El cambio cultural posible y la cuarentena pandémica


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Del amigo teatrero Carlos Satizábal, actor, dramaturgo y director, líder del Teatro Tramaluna, poeta, profesor, y director de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia, reproducimos este texto, publicado por el diario El Espectador, en el que expone su percepción de los cambios sociales, económicos y políticos causados por el nuevo coronavirus.

Vivimos una profunda rehumanización amorosa y solidaria, sensible y poética, de la vida colectiva, un cambio cultural, para responder con humanidad a la pandemia, a esta presencia diaria de la muerte sin rituales, desacralizada, de los camiones de cadáveres en Nueva York o los muertos que se derrumban en las calles de Quito, Lima o Bogotá, a la tenaz angustia del hambre de familias y gentes que ganaban cada día lo del día y ahora no tienen para el pan de la mañana. Huérfanas del cuidado del Estado protector, desmantelado en los últimos cuarenta años por el proyecto neoliberal, entre las gentes de las comunidades, en los barrios populares y de las clases medias, florece la solidaridad, la compasión, el autocuidado, la fraternidad y el amor se multiplican: se comparte entre quienes nada tienen o tienen muy poco, que son la inmensa mayoría de la ciudadanía. 

El hambre y el encierro de la cuarentena han llevado, además, a que ya no se consuma nada superfluo, solo lo necesario. La sociedad de consumo y su poder de alienación y estupidización con el deseo y la compra de multitud de mercancías inútiles, innecesarias, se ha debilitado al máximo, y en todos los campos, incluso el de la cultura. En las redes sociales se prefiere el arte complejo y profundo, el arte que hace preguntas, al arte basura del entretenimiento vacío. Y con la ausencia de los humanos en las calles de las ciudades y la sensible reducción del consumismo cotidiano, antes normal, el aire del planeta y las aguas de los ríos y mares han comenzado a limpiarse. Y los animales entran a las ciudades: vemos pavorreales caminar por Madrid. Zarigüeyas con sus críos y zorritos grises en las calles de Bogotá. Venados en una esquina de Tokio. Un cervatillo que salta feliz en una playa sin turistas de la Costa brava. Ballenas en un embarcadero en Lima. La naturaleza ha vuelto a nuestras ciudades vacías.

Pero en contravía al sentido de humanidad de las comunidades, la pandemia está siendo aprovechada por los súper súper ricos para ahondar la ultra-concentración de la riqueza. En esa tarea están numerosos gobiernos en Latinoamérica, gobiernos extremistas y ultraconservadores como los de Colombia, Chile, Brasil, Bolivia, Ecuador, El Salvador; y otros más democráticos como los de Panamá o México. En Ecuador bajaron a la mitad el presupuesto de la educación pública y el salario de maestros y maestras. En Chile y en Colombia los líderes del establecimiento momio proponen bajar salarios, quitar las primas, los auxilios de transporte, «flexibilizar» y reducir los contratos de trabajo a contratos miseria por horas: un viejo deseo del gran capital neoliberal. En México dejaron el presupuesto de la cultura en una cuarta parte: lo bajaron 75%.

Tenemos que prepararnos, conversar, para que este cambio cultural que ha detenido la estupidez del consumo, que trae a las ciudades vacías los animales silvestres, y nos lleva a enfrentar con amor y autocuidado solidarios la muerte y el hambre, perviva, se conserve y no se disuelva en el retorno del delirio de la sociedad de consumo una vez pase la pandemia; necesitamos conversar para que este cambio cultural nos de la fuerza emotiva y la lucidez para derrotar la angurria carroñera, la locura de acumulación que la pandemia ha causado en los súper súper ricos de la sociedad capitalista neoliberal, que ven en el shock masivo de la pandemia otra oportunidad para concentrar más sus riquezas, pauperizar más los salarios, apoderarse de los negocios y mercados medios y pequeños que no puedan sobrevivir al cierre del confinamiento, y controlar de modo autoritario y absoluto -militarista y mediático- el poder. 

El autoritarismo puede ahondar hasta el fascismo. El fascismo europeo nació luego de la gran guerra y de la gripe española, para evitar el ascenso del anarquismo y del comunismo. Hoy crecen el amor, el autocuidado y la conciencia sagrada frente a la naturaleza. Y al tiempo crecen el autoritarismo y la codicia avara de los poderosos. Lo peor y lo más sublime de lo humano están en el día a día de esta mañana de la muerte pandémica, y nos invitan a conversar y a trabajar con imaginación y esperanza para fundar, con lo más humano y amoroso revivido hoy, otro mundo más digno al otro lado de este río de la muerte, y desde ahora mismo que navegamos con las fuerzas del amor en sus aguas inciertas.


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