¿Cuánto le aporta la plástica a tu universo audiovisual?
La plástica es uno de los puntos de partida en mi carrera. También hice danza durante varios años de mi niñez y teatro. Pero la plástica fue el punto detonante para tomarme el arte un poco más en serio, un poco más cercano al mundo profesional. En San Alejandro, aunque la dinámica se acerca mucho a darle la libertad de creación al alumno, por primera vez descubrí la sistematicidad del arte y el rigor ante todo. Nunca soporte la soledad del lienzo y la galería. Aunque después lo explorara desde el papel en blanco para el guion, el fenómeno de la galería fue muy contrastante conmigo mismo. Soy más de compartir mi obra en mayor medida. Me gusta mucho la socialización del hecho. La galería de arte se me ajustaba al fenómeno efímero de ver a los amigos, explorar las reacciones por breves momentos, una que otra crítica y alegría, pero de alguna forma la vivencia moría rápido para mí. Ni hablar del contar la historia de manera fragmentada. Creo que ahí radico la mayor enseñanza de la plástica, el hecho de contar historias. En la plástica debía sintetizar de tal manera y contar historias de manera muy dilatada entre una obra y la otra, y eso me ayudo a aprender a contar historias utilizando momentos claves o aprendiendo a sintetizar al máximo. Y por supuesto toda la sapiencia que dejaron mis maestros de perspectiva, de letra grafía, de historia del arte, de dibujo y pintura sobre composición, teoría del color, ritmo interno del cuadro, indiscutiblemente son elementos que inconscientemente están ayudando a mi obra audiovisual.
Eres de los videastas que ya conoció el cine ¿Qué valor tiene la imagen para Leandro de la Rosa? ¿Y cómo se siente moviéndose tanto para la pantalla grande como para la televisión?
A mí me sucedió al revés que a muchos realizadores en Cuba. Mis procesos han sido un poco atípicos. Yo inicie en el cine en el año 2009 con mi participación en la 10ma Muestra de Nuevos Realizadores, aún estaba en el Servicio Militar. Allí conocí a Fernando Pérez, que en ese momento dirigía el evento y desde entonces se creó una relación de padre- hijo muy bonita y fue un impulso para creer que lo que estaba haciendo valía la pena. Y mi tesis de graduación del ISA fue el punto de partida para entender la importancia de la puesta en escena, más allá de la imagen. Esa obra llamada Patria blanca, (fic. 2015) me enseño la importancia del movimiento de cámara, el ritmo interno en la escena, de la edición. Entendí que por muy bueno que sea el actor que tengo delante, o muy bien que entendamos la escena ambos, si la puesta en cámara y la atmosfera sonora no la acompaña, la escena cae en picada. Nuevamente me sucedió al revés que muchos, explore antes el trabajo con el actor y maltrate la puesta en cámara en esas primeras obras, y mi trabajo posterior ha sido entender la imagen y el sonido para apoyar ese camino ya avanzado con el actor, así como el trabajo desde el guion. Todo debe ir en un mismo rumbo. Y desde mi primer video clip ha sido un ejercicio que no he abandonado y he ido entendiendo. La puesta en escena es un reto, un todo, que uno como director debe conocer y guiar. Y es el mayor trabajo, saber guiar a todas las especialidades hacia un mismo camino. Uno escucha y ve, no solo ve.
¿Cómo llegas al video clip?, y ¿Cuánto ha representado el Proyecto Lucas en tu desarrollo?
Llego al video clip casi de casualidad. Mi tesis de graduación “Patria blanca”, tuvo una maravillosa música original compuesta por el maestro Guido López Gavilán. Y Guido tiene un caprichoso y maravilloso estilo de composición donde los intérpretes deben ser virtuosos en sus instrumentos para poder interpretar la obra. Me sucedió entonces que ningún guitarrista contemporáneo a mí en el ISA quería asumir el reto, porque andaban inmersos en sus tesis o simplemente por lo riguroso de la obra. Y vino a verme un tresero llamado Ángel Lorenzo, nos conocíamos de los pasillos del ISA, y me comento que él lo iba a hacer. Al principio tuve mi recelo, pero enseguida me di cuenta de su interés, de su estudio con la obra, y eso valía millones para mí. Pues…grabamos la obra, como si fuese guitarrista de toda la vida. Un reto doble para él, ya que se enfrentaba a un instrumento diferente al tres. Yo no tenía pago para tal hazaña y su talento. Más que algo simbólico. Y reto se paga con reto, así que le dije que le haría un video clip al dúo Pulso abierto, que él llevaba junto a Carla Mesa. Tal fue mi impulso, que ganamos el Premio Lucas a Opera Prima y me prometí hacer un clip por año a artistas que me interesaran mucho su obra. Ya yo venía con un camino más o menos labrado en el cine, pero desde entonces no he podido salirme del mundo del clip y mucho menos cumplir mi promesa de un solo artista por año. Me encanto el género, como ejercicio ha sido invaluable, como resultado, como búsqueda, como obra. He conocido artistas increíbles, he aprendido a rodar con un ritmo trepidante, buscar soluciones en un instante en el propio rodaje y me ha ayudado a estar tan cómodo filmando que me permite concentrarme en las especialidades, en los actores y olvidarme de los problemas de un rodaje. Filmo bien tranquilo, porque con los años voy aprendiendo que todo tiene solución, lo único que no se puede despreocupar es la obra en sí. Yo estuve en los Premios Lucas hace 21 años, siendo un niño, fui con la Colmenita, compañía de la cual fui orgullosamente integrante en esos tiempos. Fui a saltar en el bulto, nunca fui de los más talentosos en el escenario, pero me divertía de mala manera. Y si de algo me sirvió esa visita a actuar-divertirme, fue de reconocer un espacio donde había artistas extremadamente interesantes para mí, donde había una sana competencia y reconocí un espacio que admiraba por su estética y por su significado. Y soñé estar relacionado a él, de alguna manera, lógicamente en esa época nunca imagine ser director, mucho menos recibir algún premio en el espacio. Con el simple hecho de participar del evento para mí siempre fue suficiente. Creo que ese día hace 21 años, de manera inconsciente, dejo una marca para las aspiraciones cumplidas hoy, y las que faltan aún.
La edición de Lucas 2024, puede significar un antes y un después como director, en tanto te alzas entre otros lauros con el de esta categoría. ¿Qué podrá pasar con el Leandro del ciclo 2025, y qué nuevos retos te imponen este otorgamiento?
Claro que es un antes y un después. El premio a mi especialidad me propone un reto mayor, y es el de mantener la ilusión siempre. Siempre he pensado que somos plancton en un gran océano, el día que uno se siente que lo ha hecho todo, o que las personas te están mirando por debajo de tus hombros, estás perdido. Esta batalla es una batalla con uno mismo, por hacerlo mejor cada día. No por un premio, ni por presumir niveles profesionales. Los premios van y vienen, lo comprobé en mis primeros años de carrera, en la propia Muestra Joven, el primer año que participe fui la absoluta revelación de cineasta joven que prometía un camino extremadamente interesante, exploratorio, sin embargo al año próximo fui un absoluto fantasma, mis obras pasaron como un viento tibio que nadie quería mirar. Y eso me comprobó que la batalla va con uno mismo, por crecer siempre, por muchos premios que uno logre, siempre vas a ser un aprendiz.
Muchos de los videos recientemente dirigidos por ti han sido auspiciados por el Ministerio de Cultura, ¿cuánto te exige asumir un trabajo por encargo y más desde lo institucional?
De alguna forma los videos clips entran dentro del concepto encargo, algunos más nobles, algunos más directos. Llevo varios años trabajando por el artista, si me interesa lo hago. En dependencia del género, de su trayectoria, de la libertad que me puede ofrecer. Yo siempre agradezco el hecho de que piensen en mí para entregar su música en mis manos, es una responsabilidad inmensa. En el caso de las obras por encargo con perfil institucional, siempre he intentado vestirlas de mí. No me gusta lo evidente, lo directo, lo puramente político, publicitario o gratuito. Me gusta que las obras digan algo siempre mas allá, siendo a veces para campañas directas con temas muy claros, me he comprobado a mí mismo, que desde los símbolos más universales se pueden hablar de manera efectiva sobre un tema puntual y le aportas una frescura y a veces una lectura más profunda y el público logra entender y digerir mejor los temas, los acepta de forma muy agradecida. Y de alguna forma disfruto el reto de transformar una idea puntual directa, una premisa en una idea visual, transformar un hecho en un sentimiento.
¿Qué audiovisual añorarías hacer en este momento de tu carrera?
Me encantaría descubrir algo diferente a lo que he hecho anteriormente. He trabajado muchísimo los géneros de la trova, música clásica, del jazz, el pop rock, la balada, la canción, he hecho clips de temática infantil también. Pero me encantaría hacer algún clip de Rock, Electrónica, Música Popular Bailable, Hip Hop. Seria para mí un nuevo reto y lo disfrutaría al máximo. Por supuesto, sin perder de vista que los géneros donde me he movido en estos últimos años siguen encantándome. En el ámbito del cine estoy entrando en la fase de post producción de mi cortometraje “Pupa”, un cortometraje de ficción del genero de horror, en el cual llevo inmerso ya casi 3 o 4 años y seria el precedente para mi primer largometraje “Los invidentes”. Mi añoranza permanente es el próximo proyecto que vendrá, sea cual sea, siempre me quitara el sueño, siempre despertara la ilusión de errar lo menos posible o al menos sentirme feliz con lo que hago, siempre será un desafío. Espero seguir contando con la confianza de los músicos, las instituciones, mi equipo. Soy el indiscutible símbolo del agradecimiento a la vida, a poder hacer lo que me gusta, a la fidelidad de mi equipo, al inquieto pensamiento de alguien que le vino mi nombre a su mente para asumir un reto. Les doy gracias siempre por pensar que puedo estar a la altura. Gracias
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