(Foto de portada: Ismael Francisco).
JORNADA POR EL DÍA DE LA PRENSA
Palabras en el acto de recibimiento del Premio Nacional de periodismo José Martí por la Obra de la Vida.
Estimados compañeras y compañeros:
Ante todo, mi agradecimiento a los integrantes del Jurado del Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la valoración de mi modesta labor en algunos de los medios de prensa del país, también a los compañeros de trabajo, a los operarios en las imprentas y en las cabinas de radio y televisión, colegas, directivos y profesores, que han contribuido con su apoyo, consejos, críticas y orientaciones a mi formación técnica, profesional y laboral. También a mi esposa, hijos y nietos por la comprensión ante mis ausencias, algunas prolongadas, dedicadas a cumplir deberes varios, y a mis amigos, que incondicionalmente me apoyaron siempre para solventar necesidades de todo tipo, especialmente en los varios momentos de salud quebrantada, lo que ha posibilitado que hoy siga de pie, en este lugar, compartiendo con todos ustedes y los antes aludidos, el disfrute de este momento significativo de reconocimiento a mi modesta labor periodística y docente, que el jurado ha matizado con el adjetivo de irreverente, que asumo como rara especie de eufemístico elogio a mi desempeño interpersonal y público en el ejercicio de esta profesión, en la que, ciertamente, intento NO hacer concesiones de principios en los que creo, por mi temprana formación marxista leninista, y asumo como guía de conducta personal, ni tampoco abdicar de ellos ante jerarquías establecidas.
Compañeras y compañeros: en mi cercano 82 cumpleaños, el siete de junio de este año, que espero conmemorar con permiso de la COVID y de mi desagradecido colon, pertinazmente activo gracias a la recurrente magia de los cirujanos Liafat y García, y al personal médico de Matanzas, sigo considerando al periodismo como una de las profesiones más gratificantes, a pesar de los golpes que en su ejercicio te da la vida, glosando al cantor.
Comparto con Alfredo Guevara su afirmación de que el principal deber de un periodista es el de hacer periodismo. Si es un periodista comprometido con las ideas que defiende, su deber, obviamente, es hacer periodismo consecuente con esa actitud, para lo cual la mejor inspiración y guía práctica la tenemos en la propia definición que nuestro Fidel Castro ha hecho del concepto de Revolución, en los acuerdos de nuestro Congreso y en las directivas del Partido.
No intentaré teorizar mucho sobre el ser y el hacer del periodista. Personalmente tengo presente a nuestro inefable José Martí, quien durante 15 años ejerció la profesión en Estados Unidos y recomendó que el periodista debe conocer desde la nube hasta el microbio. Entre los ejemplos que nos legó Martí resalta el de la honestidad de comprometimiento, pues en su trabajo para varias publicaciones de Latinoamérica antepuso siempre la convicción en sus ideas revolucionarias y la ética que esto conllevaba en sus relaciones interpersonales y con empresarios, o que varias veces lo llevó a renunciar a una retribución monetaria si el editor no respetaba sus puntos de vista, o le exigía defender líneas de conducta con las que no concordaba, o le imponía escribir sobre temas triviales.
Hoy, ante la realidad económica inflacionaria que afrontamos todos, a pesar del relativo incremento de salarios y de tarifas de colaboración periodística, que pierden su eficacia cuando los medios aducen carecer de presupuesto, no son pocas las necesidades de sobrevivencia de los periodistas cubanos en activo y en especial de los jubilados, pero sigo considerando que estas realidades no justifican a los que deciden vender sus cuartilla a quienes, más que técnica, exclusividad y actualidad, pagan disidencia y mentiras declaradas en publicaciones de reconocido perfil editorial anticubano.
¿Cómo hacer desde la prensa revolucionaria un mejor periodismo?, me preguntan, y para intentar una respuesta cercana a la realidad contaré una breve experiencia personal, esperando me perdonen este pecado de la primera persona. Cuando a los 60 años de edad, padeciendo de serias dolencias físicas, como si estuviera en mis 30, me exigieron en la Agencia de Información que siguiera rindiendo el periodismo reporteril todoterreno que allí hacía en mi provincia adoptiva, ante la única alternativa de jubilarme, basándome en la experiencia acumulada, solicité que me concedieran una plaza como comentarista, analista o cronista. La respuesta que me dieron me enfrió el alma: En provincias no existen plazas para esas especializaciones. La realidad me obligó a jubilarme… afortunadamente, porque entonces descubrí que incluso para los de mi generación no se acababan las opciones. Invertí mis ahorros en comprar una computadora en el mercado nacional. Decidí adentrarme, aunque fuera elementalmente, en las nuevas tecnologías informáticas. Ya jubilado, propuse mis servicios como analista, comentarista y cronista a otros medios de difusión, incluidas sus ediciones digitales. ¡Maravilla de la fortuna! Entre las favorables respuestas que recibí estaba la de la propia Agencia que me había negado una plaza especializada en provincia. Me contrató para que, desde mi casa, a través del periodismo digital, con auxilio de la televisión, la radio e Internet, atendiera a diversos asuntos de economía global y de interés nacional e internacional. La moraleja para mí fue clara: No hay que rendirse ante incomprensiones burocráticas ni avances tecnológicos. Estudiar, aprender de los mayores y también de los jóvenes, y poner siempre apasionado empeño en hacer trascender lo local, es la fórmula para seguir vivo y activo en esta profesión desde cualquier apartado rincón del país donde se actúe. En fin de cuentas, hoy, desde una computadora y acceso a Internet y desde un celular con datos móviles, quien se lo proponga puede ser eficaz comunicador, lúcido exponente de la realidad cubana y de los sueños que nos siguen animando más allá del tiempo y los obstáculos de cualquier tamaño.
Compañeros: antes recordé que el primer deber de un periodista es hacer periodismo. Me gustaría añadir también que el primer deber de un editor es editar. Y que el primer deber de un director de prensa, jefe de información, o funcionario encargado de una publicación, es hacer que sus periodistas y editores hagan periodismo y editen. El periodismo de la mañana siempre se hizo de madrugada. Los matutinos que se publican en Internet con la excusa de que “al cierre de esta edición se efectuaba…”, se faltan el respeto a ellos mismos y a sus habituales lectores y destinatarios en general.
Los que ejercemos el periodismo desde provincias tenemos la difícil misión de hacer que lo local trascienda a planos nacionales e internacionales. Internet nos brinda esa oportunidad. No existen barreras, y si aparecen hay que luchar hasta eliminarlas. El blog personal puede ser una herramienta esencial en este compromiso, también las redes sociales. Es cierto que demandan mucho tiempo y creatividad para no emborronar espacios con boberías. Esa es nuestra tarea.
Finalmente, les referiré una breve anécdota. En el año 2017, en una actividad nacional de reconocimiento personal, que me dedicaron los compañeros de la UPEC, dije que algún día dispondría del rúter que me habían prometido años atrás para acelerar la comunicación en el ciberespacio. Pero conservaría mi viejo modem en una caja de cristal para que me acompañara al crematorio el día que me tocara. Cinco años después les informo que ya cuento con ese maravilloso instrumento que me facilita seguir activo en varios medios de prensa, y continúo sin solicitar turno en el crematorio, lo que espero prolongar en el tiempo, sin fecha de partida… Les reitero mi agradecimiento por la atención que me han dispensado. Muchas gracias.
Deje un comentario