Las matemáticas y la música tienen en común, entre otras cosas, la existencia de determinadas fórmulas que siempre están sujetas a potenciales revisiones. Este proceso implica el dominio total de todos sus principios. Así ha sido desde que se definieran formatos musicales tales como los y de cámara; en el caso de la música popular cubana eso que conocemos como conjuntos y jazz band.
Esta interacción de criterios, búsquedas, reiteración de fórmulas y sobre todo su reflejo en la sociedad, son reflejo de una tendencia musical que identifica a un grupo social que, étnica y culturalmente, ha definido y desarrollado un espacio y un tiempo vital. Funcionando la mar de las veces como resistencia desde la periferia y que impactará posteriormente en el resto de los estratos sociales.
Una de las últimas expresiones cercanas de esa resistencia, convertida en tendencia musical, tuvo su epicentro en el sonido generado en los barrios neoyorkinos de fines del pasado siglo XX que complementó y modificó eso que la industria eufemísticamente denominó “lo latino”; con ciertos rasgos preestablecidos y con arquetipos que pretendían violentar lo auténtico de una cultura que interactuaba con otros referentes y por norma general siempre sobrevive.
Ese sonido, continuidad y ruptura de otros que en esa misma ciudad surgieron en los años sesenta y cuya máxima expresión fue la Salsa; tuvo diversos exponentes, pero ninguno provenía de Cuba. Y no es que los de esta tierra no fueran capaces de asimilarlo y hasta de hacerle sus potenciales aportes; se trataba simplemente de que nuestros músicos y la industria discográfica estaban centrados en el fenómeno “timba”. No había energías ni tiempo para más.
Sin embargo, era necesario –al menos— un acercamiento desde nuestra realidad sonora a este hecho y todo indica que ha llegado de la mano de la orquesta Habana Swing y con la complicidad BIS MUSIC, al proponernos este fonograma al que sus productores han titulado Salsa con swing.
Si nos atenemos a las definiciones en su estado puro, se puede afirmar que el disco de marras se puede considerar uno más dentro de esa corriente; mas no es así.
La propuesta de Habana Swing asume dignamente los principios fundamentales de aquella propuesta previa al error del milenio y que de alguna forma representaba una nueva propuesta dentro del mundo de la salsa, en tiempos en que el movimiento parecía estar abocado a un proceso de inercia creativa. Fueron los mismos tiempos en que la industria redujo lo latino a determinados estereotipos sociales que abrieron las puertas a “ídolos”; a los que la vida, el público y la misma música, les otorgaron su boleto al tren del olvido.
Aquel sonido urbano –donde se mezclaban, una vez más, elementos propios del mediterráneo caribeño, más las nuevas influencias provenientes de otros géneros como el hip hop y cierta zona del pop y el rock latino; y que fue enriquecido con pasajes de trombones y trompetas en contrapunto con el saxofón y algunos golpes de congas— hoy regresa “aplatanado” desde una perspectiva cubana, pero lejos de todo localismo. Pensado para un público que, entre otros males, ve cómo le secuestran su autenticidad en nombre de aquello que alguna vez se definiera como “lo auténticamente urbano en música”.
Salsa con swing es un primer y válido intento de regresar a ese redil. No como simple imitadores. No. Es un viaje, azaroso, por cierto; desde lo conocido hacia nuevos puertos sonoros; desde lo miméticamente correcto –sin ser burdos imitadores— hacía una propuesta arriesgada en la que fluye toda esa energía que no cupo en movimientos como la timba y cierta zona de la salsa que asumió otras formas sonoras en boga hoy en día.
Este disco está pensado, orquestado y cantado de esa perspectiva. Esa es la visión fundamental de los productores.
Bailar es para el hombre de estas tierras una de sus mayores pasiones. Debe ser por eso que algunas fórmulas sonoras –lo mismo que las matemáticas— son el resultado de “una epifanía cultural” en la que todos los sentidos funcionen como elementos determinantes en el resultado.
Lo original en estos tiempos y en la música popular en particular, parte de saber entender el papel asignado a cada ritmo o género en su tiempo y espacio correctos. Esa es la lección musical que deja este disco.
Al menos es una buena señal para atravesar los agujeros negros musicales con que convivimos.
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