Recientemente fue una noticia, muy bien recibida, la participación como jurado de la sección L’Oeil d’Or, Premio documental del Festival de Cannes 2019, de Iván Giroud, Presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, lo cual sin dudas es una distinción al festival cubano y a la labor de Giroud en el mismo durante 28 años.
Luego se publicaron algunas declaraciones suyas acerca de esta 72 edición de Cannes, uno de los más importantes festivales de cine internacional, donde se evalúan y promueven las mejores producciones fílmicas del mundo.
El Blog Cubarte quiso conocer más detalles de la labor de Giroud como jurado de El Ojo Dorado y del evento en sí, del cual destaca la densidad intelectual y conceptual que allí pudo apreciar, así como una mayor sensibilidad en la dirección del mismo hacia el cine latinoamericano.
¿Por qué camino llegó a integrar el jurado de la sección L’Oeil d’Or, Premio documental del Festival de Cannes 2019?
Estoy hace 28 años en el equipo del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, veintidós de ellos como director, y nuestro festival tiene en el mundo del cine un gran prestigio por la calidad de su programa; supongo que ese aval de trabajo motivó que a principios de abril recibiera la carta de invitación para formar parte del jurado de Cannes.
He tenido la posibilidad de ser jurado en otros muchos festivales internacionales en América Latina, Europa y Estados Unidos. Ser jurado no es una responsabilidad tan diferente a la de un programador y seleccionador, lo que vengo realizando desde hace tantos años. Incluso ahora, siendo el presidente del Festival, no la abandono porque es lo que más me interesa: ver cine y programar.
¿Es la primera vez que un cubano es miembro de un jurado en el Festival de Cannes?
No. Hace unos cuantos años lo fueron Guillermo Cabrera Infante y luego Zoé Valdés. Pero sí es la primera vez en la sección L’Oeil d’Or, porque este es un concurso que surgió hace muy pocos años, en 2015, con el objetivo de visibilizar y promocionar los documentales que se exhiben en los diferentes apartados.
Ten en cuenta que el ganador al mejor largometraje documental va directo a la lista de los preseleccionados de los premios Oscar.
El Ojo Dorado
¿Cómo lo acogieron?
Muy bien. El jurado estaba integrado por la actriz y realizadora francesa Romane Bohringer, su compatriota, el actor y realizador Eric Caravaca, y el documentalista estadounidense Ross McElwee, todos presididos por la cineasta francesa Yolande Zauberman. No los conocía pero nos relacionamos rápidamente.
Fue interesante porque el jurado estaba conformado por profesionales de alto nivel, cada uno con una personalidad artística muy definida como autores, y tener la posibilidad de ver junto a ellos los diversos filmes en competencia, y lograr conocernos e interactuar, ha sido una gran experiencia para mí. Llegué con cierta preocupación pero enseguida nos entendimos muy bien.
¿Quisiera comentar sobre el trabajo como jurado?
En el programa general de documentales encontramos filmes maravillosos desde el punto de vista de su factura y con diferentes enfoques y propósitos: políticos, sociales, históricos. Forman VS. Forman, de Helena Třeštíková y Jakub Hejn, es uno de ellos, y trata de la vida y la obra del director y guionista checo Miloš Forman; Que sea ley, del director argentino Juan Solanas, un documental que se logró terminar solo unos pocos días antes de que comenzara el festival y que se expresa a favor del aborto legal, seguro y gratuito, y que tiene una impronta social decisiva por la urgencia que reclama la cantidad de muertes provocadas por los abortos clandestinos en la Argentina.
Otro ejemplo es el documental que produjo Leonardo DiCaprio para HBO, Ice on Fire, de la directora estadounidense Leila Conners, que llama la atención sobre un tema global, las terribles consecuencias del cambio climático, y sobre esta crisis nos alerta.
Por fortuna, el cine documental va adquiriendo mayor relieve en cada uno de los programas del festival de Cannes.
¿A qué se debe, en su opinión, que el cine documental esté adquiriendo mayor relieve en la actualidad?
Hay necesidad de ver la vida real, porque la ficción se ha desgastado a veces en las repeticiones de las fórmulas y hay interés en descubrir lo que se encuentra detrás de las cosas, detrás de los discursos, lo que se ha ocultado porque la realidad ha sido vista desde una sola perspectiva, y hoy en día la misma sociedad se está filmando, va registrando su historia con un celular u otro dispositivo, va dando cuenta del mundo en que vive y no está a la espera de que un director venga a dar su versión, y el cine documental está teniendo muy en cuenta esto.
Considero que el cine documental cada día se enriquece más, y es muy diverso; está por ejemplo el cine más experimental, aquel que cruza y transgrede las rígidas fronteras entre la ficción y el documental, el cine documental de aliento periodístico e investigación, es decir que hay varias tendencias y todas cohabitan en un marco bien ajeno a las generalizaciones.
He tenido la oportunidad de integrar varios jurados de documentales, y cuando me invitan siempre acepto por el interés que me genera.
¿Cómo lograron un acuerdo en cuanto al ganador del L’Oeil d’Or?
Cuando íbamos a mitad del evento, la presidenta de nuestro jurado, Yolande Zauberman, decidió reunirnos y hacer una primera discusión de las obras que ya habíamos visto, lo que nos permitió a su vez conocernos en un plano más profesional. Hasta ese momento habíamos compartido proyecciones, conversaciones, cenas, almuerzos, y fiestas pero fue en ese primer corte que decidimos qué obras debían pasar a la discusión final y desechamos las otras. Propusimos dejar cuatro películas.
En la segunda etapa vimos los filmes que restaban —en total fueron 18, cuatro de ellos medio y cortometrajes— y luego al final decidimos dar dos premios, lo cual siempre es muy discutido porque algunos piensan que el premio no debe ser compartido.
Hay ocasiones en que no estás ante la obra absoluta, esa que no tiene discusión, y sin embargo encuentras dos obras muy buenas, excelentes y consideras que deben ser igualmente distinguidas. Esto nos sucedió, nos debatimos entre dos obras que a la larga estaban hablando de una misma historia pero en diferentes momentos.
For Sama es la primera película de Waad Al Kateab, periodista y documentalista siria; ella es una joven que conoce a un médico, se enamora, se casa y deciden quedarse en su ciudad que está siendo bombardeada implacablemente; es trabajando en el hospital que tienen a su hija Sama; ella filma toda aquella destrucción, como un testimonio, un legado para que Sama tuviera una memoria de esa barbarie. Visualmente es un filme impactante, pero imperfecto pues no fue pensado para hacer cine sino más bien como un registro personal de la guerra.
El otro documental, La cordillera de los sueños, es una obra hermosa y equilibrada, hecha por un gran maestro del cine de este género, el chileno Patricio Guzmán, y trata de su obligado exilio provocado por el ascenso al poder mediante el golpe de Estado de la dictadura de Augusto Pinochet; es una mirada al Santiago de Chile de la infancia de su autor, la ciudad que abandona pero que siempre le persigue. Guzmán habla de la conexión espiritual que se establece entre él y su ciudad, entre la cordillera y la historia del Chile contemporáneo.
Los dos documentales están hablando de la pequeña historia y de la gran historia; de la vida de ambos directores relacionada con algo que los trasciende que es la gran historia, la política, la geografía, y la sociedad.
¿Pudiera contarnos acerca del homenaje a la cineasta francesa Agnès Varda?
La muerte de esta cineasta francesa, el pasado 29 de marzo, tomó a todos por sorpresa; estaba activa, había decidido retirarse del cine y dedicarse a su otra pasión, la fotografía.
El Festival de Cannes decidió desde su afiche homenajear a Agnès Varda, la única mujer de la Nouvelle Vague. La gala inaugural estuvo dedicada a ella; una joven cantante belga interpretó un tema compuesto por Michel Legrand para Cléo de 5 à 7 (1961), la segunda película de Varda, que fue muy exitosa en Cuba cuando se estrenó en los 60.
Varda es también una personalidad muy querida entre los cineastas cubanos, por su conexión con el surgimiento del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Ella viene a Cuba a principios de los 60 y hace ese maravilloso documental, que es un montaje de fotografías que acá toma, esa joya que es Saludos cubanos, donde encuentra como asistente de dirección a la cineasta cubana Sara Gómez y a partir de ahí se construye una relación de amistad entre ellas.
El homenaje a Varda fue más bien subliminal, el festival estuvo marcado por su espíritu, también por el hecho de visibilizar todo el movimiento Me too. La dirección del evento tomó muy en serio las reclamaciones que el año pasado hicieron un grupo de mujeres encabezadas por la actriz Cate Blanchett que fue en esa edición presidenta del jurado, y se ha notado en esta un notable cambio dentro del programa.
Por primera vez una actriz negra africana forma parte del jurado y una cineasta africana obtiene el segundo premio del festival con su opera prima Atlantique.
Se aprecia también en el programa general donde hay mucha mayor presencia femenina. Y creo que sí, que son importantes esas presiones que parten de la sociedad, porque indican que hay que prestar más atención a las cosas que la sociedad reclama, algo que es muy legítimo, si tenemos en cuenta la disparidad enorme en el universo del cine entre el hombre y la mujer.
Esto lo asocio en cierta medida al homenaje a Agnès Varda, una luchadora titánica dentro del cine contemporáneo de autor y el cine francés, que es la imagen del 72 Festival de Cannes.
Ya usted ha comentado de la poca presencia del cine cubano en Cannes. ¿Considera que pueda realmente revertirse esta situación actualmente?
Solo dos filmes cubanos han concursado en la competencia oficial en estas 72 ediciones: Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea, en 1978, y Cecilia, de Humberto Solás, en 1982.
Otros filmes de la Isla se han exhibido en otras secciones del Festival, como Una Cierta mirada, La Quincena de los Realizadores, o La Semana de la Crítica. En los años recientes se exhibieron dos clásicos restaurados: Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea, y Lucía, de Humberto Solás.
Creo que existe hoy una mayor sensibilidad en la dirección del evento respecto al cine latinoamericano; el hecho mismo de que el presidente del jurado de la Palma de Oro haya sido el mexicano Alejandro González Iñárritu, primer latinoamericano que preside el jurado de Cannes; que el argentino Lisandro Alonso, fuera miembro del jurado de Un Certain Regard; que el cineasta colombiano Ciro Guerra fuera el presidente del jurado de la Semana de la crítica, y que yo estuviera en el jurado de documentales, sin lugar a dudas es un signo importante.
Esto tiene que ver después con los resultados, porque no es que favorezcamos a ultranza al cine latinoamericano, pero estamos más informados y preparados para apreciar nuestras cinematografías y para defenderlas.
Yo no puedo asegurar o predecir que algún filme cubano pueda estar en un futuro inmediato dentro de alguna de las secciones del Festival de Cannes. Esperemos que sí.
¿La atmósfera del Festival de Cannes es tan frívola como reflejan los medios de comunicación?
No. Hay un grupo de publicaciones, medios, patrocinadores y público que exige esa imagen y es la que después, de tanto repetir, se termina por imponer en el imaginario.
Festivales como el de Cannes, Toronto, Berlín y Venecia, por ejemplo, no pueden desligarse de las sociedades en las que están insertados, pero lo cierto es que hay también en estos eventos una densidad intelectual, una profundidad conceptual que los legitima y que no permite reducir su significado a esa imagen ligera que se impone.
No olvidemos que ciertos medios viven de vender esas fantasías y desgraciadamente otros medios no tan frívolos lo replican por desconocimiento e ignorancia, y unos y otros terminan por desvirtuar el verdadero sentido de lo que significan estos encuentros internacionales que descubren y promueven cada año el mejor cine que se produce en el mundo.
Es interesante ver la cantidad de personas que ama al cine y que se desplazan a Cannes. Te encuentras a muchos en las cercanías del Gran Teatro Lumiére, mujeres y hombres, jóvenes y no tan jóvenes, vestidos de gala pidiendo al que va a entrar a la sala que le regale una entrada para ver el filme que en unos minutos se va a proyectar.
Muchas de estas personas están acreditadas, pero no han encontrado una entrada porque este teatro tiene 2 mil y pocas lunetas, y hay 23 mil personas acreditadas. Por ejemplo, para la película de Quentin Tarantino, Érase una vez en Hollywood, la más esperada del festival, había en lista de espera 500 personas acreditadas y más de cien teniendo la entrada se quedaron sin entrar.
Quiere decir que hay una explosión, una energía y un amor por el cine muy fuerte, y todo no es la alfombra roja. Por detrás y debajo de toda esa pátina de frivolidad está la impresión de seriedad que uno recibe cuando está presente allí, y es bien diferente.
Esta vez pude apreciar la maquinaria desde dentro, esa maquinaria que funciona a la perfección; la realidad se aleja mucho de la imagen que los medios ofrecen.
El director mexicano Alejandro González Iñárritu, cuatro veces ganador de Oscar, expresó luego de las premiaciones: «El palmarés no representa un mensaje político. Nuestra intención no es transmitir un mensaje. Tomamos una decisión cinematográfica y no una decisión política. El cine habla por sí mismo». ¿Coincide usted con esta apreciación?
Yo creo que se refiere a que no fue una decisión de equilibrios ni de compensaciones. Antes de dar a conocer los premios y vistas todas las obras del concurso, todo el mundo coincidía en que la película surcoreana Parasite, de Bong Joon Ho, era la gran película del festival, la Palma de Oro y resultó así por decisión unánime del jurado.
Hay que tener presente el contexto en que dijo esas palabras, porque sin esto puede interpretarse que Iñárritu es una persona despolitizada. Sus palabras en la inauguración fueron brillantes, a nivel conceptual y de preocupación social.
Declaró en esta ocasión, que iban a buscar la gran película y la selección de esta edición tuvo un mayor nivel comparada con las de los últimos años, no solo porque había grandes nombres del cine concursando. Creo, tratando de reinterpretar, que quiso dejar bien claro que la decisión del jurado fue artística.
Y coincido plenamente con ese criterio, siempre se debe defender la mejor obra, para eso está el jurado. Al otorgar un premio se convierte a esa obra en un referente, a partir de ese momento la película ganadora va a ser perseguida, será vista por miles y miles de espectadores y ese es el trabajo del jurado: ir marcando pautas. Y ahí está la prueba. Parasite, el filme ganador de la Palma de Oro, ha logrado en solo cinco días de su estreno en su país de origen, 3,3 millones de espectadores.
En ocasiones se suele insistir en la necesidad del arte de trasmitir un mensaje, cuando en realidad lo que se está aspirando es a que cumpla una función de propaganda. En arte, el mensaje es el arte. Bajo ese prisma es que valoro las palabras de Alejandro González Iñárritu.
¿Cuál es la significación para el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y el cine cubano de su participación en el Festival de Cannes como jurado?
Bueno, para el Festival la significación es mucha; para el cine cubano no sé cuánta, y para mí, sinceramente, significa un motivo de orgullo fruto del trabajo.
Haber estado en este jurado brinda una visibilidad aun mayor a nuestro evento, y a la vez es un reconocimiento —que es lo más importante— a nuestro festival, al trabajo que hemos hecho ininterrumpidamente durante tantos años por el Cine Latinoamericano.
12 de Junio de 2019 a las 17:01
Entrevistas, de todo tipo, y en cualquie medio, como ésta, y como diría un vasco, "caen tres en docena, oye." Rigurosa, didactica, amena .... Enhorabuena a los tres, entrevistadora, entrevistado, y Cubarte. Aupa con el buen cine, y sus gentes.
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