Es tiempo de JoJazz 2019


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Espero con ansias cada noviembre, para tener acá en La Habana el JoJazz, la acostumbrada fiesta de los jóvenes jazzistas del país. En mi modesta opinión, uno de los mejores eventos que se desarrolla en Cuba, por la autenticidad y sinceridad de los que llegan con ganas de mostrar su talento, de conocer, de intercambiar, y sobretodo, sentir que la música es lo único importante durante esas horas.

A diferencia de otros años, donde la sede de la fase de concurso ha sido el cine Avenida; en esta ocasión, el certamen se trasladó acertadamente a la sala Tito Junco del complejo cultural Bertolt Brecht. Esta instalación, donde habitualmente se presentan obras de teatro y conciertos de pequeño formato, cuenta con una acústica más apropiada para la escucha de las obras, una mejor disposición para el disfrute de las presentaciones por parte del público asistente, así como mayores condiciones para darle un toque de espectáculo al concurso, a partir de las luces disponibles para iluminar la escena.

Una ventaja adicional es la cercanía del centro cultural Bertolt Brecht y el teatro Mella, sede de las actividades colaterales del JoJazz. En los jardines del teatro, se desarrollaron dos excelentes jam sessions en los días del concurso del JoJazz (protagonizadas el primer día por el pianista Alejandro Meroño y en la segunda fecha por el baterista Oliver Valdés); a los que asistieron varios de los concursantes, como medio de relajación luego del esfuerzo realizado en la competencia.

 

Como se ha hecho costumbre en el certamen, algunos premiados con trayectoria reconocida, junto a figuras de vasta experiencia, son los encargados de evaluar todas las propuestas. En esta ocasión, correspondió esta función al baterista Enrique Plá, el bajista José Hermida, el violinista William Roblejo, los saxofonistas Carlos Miyares, Michel Herrera, Janio Abreu y Emir Santa Cruz, los pianistas Alejandro Falcón y Alejandro Meroño, el bajista Alain Pérez, la cantante Yanet Valdés y el trombonista Yoandry Argudín; por solo citar a unos pocos.

Ante la atenta mirada y escucha de este exigente jurado, se desarrollaron los dos días de competencia, el pasado 22 y 23 de noviembre de 2019.

Durante la primera jornada, se efectuó el concurso de interpretación, en su primera parte dedicado al quehacer de los solistas menores (aquellos comprendidos entre los 16 y 20 años) y posteriormente para los solistas mayores (comprendidos entre los 21 y 35 años).

Definitivamente, los de las categorías menores se llevaron las palmas de la jornada, con varias propuestas de mucho interés, que lograron obtener el beneplácito del jurado. Los mayores no corrieron con la misma suerte, incluyendo el histriónico performance del violinista trinitario Daniel Darille Andreus Darron, único foráneo en el certamen.

Aunque cada concursante competía como solistas, en realidad es un trabajo en colectivo; pues requieren de otros músicos para poder mostrar sus habilidades como intérpretes. Para ello es necesario realizar un proceso riguroso de estudio, montaje y ensayo de las obras. Todo esto, constituye una gran responsabilidad para los acompañantes, pues a partir de la calidad de la ejecución del conjunto, resaltará o se perderá completamente, el quehacer del concursante.

Los formatos para poder mostrar las obras fueron muy variados, desde una combinación de tres y guitarra eléctrica con que se presentó la tresera capitalina Olivia Soler Espinosa; hasta un acompañamiento mayor, como el escogido por la vocalista camagüeyana Laura Rodríguez Echemendía, al presentarse junto a la Orquesta de Cuerdas del Conservatorio de Camagüey.

El segundo día de competencia fue dedicado en su jornada matutina a los compositores. Aunque el jurado, gracias a su experiencia, podía evaluar muchos elementos de cada composición; la calidad de la ejecución de las obras es un elemento fundamental en el resultado; lo cual finalmente se reflejó en las calificaciones.

Es interesante resaltar el espíritu solidario de varios de estos jóvenes, quienes, aun compitiendo en la misma categoría; fueron capaces de aportar su energía como ejecutantes en obras de otros concursantes.

Aunque en general varias de las propuestas emplearon formatos bastante parecidos o con elementos tradicionales dentro del jazz, resaltó la propuesta minimalista del pianista Abel González Lescay para su pieza Distancias y luego el formato de voz, piano y bajo eléctrico para ejecutar su obra Toti Toté. También fue interesante la inclusión de la vocalista Litzabel Garraway Fernández para el tema Luces, del pianista holguinero Carlos Vega. Igualmente destacó, el trabajo vocal de la pianista Carolina Baños Gómez, junto a un formato que incluía 2 flautas para su obra Suspensión.

 

 

La segunda parte del programa (ya en su sesión vespertina de competencias) estuvo dedicado al concurso de agrupaciones de pequeño formato y posteriormente al concurso de agrupaciones de gran formato. Varios de los jóvenes que compitieron en las categorías anteriores, se erigieron como miembros de las agrupaciones de pequeño y/o gran formato; aunque sin mayor protagonismo en muchos de los casos. De igual forma, algunos de los miembros de las agrupaciones de pequeño formato, luego se incluyeron en la nómina de las de gran formato.

Ante la cantidad de propuestas y el apretado calendario de la jornada, el jurado decidió solicitar directamente a cada agrupación cuál o cuáles piezas debían interpretar, a partir de las obras con que se registraron en el concurso. Aunque fue una solución creada en el momento, me parece que debe mantenerse para siguientes ediciones; pues esto obliga a los concursantes a elevar el nivel de las obras que seleccionan, así como trabajar más en la interpretación de las mismas, buscando obtener la atención del jurado desde el inicio y ganar la posibilidad de ejecutar una segunda o tercera obra para ser valorados completamente.

Sin lugar a dudas y sin demeritar el trabajo de algunas agrupaciones de pequeño formato (donde entre otras obras es necesario destacar la interpretación del Cuarteto de Saxofones de Santiago de Cuba, de la pieza Manteca (creada por Chano Pozo y Dizzie Gillespie); la rivalidad entre las agrupaciones de gran formato, fue el plato fuerte de la tarde. En ese apartado, a mi entender, destacaron las propuestas de las agrupaciones jazz band de Holguín y Santiago de Cuba, y en particular, la ejecución del danzón Almendra (de Abelardo Valdés), por parte del colectivo holguinero.

El autor más seleccionado por los participantes de ambos días de concurso, fue el cubano Chucho Valdés, de quien se escucharon las piezas Claudia, Las Margaritas y Zanaith. Adicionalmente los contendientes interpretaron conocidos estándares de jazz, tales como Mambo Inn (de Mario Bauzá, René Hernández y Bobby Woodlen), Equinox (de John Coltrane), Actual proof (de Herbie Hancock), Spain (de Chick Corea), Solar (de Miles Davis) y Take five (de Paul Desmond). También se recrearon otras piezas cubanas, entre las que destacan El Manisero (de Moisés Simons) y Siboney (de Ernesto Lecuona).

Ante la avalancha de música y jóvenes artistas entrando y saliendo de escena; a partir de los requerimientos concebidos para el arreglo de cada obra, para no perder detalles, el jurado hubo de sostener deliberaciones al final de cada día. Las conclusiones a las que llegaron, mantuvieron a todos en vilo hasta la ceremonia de premiación, pactada para el domingo 24 de noviembre de 2019.


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