Uno de los vertebrales presupuestos de la teoría del teatro siempre ha estado en la condición efímera de la puesta en escena, “autodestructora”, “escrita en el agua” de acuerdo al maestro Peter Brook.
Todo espectáculo escénico tendrá la especificidad que conlleva su recepción, en tanto sucede en una relación espacio-tiempo en vivo y en directo, sin mediación alguna, donde la poiesis se sostiene en el pacto de transitoriedad de la puesta en escena entre productor y espectador.
Desde el período ritual, ceremonioso de los inicios el teatro no ha estado exento de gozosas contaminaciones y diálogos interactivos con ideas y procederes de otros campos.
El teatro como agente de la progresión ideo-estética de la cultura es un acto comunicativo que se constituye en medio.
El incremento de las nuevas tecnologías aplicadas a las artes escénicas produce un desplazamiento conceptual y las adentra en cambios metamorfósicos.
El término “mediamorforsis”, concebido por el teórico Roger Fidler, es pertinente para pensarlas transformaciones que tienen lugar en el teatro contemporáneo a consecuencia de las nuevas tecnologías.
Según Fidler los medios no son fenómenos espontáneos ni autónomos, son una resultante de la evolución tecnológica y aparecen gradualmente por la metamorfosis de medios anteriores. Cuando emergen nuevas formas de medios de comunicación las antiguas no mueren sino que continúan evolucionando y adaptándose (Fidler).
Entre el teatro y la pantalla existe una osmosis de códigos y discursos que define un paradigma transmedial donde se funden narrativas con estrategias comunicacionales desde una dimensión técnico-mediática.
La pantalla y el teatro comparten criterios expresivos sin perder sus particularidades. No deja de ser un intercambio complejo de naturalezas expresivas que nada tienen que ver ni con la traslación ni la transposición ni con lo que podría verse como una traducción del teatro a la pantalla o viceversa lo que sería un esquema muy reductor para afrontar el fenómeno.
Entre pantalla y teatro cada vez las fronteras se ven disueltas sin que podamos hablar de contaminaciones irreductibles.
Patrice Pavis considera que la intermedialidad es una “integración de conceptos estéticos de los distintos medios de comunicación en un nuevo contexto”. Siendo así, la pantalla, al poner al teatro en un contexto escénico de dimensiones sensibles y sensuales singulares, interviene en la recepción pues la enunciación del discurso adquiere códigos del audiovisual que actúan en la experiencia estética desde lo semiótico y lo performativo.
El desarrollo tecnológico ha propiciado un cambio sustancial respecto de la tecnología digital para las reflexiones de la teatralidad como constructo sociocultural. Hoy la mixtura de lo teatral tiene una “estructura estructurante” (Bourdieu) que reformula el vigor de la imagen y la particular dramaturgia propia de la cibercultura. Imagen de sensibles y poderosas cualidades que intervienen en la interacción productor-receptor, en la acción procesual de la creación y recepción escénicas.
La digitalización implica la transformación en las formas de asumir ideas y significados para la creación escénica, donde primará una imagen con multiplicidad de significantes que tendrá la condición irrevocable de mostrarse únicamente en una pantalla.
En la actualidad, los directores de puestas pueden no solo proceder como tal, sino que intervienen en el diseño de la experiencia digital en que se va a convertir su propuesta escénica.
El Festival de Teatro de La Habana 2021 será un festival de teatro apantallado. Las cualidades de lo teatral de los colectivos será tributaria a la forma en que hayan sido capaces de apropiarse de las tecnologías digitales y hacer de ellas un agente metamorfósico para transformar el escenario, el diseño de luces, la escenografía, las actuaciones, la corporalidad en procederes digitales en el único espacio de la pantalla.
La digitalización ha transformado las propiedades de la imagen. Al poder dividirse las imágenes en pixeles tendremos un horizonte semiótico con diversos significantes que podrá dar lugar a toda una gama de significados. Existe la posibilidad de hacer diferentes versiones de una misma imagen variando el tamaño, el color, perspectiva, etc.
En el desarrollo del teatro hemos visto que este ha incorporado sistemas significantes cónsonos con el desarrollo tecnológico; eso sí, como meras propuestas de expansión de la teatralidad.
Pero llegado este momento, la inserción de lo digital no está limitada a ser atrezzo sino que se convierte en un componente de la dramaturgia desde la imagen.
El poderío y desafío de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación al redefinir la sensualidad y sensibilidad del espectador y del productor hace que las artes escénicas emerjan tras la consecuente inmersión en el universo digital y queden así determinadas desde una posición tecno-estética.
Esta vez, en el Festival de Teatro de La Habana 2021, no se disfrutará desde sus centros de irradiación históricos. No tendrá lugar la sustanciación del hecho teatral de la manera que comúnmente la concebimos a través de la sala.
Adquirirá otro agenciamiento la poiesis, la expectación y el convivio como definitoria trilogía del acontecimiento teatral hacen que suceda una puesta no como simple suceso sino como dinámico evento creativo (Dubatti).
El uso de las nuevas tecnologías no sitúa al teatro en una liminalidad reductora. La puesta en escena no se convierte en un “rito de paso”, sino que adquiere una resonancia de sensibles razones.
Al tener lugar el apantallamiento de la recepción teatral, como espectadores participaremos en la hibridación de la percepción del audiovisual y nuestra convencional mirada hacia al teatro mediado.
El teatro mediado por el mágico dígito binario o el 0 o el 1: cuerpo o imagen; espectador o cibernauta; ciberespacio o escena; orgánico o inorgánico; tangible o intangible; realidad o avatar.
Teatro digital, teatro apantallado, teatro audiovisualizado, teatro fílmico, etc. Lo que transversalizará al Festival será la digitalización, la posibilidad binaria de la imprevisible relación matemática y tecnología.
¿En el montaje escénico para ser visto en una pantalla qué lenguajes son los de mayores significados? ¿Cómo es percibida la dramaturgia de la imagen con relación a la enunciación dramático-información y auditivo-gestual? ¿De qué manera este tipo de recepción teatral viabiliza el proceso emocional catártico?
Las tecnologías de la información y la comunicación han creado un público con exigencias perceptuales punzantes. El diálogo con este público debe suceder desde una autonomía expresiva, pragmático-receptiva, ideológica y estética que exige una transformación constante, sin tipificaciones estables en el orden comunicacional.
No es posible cuestionar el teatro como forma de comunicación. Es preciso considerar al teatro desde su constitución genética donde se halla el audiovisual.
Ahora bien, como forma de comunicación espectacular, ha tenido la posibilidad de incorporar herramientas digitales que al aplicarse al espacio escénico dan lugar a un acontecimiento teatral mediado por la inevitable influencia de las tecnologías de la imagen.
¿El hipnotismo y la fascinación de la pantalla en sus tantas manifestaciones alcanzará al teatro apantallado: teatro en televisión, teatro filmado, teatro en las redes, videos de puestas en escena, cine teatralizado?
En este Festival de Teatro de La Habana 2021 que está por iniciarse, en octubre próximo, no es prudente caer en posiciones panatallofóbicas o pantallofílicas.
El valor de un festival como el que tendremos no estará solo centrado en el currículo de los colectivos teatrales asistentes, esta vez la curaduría o el comité organizador debió haber tenido muy en cuenta el soporte técnico en que se mostrará el trabajo de los grupos asistentes y la expresión tecnoestética de la forma audiovisual empleada para la puesta en pantalla del suceso teatral.
No tengo información sobre cómo será el acceso virtual. Tal vez a través de las redes sociales, aunque esto conllevaría un costo económico que atentaría contra la masificación del disfrute del Festival. Podría la televisión concebir un programa para asistir como espectadores digitales al teatro virtual, decisión esta que favorecería a todos, y una vez más nuestra televisión estaría cumpliendo con su misión pública. Hasta Etecsa puede conseguir involucrarse en la fiesta habanera del teatro y brindar un canal gratis para desde nuestros móviles acceder a las puestas del evento.
Este Festival brinda la oportunidad de diseñar un recurso de pantalla interactiva y también una encuesta para estudios de públicos, para enterarnos de la particularidad de la recepción de las obras en ambiente digital.
Sería una lástima perder la oportunidad de conocer el nivel de recepción que tendrá el teatro desde la forma audiovisual, y que no resulte estéril la experiencia.
No sería errático pensar en el desarrollo de la participación telemática como experimentación comunicativa con los espectadores, salir de los cenáculos elegidos donde se habla entre elegidos del teatro y que pueda el espectador preocupado participar pues es para él a quien, en verdad, va dirigida la propuesta artística.
Como quiera que sea, la oportunidad de ser tener un evento digital de tal magnitud debe incentivar a meditar a teóricos, públicos, gestores culturales, curadores, organizadores.
Al cambiar la emisión-enunciación el receptor del signo ya no es un espectador-destinatario concreto por lo que el horizonte de expectativas de la audiencia debe variar y sería de mucho interés conocerlo.
Asumamos que el teatro entra y está ya en un ambiente tecno-estético, independientemente que aún entre nosotros tengamos arraigamientos teloneros. Ya va siendo hora de pensar el teatro desde el acuciante código binario cero o uno.
El alcance de las tecnologías interactivas y de la dramaturgia de la imagen ya es un hecho medial en la escena digital que nos aporta una acción fruitiva constitutiva de la contemporaneidad que pone en juego la escritura escénica.
Este Festival nos obliga a pensar en un diálogo entre a pantalla y el teatro. Debatamos no las ruines predicciones del fin del teatro o de la apropiación de este por parte de las tecnologías de información y comunicación. Hagamos reflexiones que nos conduzcan a desarrollar la intermedialidad como fundamento de las relaciones entre el teatro y los medios audiovisuales lo que permite la incorporación de las pericias de la edición, el montaje, la fragmentación, las técnicas de iluminación y composición todo lo cual nos lleva a una enunciación escénicas concedida desde una narratología de profundas posibilidades sémicas a partir de la pantalla.
Se trata de un proceso. Ninguna evolución es un riesgo a ciegas.
Sí, se hará teatro para la pantalla y también se concebirán pantallas para el teatro. Comencemos a pensar ya en el giro performativo de la imagen desde la pantalla, como una de las historias posibles para la permanencia del teatro y sus nuevas posibilidades de encantamiento.
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