Detrás de los Ojos


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El mundo como espacio donde aprendemos y desaprendemos o la búsqueda de la luz después de las tinieblas, hace que en Detrás de los ojos haya un universo que trate de romper con la neblina que nos ciega o con la predisposición a los errores. Y es que Santiago Rodríguez Olazábal se niega a la ceguera y al encandilamiento de lo superficial, en tanto busca a través de una visualidad profunda, hacer un examen detallado de nuestra condición como seres humanos.

Contextualizado por enfoques conceptuales, en busca de sus orígenes y de su historia espiritual, muchos son los códigos que maneja el artista en un hacer que emplea plurales soportes; en donde el culto y la memoria, son base para desarrollar todo un sistema que, a partir de símbolos, hurga en las raíces culturales de las que se siente heredero.

Como se aprecia en las piezas en Detrás de los ojos, su arte es una vía para trasmitir pensamientos e ideas a través de la línea, el punto y la forma. Radicando su fuerza en reactivar una espiritualidad que reinterpreta a través de la figura humana y apostando por el hacer de la indagación, va al encuentro de los derroteros por donde nos puede llevar nuestras creencias. Un camino de luces y sombras que hoy muestra a través de las producciones artísticas que serán expuestas hasta principio del mes de marzo en la galería Collage Habana.

Vuelve el negro, el rojo y el blanco a permear las piezas, pues todo tiene un por qué y un por cuánto. Tinieblas e inframundo, el ser humano, la vida y la imagen asociada al discurso del culto que tiene como uno de sus bases la tradición oral, regresan como recurrencia a su manera de representar.

En palabras del artista:

Disfruto de la vida onírica que me llega de vivificar la espiritualidad en la que la imagen evoca la palabra y la fonética desde el estudio y el conocimiento del inmenso legado del que soy depositario. Me centro en el pensamiento y la cosmogonía de la religión. Hago lo que siento que tengo que hacer y así defendiendo el acervo de mis ancestros.

Con composiciones poco recargadas, producto de un proceso depurado que le es característico dada la conformación del trazo orgánico y coherente, Olazábal nos presenta en un examen minucioso, distintos momentos de los avatares del ser humano. Así, asistimos a la anuencia de un quehacer artístico de ha estado identificado a partir del escrutinio de las esencias del mundo espiritual.

 


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