José Martí y la caricatura periodística


jose-marti-y-la-caricatura-periodistica

Roberto Fabelo
Martí, 1983
Creyón sobre papel
70 x 50 cm
Colección privada

Hace unas semanas, auspiciado por la dirección de la Unión de Periodistas de Cuba UPEC, tuvo lugar el Primer Taller Nacional Prensa, Humor e Identidad, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su primera jornada, el presidente de la UPEC Ricardo Ronquillo reconoció que “Por mucho tiempo hemos tenido prejuicios políticos con el humorismo y con el espacio que debería tener en nuestros medios” y afirmó: “para garantizar el éxito de la refundación de un nuevo modelo, el humor debe tener un papel más protagónico en nuestras agendas”[1].

Pertinente es entonces, en esta jornada por el Día de la Prensa en Cuba, instituida el 14 de marzo por la salida del primer número del Periódico Patria, revisitar las consideraciones del Organizador de la Guerra Necesaria sobre la caricatura periodística. Entendida esta como un género periodístico, una vertiente del Periodismo iconográfico gráfico, que interpreta una noticia de forma gráfica, generalmente con un punto de vista crítico. La también conocida como caricatura editorial es, junto con el dibujo realista, la modalidad de imagen periodística más antigua.

Como demostramos en un artículo anterior [2], Martí creció en un entorno donde la inmensa mayoría de las publicaciones humorísticas reflejaban el punto de vista colonial, y donde se ridiculizaba a los líderes de las gestas independentistas. Esto explica su postura en relación a la caricatura periodística, una actitud que evoluciona desde la repulsa hasta su valoración como sátira dibujada y representación sintética de los acontecimientos políticos.

En el prólogo al libro “Los poetas de la guerra”, publicado en Patria en 1893, da fe Martí de su desagrado ante el tratamiento irrespetuoso de los líderes de la independencia, al celebrar las décimas que el “chispeante camagüeyano” Antenor le volcó sobre la cabeza al “demagogo” Villergas, por aquellas caricaturas “con que en El Moro Muza se quiso burlar de los fundadores de un pueblo”.

                                            

Juan Martínez Villergas, escritor español radicado en la Isla, fundó varios medios satíricos como La Charanga y El Moro Muza. En ellas se hizo acompañar por el caricaturista español Víctor Patricio de Landaluze. El “alegre lápiz” de Landaluze denigraba a los líderes independentistas representándolos como burros, buitres o cualquier clase de bestia. Los protagonistas de sus caricaturas solían ser Carlos Manuel de Céspedes, Vicente Aguilera o la heroína cubana Emilia Casanova.

 

Sin embargo, el hecho de que su primera incursión en el periodismo, “El Diablo Cojuelo”, sea precisamente un texto satírico-grotesco e inspirado en la picaresca española, evidencia su creencia en la eficacia de este género para, como se presentaba la novela homónima del escritor español Luis Vélez de Guevara, aportar  una visión rápida de la vida y la sociedad”, con “chispeante de ingenio”, “llena de chistes y agudezas, de sátira salada y cuadros ejecutados con leve, pero certera mano”.

Fue en México, entre 1875 y 1878, donde el Joven Martí comienza a ejercer manera fecunda el oficio de periodista. En el momento en que se producía un auge de la caricatura editorial en la prensa azteca.

El Ahuizote, semanario satírico fundado en 1874 por Vicente Riva Palacio, figuraba entre las publicaciones satíricas más reconocida en aquel entonces.   A esta publicación dedicó Martí un artículo suyo publicado el 28 de marzo de 1876 en la Revista Universal. Con motivo de unas notas satíricas “de algún chistoso redactor del Ahuizote” donde se dice “que son bajos profundísimos los periódicos que apoyan al gobierno.”

                                                                

En contraposición a la Revista Universal en la que publicaba Martí, este semanario satírico mantuvo una posición opositora al gobierno de Lerdo de Tejada; gobierno que como el de Juárez mantuvo hacia los dibujantes y periodistas que lo criticaba una tolerancia de la que algunos caricaturistas solían abusar.

Respondía Martí a la falta de veracidad, lenguaje extralimitado y parcialidad partidista de aquel otro medio. Para el periodista cubano no se debe confundir “el chiste duro y decente con la infamia gratuita y descortés” y “no hay bajeza alguna en apoyar una administración que gobierna, como no hay en apoyar una que intenta gobernar”, lo que sí resulta indigno es “vender su nacionalidad por el sueldo de un amo extranjero”.

Para el Apóstol de la independencia “la prensa debe ser el examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa: se acepta lo que viene en forma de razonado consejo… Si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica”. Postura que evidencia la preponderancia de los valores éticos en su cultura política.

En cierta ocasión, calificó como “sátira inofensiva” a la de su amigo el también pintor Juan J. Peoli. Porque su exageración caricaturesca estaba siempre “templada por su alma bondadosa”.

En otro artículo, “Caricaturas”, publicado también en la Revista Universal, José Martí se refiere a la viñeta “La ley”, publicada por el periódico local la Ley Fundamental. “No hemos dicho por cierto mal del genioso caricaturista (…), pero tenemos para nosotros que hay por el periódico hermano la mala costumbre de no dejar libre vuelo a la imaginación del dibujante”- apunta.

Martí valoraba aquí no solo el discurso político, sino también la construcción iconográfica, el discurso verbal o retórico y su correlación semiótico-discursiva. Los elementos visuales y los técnicos en función de la idea propia y genuina: “Nadie ejecuta bien sino lo mismo que concibe: en la caricatura última el lápiz corrió fácil, pero la invención es sumamente desmayada.” “Y sea quien sea el de las caricaturas, ello es que el lápiz es maestro.”

En igual sentido, en otro texto precisa: “nada hay que cautive tanto el ánimo como una convicción noblemente tenida, honradamente dicha, libre y concienzudamente expuesta”.  “El pensamiento es comunicativo: su esencia está en su utilidad, y su utilidad en su expresión. La idea es su germen y la expresión su complemento”- refiere en su artículo “Extranjero”.

Sabiendo de la gran masa analfabeta en México, aquilata la necesidad de la caricatura periodística y de su capacidad comunicativa, porque cómo expresó un redactor mexicano en 1879, “da cuerpo a las ideas, y presta un fin a los rencores indecisos, quizá mejor que el periódico y el libro.”

Ideas estas, con inagotables potencialidades de actualización tanto para los creadores, como para los directivos de nuestros medios de prensa. Con los humoristas gráficos se ha de contar, para que nuestros medios cumplimenten aquella convocatoria martiana de “encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir”, “examinar los conflictos”, “proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles”, “establecer y fundamentar enseñanzas”.

 

Notas:

  1. http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2019/01/el-humor-un-pilar-para-el-nuevo-modelo-de-prensa-cubano/
  2. http://www.cubarte.cult.cu/fr/periodico-cubarte/la-caricatura-en-la-cuba-en-que-crecio-jose-marti-por-j-angel-tellez/

 

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte