La pude ver poco antes de salir a escena, en los camerinos. Revoloteaba y desprendía luz. Ya estaba queriendo cantar.

Su grácil y esbelta figura irrumpió en escena, enfundada en su vestido floreado sobre un fondo rojo; mientras sonaban los primeros compases que combinaban el pianista uruguayo Diego Ebbeler y el percusionista español Jorge Tejerina. Los aplausos de los asistentes le dieron la bienvenida y ella correspondió con su bien timbrada voz. Era una realidad: Carmen París estaba cantando en La Habana por primera vez.

Oriunda de Tarragona, en el sur de Cataluña, España, y cuenta con fuertes e innegables raíces aragonesas. Es una artista muy completa, con más de 35 años de carrera; aunque su debut en solitario, se reconoce a partir de su primer disco titulado Pa’ mi genio, del año 2002.

Su voz llegó a Cuba en el año 2003, como parte de aquel disco homenaje que hicieran varias féminas, a la obra del cantautor español Joaquín Sabina, publicado bajo el título Entre todas las mujeres. Luego se hizo presente con sus colaboraciones con artistas cubanos radicados en Europa por entonces. De ahí su aparición como invitada en el disco Amigos x Paz, grabado en vivo en el año 2008, por el cantautor Raúl Paz. Tres años más tarde grabaría junto a Habana Abierta, el sencillo inicial del primer y único volumen de la inconclusa propuesta de esta agrupación, titulada 1,2,3,4.

Aunque su obra lamentablemente no ha gozado de una gran difusión en los medios cubanos, el pasado sábado 5 de octubre de 2019, se reunió una buena cantidad de admiradores de su trabajo, para disfrutar de su propuesta en la sala del teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Desde el comienzo del espectáculo, la artista estableció conexión inmediata con el público, con sus desenfadados diálogos, contando historias detrás de sus canciones, y transmitiendo al público vivencias de la vida y la música española, así como sus innegables conexiones con la música cubana.

Sin lugar a dudas, cuenta con un dominio excelente de la escena, aderezando su arte constantemente con su elegante baile y con la correcta utilización de su bien timbrada y afinada voz. Por demás se erige como compositora e instrumentista, con una sólida formación académica.

Ciertamente, la jota, manifestación musical folclórica oriunda de Aragón, actúa como un eje muy sólido dentro de su repertorio; pero es fácil adivinar condimentos adicionales con ingredientes cubanos y mediterráneos, así como de norte y Sudamérica. Con toda esta amalgama de colores, formas y sabores, ha logrado crear una propuesta muy singular.

Chavalica, fue la pieza escogida para el arranque, eslabonando desde entonces, una cadena de aplausos, continuada con Todo es pena y Me buscas y no encuentras. Sin embargo, el verdadero punto de partida hacia la magia que reinó durante toda la velada, estuvo en la magnífica interpretación a capela, de la Nana del caballo grande. Esta pieza es conocida como parte de la obra Bodas de sangre, del escritor Federico García Lorca. Sin embargo, esa recreación que realizara Carmen Paris de la misma, aparece como parte de la banda sonora del filme La novia (adaptación de la pieza de García Lorca), dirigida por la realizadora española Paula Ortiz, en el año 2017.

A lo largo del concierto, la cantautora hizo un recorrido por su discografía, con temas emblemáticos en su repertorio como No Me Vas A Embolicar y Todo Es Pena (ambos del disco Pa’ mi genio); así como Guaraní, Me Buscas Y Me Encuentras y Cuerpo triste (de su segundo fonograma editado en el año 2005 bajo el título Jotera lo serás tú).

Su tercer fonograma, del año 2008, se titula Incubando, y para su elaboración, Carmen París viajo a La Habana y estuvo impregnándose de elementos de la cultura de la Isla. No es casual la participación en el disco de las cubanas Ludmila Mercerón y Haydée Milanés. Del mismo interpretó el bolero Distancia Espeluznante, Para Aragón (basado en el poema Para Aragón, en España, de José Martí) y Chufla, Dragón.

Su cuarto disco, nombrado Ejazz con jota, del año 2013, aportó al repertorio las obras Mucho Ringo-Rango y Just One?/¿Sólo Uno?; mientras que su más reciente trabajo (publicado en el año 2017 junto a la artista marroquí Nabyla Maan, bajo el título Dos Medinas blancas, completó el programa con el bolero Palabras mustias.

El primer momento especial de la velada se produjo con la participación del cantautor Luis Barbería y el guitarrista Nam San Fong (apoyados por Jorge Tejerina en la percusión), para reproducir aquel dúo junto a Habana Abierta, titulado Del cielo a mi vida, precisamente de la autoría de Barbería.

Más adelante en el programa decidió rendir tributo al desaparecido artista mexicano José José. Para ello, escogió la pieza del argentino Chico Novarro, titulada Pequeñas grandes cosas, que el mexicano incluyera en su disco En las buenas y en las malas, de 1990. Para interpretarla, invitó al cubano Jorge Garro, quien le mostrara esta obra a la artista española, en alguna canturía bohemia, en visitas anteriores a la Isla; cantándola esta vez a guitarra y dos voces.

El último invitado, fue el cantautor Raúl Paz, quien llegó de la mano del guitarrista Nam San Fong, sumándose a los músicos de Carmen Paris. Interpretaron la pieza 25 años, compuesta por Paz, que grabaron juntos en el disco Amigos x Paz, de Paúl Paz, y también en álbum Incubando, de Carmen Paris.

El programa cerró con la pieza Mucho ringo rango, permitiendo a la artista, recibir una ovación con todo el auditorio puesto de pie, reclamando nuevas interpretaciones.

Llegó entonces el último momento de la velada, cuando Carmen Paris quedó sola en escena, sentada al piano, para regalar una exquisita interpretación de la obra Savia nueva, una de las primeras piezas con que se dio a conocer.

Se produjo una nueva ovación, esta vez definitiva, cuando la artista se despidió, guardando todas las emociones de esa tarde de sábado, que marcaba el inicio de su primera gira por América Latina. Definitivamente un excelente augurio para este periplo, donde con seguridad, al igual que los que asistieron a esa velada sabatina, muchos buscarán su oportunidad, para caer rendidos a los pies de su arte.