Flora Fong: “Cuando nació Liang, puse un caballete cerca de la cuna”


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Flora Fong junto a sus hijos Liang y Li.

Como mujer y como artista, Flora Fong tiene muchos motivos para sentirse satisfecha. A su exitosa y prolífera trayectoria profesional, se une la felicidad de haber traído al mundo a Liang y a Li; herederos por demás de su talento y del de Nelson Domínguez, otra figura descollante dentro del panorama de las artes visuales.

Mas, como a cualquier otra cubana, llegar a este punto del camino en el que su obra en la plástica y en la maternidad está consolidada, no le ha sido fácil. De estas vivencias, tuvo la amabilidad de compartir con el Blog Cubarte, en vísperas del Día de las Madres.

Muchas artistas sacrifican la maternidad a la creación. En su caso, decidió ser madre poco después de iniciar su vida profesional. ¿No le preocupaba el verse limitada como artista?

“No y tengo una anécdota en relación con eso. Cuando estaba embarazada, Pedro Pablo Oliva, que fue compañero mío en la Escuela Nacional de Arte, me dijo que pensaba que yo no podría seguir pintando. Le dije que sí y cuando nació Liang, la primera en llegar, puse un caballete muy cerca de la cuna, con acuarelas y temperas. Así hice dos obras y una de ellas, Descanso bajo el melón, forma parte de las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes…”

                                Descanso bajo el melón.
                                Tempera y acurela sobre cartulina, 1975.

La diferencia de edad entre sus hijos es de apenas 3 años. Supongo que, tras el nacimiento de Li, el segundo de ellos, fue muy complicado para Ud. mantener la creación artística. ¿Cómo asumió esa etapa?

“En realidad, me tenía que volver una maga. Fue una etapa muy difícil porque también era profesora en la Academia San Alejandro, donde trabajé 19 años.

Cuando el niño nació, el padre estaba en una misión en Angola; pero yo tenía que seguir adelante. Lo que me demoraba más de lo habitual en concluir los cuadros grandes. En Mujeres con sombrilla, por ejemplo, estuve casi un año.

Siempre seguí pintando. La casa en la que entonces vivíamos tenía dos plantas y habíamos colocado una cuna arriba y la otra abajo. Cada día terminaba de trabajar a la una o las dos de la mañana. Fue todo muy lindo y no me pesa. Creo que pude hacerlo gracias a la fórmula de alternar la creación artística con la responsabilidad de atender los niños, llevarlos al médico, etc. En esa etapa tampoco podía contar con la ayuda de mi familia, pues mis padres vivían en Camagüey.”

¿Piensa que hubo algún cambio –conceptual o técnico— en su obra, durante el embarazo o tras la maternidad?

“Pienso que sí, pues coincide que entre 1983 y 1985 hubo un cambio conceptual que desembocó en una mirada diferente. Es cuando empiezo a estudiar el idioma chino, debido a que ya sentía una marcada intención de incorporar a mi obra elementos de esa caligrafía.

También comencé un estudio más profundo de los paisajes chinos, de sus conceptos espaciales y los analizaba en relación con lo visto en la Academia, procedente de Italia y España. El arte asiático me sirvió de mucha integración. En esa etapa desarrollé la serie Remolinos y ciclones, así como la de los Jardines.

                    Huracán Irma.
                    Técnica mixta sobre lienzo, 2017.

Tenía un basamento diferente desde lo conceptual. Transitaba por una investigación muy personal para incorporar elementos asiáticos en mi pintura, lo cual se consolida en la década de los 90.”

Sus dos hijos se definieron por el arte, ¿influyó de manera consciente en ello?

“No. Lo que ocurre es que se criaron en ese ambiente. Sí, pronto sentí que mi hija tenía condiciones y cuando alcanzó la edad entró en la Escuela Elemental de Arte. El varón también. Como a los seis años cogió un dremer e hizo un caballito en un pedazo de madera.

La vida ha demostrado que artísticamente no traté de imponerles nada, pues las obras de mis dos hijos son muy diferentes a la mía. Aunque, de alguna manera, he sido también la maestra de ellos”.

¿Cómo es actualmente la relación entre ustedes tres, como artistas? ¿Comparten proyectos? ¿Se auxilian?

“Es muy buena. Hace 15 años hicimos juntos en Villa Manuela la exposición titulada Conexión cuatro, en la que también participó Nelson. Y, el pasado año, estuve trabajando con Li en China.

Ya ellos maduraron. Liang tiene un hijo de 10 años el varón y una niña de año y medio. Esa, creo que va a seguir los pasos de la familia porque tiene unas manos fuertes y siempre está pidiendo lápiz y papel para hacer pececitos o cotorras. El varón, no. Ese pienso que se va a definir por alguna ingeniería o la informática”.

Flora Fong junto a sus nietos Kiong y  Lía.

¿Ha podido sostener un vínculo estrecho con sus hijos en esta etapa? ¿Piensa que podrá celebrar este año el Día de las Madres?

“Sí, como no. Ellos son los que salen a buscar los alimentos y entonces me visitan y me traen los nietos para que se pasen el día conmigo. Es una maravilla porque hay que disfrutar de ellos y el distanciamiento es una parte muy dura de la situación que estamos viviendo. 

Este Día de las Madres hay que seguir las orientaciones que nos están dando las autoridades del país para poder salvarnos de algo que nadie imaginaba. Hay que dar un voto de confianza y ayudarnos.

Para las madres, es un momento en el que la responsabilidad es mayor. Tenemos que apoyarnos, ayudar con las teleclases y en las labores de la casa, mientras los más jóvenes hacen las colas.”

¿Qué le aconsejaría a una artista que vaya a ser madre por vez primera?

“Primero, que debe estar segura de que podrá tener esa responsabilidad y que, además, se sienta tan segura como artista como para poder hacer un alto en el camino y después seguir o simplemente intercalar ambas cosas. Creo que ya eso no es un problema porque las artistas jóvenes que conozco han sabido hacerlo.”

En alguna ocasión Ud. ha expresado que trabaja diariamente en su taller. ¿Mantiene esa disciplina en esta etapa de alejamiento social? ¿La ha afectado desde el punto de vista creativo o le ha surgido algún nuevo proyecto?

“Lógicamente, me ha afectado como a todo el mundo. Ya tengo 70 años y padecimientos que me ponen en el grupo de mayor riesgo ante el Covid-19, así que me mantengo trabajando en casa, pues artísticamente no me ha bloqueado. Incluso, me ha sensibilizado mucho.

                    Mares del Mariel.
                    Técnica mixta sobre lienzo, 2013.

Actualmente estoy tratando de refrescar series que hice años atrás. Estoy haciendo mares, como los que uno quisiera retener en la mirada. Pintar la vida misma y el modo en que se ofrece la naturaleza en sus mejores momentos.

Desde hace algún tiempo en la obra mía hay cuadros que anuncian la problemática de los cambios climáticos. La poca sombra, es una mata de plátano y un señor tratando de coger esa sombra; en Cangrejo en el manglar hay un cangrejo que está como preguntándose qué está pasando en su medio. El ser humano destruye el mundo y eso es muy triste.

                    La poca sombra.
                    Técnica mixta sobre lienzo, 2015.

La propia escases de agua que sufre el planeta me hace sentir que tengo que pintar esos mares. Llevo un tiempo pintando el agua y la luz solar. Un canto a la naturaleza, eso es lo que me gusta y pienso que es la manera de llegar a la gente sensible de todo el mundo. Al final, todos estamos unidos y nos queremos explicar lo que está pasando.”

 


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