Zumba todavía con una sonrisa en el rostro, aquella tarde en que una señora visita a la amiga y queda atónita ante el hijo crecido de la buena anfitriona… y tal vez sea este el primer testimonio de la globalización del sí mismo cuando ella le responde: Esto no es nada, deja que veas las fotografías. Marshall McLuhan predijo el impacto infinito de la imagen, el selfie y lo que estaría por venir del parto de la fotografía: “El nuevo medio, el que sea que venga, podría ser la extensión de la conciencia… “,
Y antes, mucho antes, un 19 de agosto de 1839, Luis Daguerre presentó ante la Academia de Ciencias de Francia el daguerrotipo y comenzó para la humanidad una nueva era: la fotografía, la imagen. Ya en marzo de 1840, Pedro Téllez Girón, hijo del capitán general de la isla, recibe desde París una cámara para hacer daguerrotipos, iniciando Cuba tempranamente su recorrido por estos caminos.
El 3 de enero de 1841 se inaugura en la isla un estudio comercial de retratos al daguerrotipo en uno de los lugares más emblemáticos de la Habana colonial en la calle del Obispo nº 26. Así Cuba se convirtió en el segundo país del mundo y el primero en Hispanoamérica en inaugurar oficialmente el primer estudio público o comercial de retratos al daguerrotipo. En esta rápida expansión, resaltó el fotógrafo catalán Esteban Mestre, quien tuvo un reconocido estudio por donde pasaron ilustres cubanos como José Martí. Queda para la historia que una de las fotografías noticiosas más importantes de esta época la realizó precisamente Esteban Mestre el sábado 8 de agosto de 1863, al lograr que el Capitán General Domingo Dulce Garay y su comitiva posaran al terminar la ceremonia oficial del inicio del derribo de la Muralla de La Habana. Era la primera vez que un gobernante cubano posaba en público para un fotógrafo.
En los años 50 del siglo XIX se registra un listado de los daguerrotipistas en el que aparece la primera fotógrafa cubana, Encarnación Aróstegui. Para finales de ese siglo, en 1881 se abrió el primer taller de fotograbados, fototipia y fotolitografía en La Habana, y entre sus trabajos de reproducción fotográfica se cuentan las ilustraciones en fototipia del pintor español asentado en Cuba Víctor Patricio de Landaluce, para el libro Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba.
Importantes colecciones fotográficas dan cuenta de la Historia de Cuba. Se destaca la gran colección de fotografías de la Guerra y algunas de la Reconcentración de Valeriano Weyler se encuentran en la Biblioteca Nacional José Martí, donada por la viuda del fotógrafo español José Gómez de la Carrera.
En el siglo XX la fotografía cubana recogió el devenir del siglo: fotografía de prensa de alto valor documental, fotografía de arte que tuvo en la publicidad un exponente referencial para el mundo y en el que muchos de sus más destacados creadores jugaron un papel primordial en lo que más tarde sería el testimonio fotográfico de la Revolución.
Después de 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, nombres como Alberto Korda, Osvaldo Salas, Raúl Corrales, Livorio Noval o Perfecto Romero; y más recientemente Roberto Chile, constituyen ruta obligatoria para descubrir la narrativa épica de Cuba y sus líderes, en especial Fidel Castro y Che Guevara.
Otra mujer cubana, María Eugenia Haya Jiménez, lideró la fotografía épica de la transición cubana en los cambios sociales de los 60 y fue más allá, fundó la Fototeca de Cuba; enclavada en una casona frente a la Plaza Vieja de la Habana colonial y cuyos fondos atesora la memoria iconográfica de más de 160 años de fotografía cubana, con más de 21 mil fotografías y unos 17 mil negativos de diferentes soportes.
Desde el arte, nombres como René Peña, Marta María, Abigaíl González Piña, Eduardo Hernández Santos y Cirenaica Moreira, son parte de un largo y sostenido catálogo de los diálogos entre arte, fotografía y comunicación que predomina en la escena de las artes plásticas en Cuba; incluido el uso del archivo.
La isla ha seguido su camino pero en las imágenes que vienen de tantas partes en estos tiempos, queda la impronta de isla de aquel día de 1840 en que el periódico “Noticioso y Lucero de La Habana” publica la crónica de cómo el daguerrotipo llegó a La Habana para quedarse.
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