Hace 50 años hubo un dios maldito, o al menos un hombre, que rompieron por su Conducta… Pintor, poeta peregrino que le daba la mano lo mismo a Sergio, a Serguei, a los enfermos de pata negra, a la gente de Baracoa; que “conmovía a los sencillos”. Nunca fue un innombrable pero su nombre se decía entre susurros.
No parece casualidad entonces que Ernesto Daranas sea el último que intenta salvar la obra de Nicolás Guillén Landrián. Cuando Nicolasito filmaba Los del baile, el director habanero aprendía a caminar. Con Landrián, el documental que estrenó este sábado 3 de diciembre en el cine Yara y los 4 filmes restaurados por su equipo y la empresa española Aracne, se adentra en la arqueología visual. Vuelve la interrogación, la mirada reflexiva, vuelve Nicolás al baile de la mano de Daranas, de la mano de Gretel Alfonso y Livio Delgado, de la mano de Landrián.
“Podría fijarse en el año 2000 la fecha de su resurrección en Cuba, con la exhibición de Ociel del Toa y Coffea Arábiga en la primera Muestra Nacional del Audiovisual Joven, aunque es en la Segunda Muestra de Nuevos Realizadores que se prepararía el ciclo que permitió apreciar buena parte de su obra, incluyendo el estreno de Los del baile (1965), Reportaje (1966), o Desde La Habana, 1969, ¡Recordar!” (1970).
¿Este proceso de rescate y restauración de la obra de Landrián, la realización del documental y la exhibición en el Festival de cine de La Habana (junto a un panel), que usted ha liderado, viene a cerrar el ciclo abierto en el año 2000 y abrir otro sobre la obra y la figura de Landrián para el público y las instituciones culturales cubanas?
En realidad, se trata de un ciclo básicamente personal. “Ociel del Toa” era el documental de retén en el cine de barrio de mi infancia. En aquellos años, las salas de cine programaban tandas, y en el antiguo cine Habana de la Plaza Vieja cada vez que fallaba un noticiero o algún otro material repetían “Ociel del Toa” o “Vaqueros del Cauto” (Oscar Valdés). No sé cuántas veces vi esos dos documentales. “Ociel…” en particular era entrañable para mí, porque mis padres habían sido maestros de montaña y ese mundo que Landrián revela en su película era el mismo que yo había conocido durante mis primeros 5 años de vida.
Medio siglo después, en una visita de trabajo al Archivo, supe que “Ociel del Toa” corría riesgo de perderse a causa del deterioro. Eso fue lo que realmente me movió a buscar las ayudas necesarias para restaurar digitalmente las películas de Landrián. Nos ha tomado casi tres años, pero hemos tenido la fortuna de contar con el apoyo de mucha gente: El ICAIC, Trigon Films, Altahabana Films, Aracne Digital, Fila 20 Films, PAXy, la EICTV, Cifarra Films y los trabajadores del Archivo del ICAIC.
¿Si pensamos en Landrián como alguien con “demonios” y demonizados durante décadas, ve el trabajo que usted está realizando como una especie de exorcismo? ¿Una revancha? ¿O la última ironía del propio Landrián?
Nada que hagamos ahora puede restaurar la censura que sufrió la obra de Nicolás Guillén Landrián y mucho menos el ostracismo al que fue sometida su figura. No creo que para esas injusticias exista reparación posible. Lo que sí es posible es devolver su obra al lugar que merece y esa es una tarea que comenzaron, hace ya más de 20 años, esos eventos que tú has mencionado.
Cineastas y críticos como Manuel Zayas, Dean Luís Reyes, Juan Antonio García Borrero y Jorge Luís Sánchez tuvieron mucho que ver con ese rescate que ha dejado una importante marca en nuestro mejor cine de los últimos tiempos. Luego, estudiosos como Julio Ramos, Dylon Robbins, Odette Casamayor, Raydel Araoz, Luciano Castillo, Jessica Gordon, Olga García Yero y Alejandro Ríos, entre otros, han realizado un importante grupo de aproximaciones a la obra de Landrián, a quien hay que agradecerle entonces no solamente su legado fílmico, sino el hecho de haberse convertido en uno de los pilares fundamentales del pensamiento crítico sobre el cine cubano del siglo XXI.
Usted ha comentado que la idea del documental surgió a partir del mismo proceso de restauración. ¿Será entonces en algún punto una especie de relatoría de todo este proceso de rescate que usted ha liderado? ¿Piensa en el documental y la restauración como parte de un todo?
Es cierto que yo no pensaba filmar un documental, entre otras razones porque ya hay excelentes documentales sobre la vida y obra de Nicolás Guillén Landrián, pero vino la pandemia y me encontré con el tiempo necesario para recrear al menos parte de todo el proceso de búsqueda y restauración que estábamos siguiendo. También me pareció interesante compartir las experiencias que vivimos junto a Grettel Alfonso, la viuda de Landrián, y con Livio Delgado, el fotógrafo de cinco de sus documentales. Pocas personas conocieron a Landrián de una manera tan íntima y directa como ellos. De eso va básicamente nuestra película y he contado para hacerla con el apoyo inestimable de un equipo de trabajo compuesto por: Pedro Suárez, Esther Masero, Ángel Alderete, Ariagna Abreu, Jorge Miguel Quevedo, Gustavo Caraballoso, Osmany Olivare, Ania Molina, Velia Díaz de Villalvilla, Luis Tejera, Roberto González y mis hijos Laura y Juan Pablo.
En anteriores entrevistas usted declaró que muchas de las obras de Landrián se encontraban en proceso avanzado de deterioro, y otras no se encontraban… Hasta el momento se podrán exhibir restaurados En un barrio viejo, Los del baile, Ociel del Toa, Coffea Arábiga e Inside Dowtown: ¿A qué responde esta selección inicial?
No es exactamente una selección. Lo que ocurre es que los documentales que hemos hallado en los Archivos del ICAIC están en diversos soportes fílmicos (positivos, negativos, copias de uso, etc.) A eso hay que sumar que presentan diferentes niveles de deterioro. Son estas condicionantes técnicas las que determinan la manera y el orden en que se ha ido estructurado el trabajo de restauración.
En el caso específico de “Inside Dowtown” (2001), la promotora de su restauración ha sido la catedrática de la Universidad de Edimburgo Jessica Gordon. Y es muy importante que este documental sea parte de la muestra que se podrá ver en el Festival porque se trata de la única obra de Landrián filmada en soporte digital, a color, rodada fuera de Cuba y con la codirección de otro realizador (Jorge Egusquiza).
-¿Qué otros títulos han sido salvados y están en proceso de restauración?
“Puerto arenero” (1962), una obra que se creía perdida; “Un festival” (1963); “Reportaje” (1966); “Taller Claudio A. Camejo” (1971), “Un reportaje sobre el Puerto Pesquero” (1972) y “Para construir una casa” (1972).
¿Cuáles están hasta la fecha perdidos?
Hace ya 20 años el cineasta cubano Manuel Zayas logró hacer copias en video de los 12 documentales de Landrián que se conservaban en aquel momento en el Archivo. Esa recopilación sigue teniendo una gran importancia porque ahora no logramos encontrar títulos tan significativos como “Retornar a Baracoa” (1966); “Desde La Habana ¡1969! Recordar” (1970) y “Nosotros en el Cuyaguateje” (1972).
Y aquí no puedo dejar de mencionar que los trabajadores del Archivo Cecilia Alpízar, José Piña y Mario Fraga realizaron una búsqueda realmente exhaustiva. Lo que pasa es que el mal estado de muchas de las obras conservadas en celuloide, sumado a las limitaciones técnicas para identificarlas, hacen imposible precisar si los documentales de Landrián que no hemos hallado son películas realmente perdidas, o si se trata de obras imposibles de identificar a causa de esas carencias tecnológicas que actualmente hay en el Archivo.
¿Cuánto del patrimonio fílmico cubano puede estar en riesgo entonces?
Una parte muy significativa. Lo que se ha estado restaurando en los últimos años es solo una pequeña fracción de la gran cantidad de material que se ha ido perdiendo a causa del deterioro. Es cierto que la preservación y la restauración cinematográfica son procesos costosos, pero la responsabilidad frente a la memoria fílmica de la nación es un compromiso inexcusable. En los últimos años se han dado algunos pasos para revertir esa situación, pero siguen siendo insuficientes.
Escribió Dean Luis Reyes que Landrián era “(…) Alguien que había visto desde temprano la complejidad de las relaciones materiales que se establecen entre los hombres y su contexto, que no creía en los acabamientos de las contradicciones, pues de ellas se alimentaba la vida”. ¿Además de estas claves que expone el crítico, por qué considera que la suma de la obra de Landrián sigue regenerándose y abriéndose a nuevas lecturas y públicos?
La contradicción, el escepticismo, la ironía, la locura y el cuestionamiento eran rasgos de la propia personalidad de Landrián que, de manera inevitable, afloraban en su obra. Lo apasionante es que, al mismo tiempo, nos ofreció una de las miradas más respetuosas sobre el cubano de a pie, sobre el problema racial y la espiritualidad de este país. Landrián no nos subestimó nunca, no simplificó jamás la esencia de lo que fuimos y lo contrapuso, con audacia artística y política, al vértigo de un proceso histórico que nos transformaba y deformaba sin que tuviéramos plena conciencia de eso. La suya no fue nunca la mirada de un reproductor de la realidad; su mirada era la de un cuestionador, la de un intérprete, la de un poeta, y a veces, la de un médium capaz de intuir lo que vendría. Enrique Pineda Barnet me comentó en una entrevista: “Estábamos en medio de una estampida hacia el futuro, y el que se para a rascarse la cabeza en medio de una estampida lo aplastan sin remedio. Nicolasito era el tipo que no podía dejar de rascarse la cabeza y pararse a cuestionárselo todo”. Lo demoledor a estas alturas es constatar la vigencia de esas dudas de Landrián, la importancia de rascarse la cabeza y de que el artista asuma su rol a cualquier precio. Esa es una de las razones por las que su obra sigue siendo un referente.
Luego de tantos artículos, ensayos, rumores, testimonios y dos documentales sobre NGL, ¿a quién veremos en los 5 documentales restaurados?
¿A quién veremos en su documental? ¿Quién es para Ernesto Daranas, Nicolás Guillen Landrián?
A estas alturas es alguien que siento muy próximo. Un tipo alegre y contradictorio. Un jodedor. Un loco muy cuerdo. Un artista capaz de atravesarnos con su mirada. Una fuerza espiritual y un cineasta de culto. La paradoja está en que alguien sobre quien se ha escrito y filmado tanto, sigue siendo un gran desconocido para el público cubano. Espero entonces que todo lo que se ha hecho y se sigue haciendo por la obra de Landrián logre cambiar eso en algún momento. A pesar de todo lo que se ha teorizado sobre él, Landrián no es un cineasta críptico y mucho menos de minorías. Su obra conecta de una manera muy especial con la espiritualidad de este país y eso es algo que cualquier cubano podrá reconocer en los documentales que serán reestrenados en el Festival. Creo firmemente que hoy más nunca son necesarias esas películas. Les recomiendo entonces que no dejen de verlas.
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