En el aniversario 125 de su caída en combate: El General Antonio, un pensador visto a través de sus cartas


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Rectificaciones a la obra de Armando Menocal “La muerte de Maceo”
José Manuel Mesías
Óleo sobre tela
278 x 425 cm

Gran honor el de los cubanos. Varios de los más ilustres hacedores de su independencia fueron además figuras de profunda raigambre cultural, literatos, pensadores. El primero que nos viene a la memoria es José Martí, merecidamente universal y genial. Pero en ese selecto catauro de cultivadores ocasionales de las letras y el pensamiento están, con perfiles dorados, Carlos Manuel de Céspedes en su condición de poeta, Máximo Gómez en la de narrador, Serafín Sánchez igualmente en la de narrador, y Antonio Maceo, quien en ocasiones se no escapa, como pensador político. Se suman los numerosos mambises de a caballo y machete que en sus diarios de campaña dejaron una impronta indeleble en la literatura testimonial y de campaña, tan útil para la reconstrucción de la historia patria.

Lo escribe Martí en el periódico Patria, el 6 de octubre de 1893: “Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”. Y más adelante agrega: “Le son naturales el vigor y la grandeza”.

Ahora entreguemos la palabra al General Antonio para que nos desgrane una muestra de su pensamiento político y revolucionario, ejemplo de la solidez de su credo y lucidez intelectual.

Desde Honduras, en carta del 6 de junio de 1884 escribe a su amigo Anselmo Suárez:

Cuando Cuba sea independiente solicitaré del Gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava a esa porción de América; pero si no coronare mis fines entregaré el sable pidiendo a mis compañeros hagan lo mismo.

También desde Honduras, ahora con fecha 13 de junio de 1884 y en carta a José Dolores Poyo, director del periódico El Yara, de Cayo Hueso, Maceo escribe:

La dominación española fue mengua y baldón para el mundo que la sufrió; pero para nosotros es vergüenza que nos deshonra. Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente: queremos independencia y libertad.

Esta vez, en carta del 14 de julio de 1896 dirigida al coronel Federico Pérez Carbó, le expresa:

De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y seria indigno  que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos: mejor es subir o caer sin ayuda, que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.

He aquí un cuarto ejemplo, pura poesía, o poesía pura, según prefiera, en carta de despedida a la esposa María Cabrales, de marzo de 1895:

En tu camino como en el mío, lleno de abrojos y espinas, se presentarán dificultades que solo tu virtud podrá vencer.

Y al final estampa esta colosal sentencia:

La primera vez luchamos juntos por la libertad; ahora es preciso que luche solo haciendo por los dos. Si venzo, la gloria será para ti.

Recordemos este aniversario 125 de la caída heroica en combate del Lugarteniente General con esta muestra de su ideario. Y detengámonos en su correspondencia, donde hallaremos muchos otros ejemplos de la fuerza de su pensamiento patriótico y lírico, siempre luminoso.


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