década de 1980.

Pero ahora creo necesario recordar que, en el discurso que estoy comentando, él había indicado: “Copiar en la vida, copiar en la Revolución, es como copiar en un examen. Y nadie podrá graduarse de revolucionario copiando”. Y, acto seguido, criticó los conceptos que en los años previos se había venido difundiendo en la Unión Soviética acerca de la posibilidad de “construir el comunismo en un solo país”. Al respecto indicó:

Se habla de que algunos países van a construir el comunismo. Incluso no pocos partidos comunistas, cuando un país dijo que iba a construir ya el comunismo, salieron repitiendo detrás que ya se iba a construir el comunismo. Más, sin embargo, pensamos nosotros humildemente que todavía está por plantearse y contestarse si en un mundo dividido entre países industrializados y países subdesarrollados, en países con una alta productividad en el trabajo y países sin ninguna productividad en el trabajo, puede alguien, alguna nación plantearse la construcción del comunismo en su solo país sin que las fuerzas productivas y técnicas se desarrollen primero en los demás países subdesarrollados del mundo.

Porque repitiendo una vez más que no me considero sino un aprendiz de revolucionario, pienso que el socialismo en un solo país puede ser construido; que el comunismo hasta cierto grado puede ser construido. Pero el comunismo como fórmula de abundancia absoluta, no puede ser construido en un solo país en medio de un mundo subdesarrollado sin el riesgo de que involuntariamente y, sin quererlo, en años futuros pueblos inmensamente ricos se vean intercambiando y comerciando con pueblos inmensamente pobres. ¡Pueblos en el comunismo y pueblos en “taparrabos”!

Lo antes dicho lo correlacionó con el deber de nuestro pueblo de “salir de la pobreza, de la miseria y del subdesarrollo. Pero que, en el futuro, no podremos pensar en la riqueza plena mientras haya otros pueblos que necesiten nuestra ayuda”. Por ello, añadió: “…es necesario que desde ahora eduquemos a nuestros hijos, que mañana, cuando ya tengamos las necesidades resueltas […] nuestro ideal no será la riqueza, nuestro ideal y nuestro deber primero será ayudar a los pueblos que se queden detrás de nosotros”. Y agregó conceptos que, a pesar de todo lo que se ha avanzado en la conciencia internacionalista de amplios sectores del pueblo cubano, considero que aún conservan plena vigencia:

Eduquemos a nuestro pueblo en ese concepto del deber internacional, eduquemos a nuestro pueblo en ese sentido del deber internacionalista, para que, en este país, dentro de diez años, no haya uno solo que diga que, si no tiene más es porque estamos ayudando a otro, sino que tengamos un tipo de hombre que sea capaz de pensar en que los otros son seres humanos como él, y que estén más dispuestos a quitarse para dar que a darse para quitar.

Y si en los años futuros una parte de nuestro pueblo pensara así, sería, sin dudas porque nosotros, dirigentes de este pueblo, no habríamos sabido educar políticamente a nuestro pueblo de manera cabal, sería porque nuestro Partido no habría sabido educar en el profundo sentimiento del internacionalismo, sin lo cual no se puede llamar nadie marxista-leninista y sin lo cual incluso este Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, carecería de sentido, sin ese profundo y permanente sentido del deber internacionalista.

¿Cuáles fueron los conceptos heterodoxos y humanistas planteados por Fidel?

Fue después de expresar esas ideas que Fidel abordó sus conceptos preliminares acerca de cómo aplicar en las condiciones entonces existentes en nuestro país, pero sobre todo en el futuro los conceptos que Carlos Marx había dejado planteados en su célebre Critica al Programa de Gotha.

En esa obra, él había planteado que la fórmula para distribuir los resultados del trabajo colectivo y social en el socialismo debía ser “dé cada cual, según capacidad, a cada cual, según su trabajo”, mientras que en el comunismo sería: “dé cada cual, según su capacidad, a cada cual según su necesidad”.

Al respecto lo que Fidel indicó fue la posibilidad de que en nuestro país pudieran aplicarse de manera simultánea y, por tanto, nunca paralelas las dos fórmulas de distribución del trabajo planteadas por Marx: la fórmula socialista podría ser aplicada a la población económicamente activa entonces existente o que en los años posteriores se fueran incorporando a la producción de bienes y servicios, como era el caso de la población femenina que en aquellos años aún estaba subempleada.

Sin embargo, a aquellos sectores de la población que, por diferentes razones, no estaban en posibilidades de incorporarse al trabajo remunerado o que sus ingresos no les permitieran satisfacer sus necesidades básicas podría aplicárseles la fórmula comunista antes referida.

Según se deprende de sus propias palabras, la primera vez que Fidel planteó esos criterios heterodoxos fue en una de sus intervenciones (aún inéditas) en la primera Conferencia Nacional del hasta entonces llamado Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba efectuada en los primeros días de octubre de 1965; ya que en el discurso que estoy comentando señaló:

Hacia estas reflexiones, porque me vi en la necesidad de explicar que, desde luego, no habíamos llegado, y tardaremos en llegar a los grados más altos de lo pudiéramos llamar un modo de vista comunista en la medida que el resto del mundo se retrase en esa marcha. Y que, por lo tanto, todo no podría ser gratis.

Pero enseguida agregó que “aquellas cosas que son esenciales al ser humano […] debemos procurar cuanto antes satisfacerlas con los recursos de toda la sociedad, con los bienes que produzca la sociedad”. Entre estas en esa ocasión mencionó la salud, la alimentación adecuada, la educación física y mental, el desarrollo cultural y la vivienda. Y agregó:

De manera que podamos decir que dentro de diez años tendremos suficientes comedores escolares para que todos los niños del país coman gratuitamente en esos comedores escolares. Que los zapatos y la ropa que reciban y los juguetes no dependan de si la madre tiene 10 hijos y puede trabajar poco, sino que dependa de las necesidades que ese niño como ser humano posea; lo mismo que la salud del niño y la vivienda. Y lo mismo que con el niño, con toda persona que por [su] edad ya no esté capacitada para trabajar. Que dentro de diez años podamos decir también: “Esta persona anciana, por el hecho de que es anciano, por el hecho de que no puede trabajar, no debe pasar por necesidad, dada las circunstancias de que es un miembro de una familia que depende de un trabajador, de muy escasa capacidad de trabajar”. Porque ¿qué culpa tendrá ese anciano que necesita alimentarse y vestir, si su hijo del cual depende, tiene poca capacidad de trabajo? Y, aplicándole la formula socialista, el viejo pasaría hambre. Y que nosotros podamos decir dentro de diez años no ya que todo trabajador que se jubila le demos una pensión, sino que a todo hombre o mujer de nuestro país, por el hecho de ser un ser humano y por el hecho de ya no tener edad para trabajar tenga derecho a que la sociedad le dé también una pensión, haya pertenecido o no a tal sector de la industria, sino por el mérito mucho más grande de pertenecer a la especie humana, por el mérito mucho más grande de pertenecer a nuestra sociedad […]

Es decir, que pueda vivir con arreglo a esa fórmula propiamente comunista la población [económicamente] pasiva del país. Y si nosotros incorporamos a toda la población activa al trabajo; si nosotros somos capaces de organizar nuestros recursos humanos de manera que toda la población [económicamente] activa cree algo, produzca algo, si somos capaces de hacer que un millón de mujeres se incorporen al trabajo, elevar la productividad de nuestro trabajo mediante la técnica y en la medida que los jóvenes estudiantes, también como parte de su formación, trabajen un número de semanas al año […], si nosotros hacemos eso en diez años, ya no solo podremos decir que ningún trabajador pagará alquiler, sino que, incluso todo trabajador disfrutará íntegramente lo que perciba según su trabajo. A ese trabajador le podemos aplicar la fórmula socialista; a los hijos, a los padres, a los ancianos, económicamente debemos aplicarle la fórmula comunista y darle según sus necesidades y no según la capacidad de sus padres.

A modo de conclusión

No tengo que decirles a las lectoras y los lectores de este artículo que tengan los conocimientos mínimos necesarios sobre la historia de la Revolución Cubana en el poder que, a pesar de que en los 55 años posteriores al antes referido discurso de Fidel nunca se pudieron alcanzar los altos niveles de desarrollo económico-sociales deseados, sus criterios alumbraron las que en otros escritos he denominado “cinco utopías fundacionales” de la muchas veces difícil transición socialista que se sigue desplegando en nuestro país. Asimismo, guiaron su sistemática y multiforme proyección internacionalista hacia otras naciones y pueblos del otrora llamado Tercer Mundo y, en especial, hacia Nuestra América.

Y ello solo ha sido posible porque, parafraseando al filósofo y teólogo de la liberación, nacido en Argentina, Ruben Dri, esas utopías han logrado encausar y movilizar todas las energías creadoras de la absoluta mayoría de nuestro pueblo, así como regir los principales procesos crítico-utópicos que se han desplegado en nuestro país desde 1962 hasta la actualidad, bajo la conducción de su liderazgo político-estatal, sucesivamente encabezados por Fidel y Raúl Castro, así como, más recientemente, por Miguel Díaz-Cannel.

En mi concepto, con su propio lenguaje y sin referirlos expresamente, este último ha hecho suyas las siguientes nociones planteadas por Fidel en momentos tan o más complejos y espinosos que los que estamos viviendo en la actualidad, cuáles fueron los “años duros” del oficialmente denominado Periodo especial en tiempo de Paz:

Martí decía […] que los sueños de hoy son realidades de mañana, y nosotros, en nuestro país, hemos visto convertidos en realidades muchos sueños de ayer, una gran parte de nuestras utopías las hemos visto convertidas en realidad. Y si hemos visto utopías que se han hecho realidades, tenemos derecho a seguir pensando en sueños que algún día serán realidades, tanto a nivel nacional como a nivel mundial. / Si no pensáramos así, tendríamos que dejar de luchar, la única conclusión consecuente sería abandonar la lucha, y creo que un revolucionario no abandona jamás la lucha, como no deja jamás de soñar.

Por consiguiente, considero que, a pesar de las grandes complejidades que actualmente está atravesando nuestro país, su actual liderazgo político-estatal debe valorar la vigencia conservan “los sueños” de Fidel de construir de manera simultánea el socialismo y el comunismo (categoría que ya prácticamente no se utiliza en el lenguaje político y mediático predominante en nuestro país); incluida la manera diferenciada que, en el futuro más o menos inmediato, deberán redistribuirse las riquezas colectivamente creadas por el trabajo creador de nuestro pueblo entre sus poblaciones económicamente activa y pasiva.


Mucho más porque, como se ha documentado, por diferentes factores endógenos (cuál es el decrecimiento de la tasa de natalidad) o internos-externalizados (como la creciente migración de las y los jóvenes, más menos o calificados) o externos (como el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos), la población económicamente pasiva está creciendo aceleradamente en nuestro país.

Y, por consiguiente, ha sido la más afectada por los efectos deseados o no deseados de la oficialmente denominada “Tarea Ordenamiento” que, como se demuestra todos los días, deberá seguirse “ordenando” con el mismo espíritu crítico y autocrítico que –como indiqué en otro escrito— siempre practicó y propugnó Fidel.

En mi criterio, ese y el constante estudio integral de su multifacético pensamiento (incluidos sus aportes al bien denominado “marxismo cubano”), así como su aplicación dialéctica y creadora a las condiciones actuales o futuras de nuestro país y del mundo será uno de los mejores homenajes que podremos realizarle en cada uno de los próximos aniversarios de su paso definitivo a la inmortalidad.


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