A los héroes se les recuerda sin llanto…
y eso me hace pensar que no han muerto al final,
y que viven allí donde haya un hombre
presto a luchar, a continuar.
Suena en mi mente aquel tema en la voz de Sara González (1949-2012), mientras arranco del librero un ejemplar de Instantáneas, que hiciera el fotógrafo Liborio Noval (1934-2012) durante los primeros años de Revolución en Cuba. No puedo evitar decir que soy revolucionaria, aunque no fui a la Sierra, no estuve en la clandestinidad, ni en la zafra de los 10 millones. Solo tengo en mi árbol genealógico a un par de abuelas alfabetizadoras e internacionalistas. Soy una hija de los años noventa a la cual únicamente le tocó la vocación de ser patriota, quizá por eso no puedo hablar de Fidel con el ímpetu que lo harían otros.
Dijo Fidel Castro (1926-2016) que no quería ser inmortalizado en ningún altar, pero para su deceso era demasiado tarde. No hay que recordar con rostros grabados en piedra, ni buscar a los mejores maestros para esculpir el mármol. Fidel y las estampas de Cuba ya formaban parte del encuadre perfecto de los grandes como Korda, Liborio, Corrales…
El sinfín de obras de las artes plásticas que existía antes de su muerte, hace cuatro años, es incalculable. El pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín (1919-1999), por ejemplo, procuró captar a un Fidel álgido y evolutivo. Ese ser esotérico de sagaz mirada, de expresiones impredecibles.
Sin embargo, la fotografía fue la que captó cada momento: con los rebeldes, la entrada a La Habana, cuadro a cuadro una Cuba nueva, un experimento en el medio del mar, una isla libre y soberana en las Antillas. Mientras se revelaban los negativos, se grababan instantes en la psiquis de los cubanos.
Alberto Korda (1928-2001), por ejemplo, aquel 26 de julio de 1959. Un quijote. Una farola. La Plaza Cívica. Los campesinos. Fidel pescando junto al Che. Como mismo hizo Liborio cuando captó al orador en la Universidad de La Habana; o Santiago Álvarez (1919-1998) cuando retuvo los movimientos, las manos, y el traje intacto. Fidel en el noticiero ICAIC y en el corto documental Ciclón. Las imágenes en blanco y negro sin el hilo conductor de la historia.
Ahora, ojeando este álbum de fotos, solo puedo imaginar la sensación que sintiera el artista al enfocar con el lente, andar a su lado, escucharlo… No es un hombre de óleo, ni un jinete alado, ni un dios deformado en el lienzo. Fidel fue simplemente un hombre.
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