José Martí y Patria


jose-marti-y-patria

(Imagen de portada: Ibrahin Hidalgo durante su intervención en el Coloquio Patria. Foto: Ismael Francisco).

José Martí, durante su corta existencia —murió a los cuarenta y dos años—, se destacó en diversos ámbitos del quehacer intelectual, en los cuales sus características de pensador y organizador revolucionario son esenciales, marcan las otras múltiples inquietudes creativas, y entre las que más se le conoce es como poeta y periodista. Desde sus primeras manifestaciones patrióticas, tras el inicio de la guerra anticolonial el 10 de Octubre de 1868, halló en la palabra escrita el mejor recurso para llegar a los otros. Fueron periódicos semiclandestinos, de precaria edición, los que propiciaron aquella vocación devenida necesidad: comunicarse, batallar con las ideas, al no poder incorporarse a las tropas insurrectas.

Fue un mambí, desde trincheras de ideas. Continuaría siéndolo en España, después de su terrible experiencia en el presidio político; en México, en Guatemala, donde se propuso, infructuosamente, editar una revista, lo que logró en Venezuela, aunque sólo dos números, vibrantes de ideas avanzadas, fueron suficientes para ganarse la expulsión de aquel país. En Estados Unidos, donde radicaría casi quince años, continuó su práctica periodística con esporádicas presencias en órganos neoyorquinos escritos en inglés y en español, y con el envío de sus crónicas para diversos órganos de Latinoamérica.

Durante sus primeros intentos para promover la organización de un nuevo enfrentamiento bélico anticolonial, fue madurando la aspiración de crear una publicación propia de los independentistas, lo que lograría años después. En la década de los ’80 ocupó la dirección de dos importantes revistas, que bajo su guía rebasaron los fines comerciales de sus propietarios. Razones diferentes lo hicieron alejarse de La América y La Edad de Oro, proyectos que hizo suyos, aunque no le permitieron su plena realización, lo que lograría con Patria, creado en medio del proceso fundacional de la nueva organización políticomilitar denominada Partido Revolucionario Cubano. Coincidieron las condiciones idóneas para el surgimiento de un órgano de divulgación de las ideas y labores de los cubanos y puertorriqueños radicados en Nueva York, fervientes partidarios y promotores de la nueva agrupación concebida por Martí, quien sería su director y su más prolífico colaborador.

Patria no podía ser el órgano del Partido, pero sí del “patriotismo virtuoso y fundador”, un arma en el enfrentamiento a integristas, anexionistas, autonomistas y derrotistas —estos últimos, tan peligrosos como los otros—; un medio para la persuasión y el convencimiento, la argumentación y el diálogo, para alentar y conmover, para demostrar la capacidad de vencer con las armas, y de construir —desde la etapa de preparación de la contienda, y en esta— las bases de la república democrática y justa a que se aspiraba.

Guerra y revolución eran los dos objetivos del Partido, y fueron los de Patria, como puede apreciarse, a simple vista, en la primera plana del número inicial, fechado el 14 de marzo de 1892: a la izquierda, en lugar privilegiado, aparecen las Bases del Partido Revolucionario Cubano —que se repetirán, salvo contadas excepciones, en todas las entregas—, y a continuación de estas, “Nuestras ideas”, texto en el que se ratifican y amplían, precisan y subrayan, los propósitos enunciados. En otro artículo expuso: “Sus ideas [las del periódico] van expuestas en las Bases del Partido Revolucionario Cubano que acata y mantiene.”

El análisis de este documento programático ratifica la voluntad de lograr, mediante la contienda bélica, la independencia que abriría el cauce a la República democrática. En siete de sus nueve artículos se argumenta al respecto: se aspira a “una guerra generosa y breve”, “de espíritu y métodos republicanos”, y se contaba con el apoyo suficiente para alcanzar el “éxito de la guerra y la fundación de la nueva República indispensable al equilibrio americano”.

“Nuestras ideas” ratifica estos enunciados: “La guerra es un procedimiento político”, afirma, no sin antes negar afanes belicosos e irresponsables, pues “En lo presente y relativo es la guerra desdicha espantosa”, “que ninguna alma piadosa la puede apetecer”; pero en las condiciones de aquel momento, cuando las arbitrariedades, los crímenes, los abusos y las torpezas del colonialismo hispano anulaban todo margen a los procedimientos pacíficos, el deber se hallaba en organizar las fuerzas dispuestas a la acción, de modo tal que el desorden no acarreara la derrota ante un enemigo instigador del hacer a destiempo.

Patria contribuiría a preparar la contienda inevitable: “este periódico viene a mantener la guerra que anhelan los héroes de mañana […] y los héroes de ayer.” Al unísono, dedicaría sus páginas a educar en el hábito democrático, base de la república futura, pues no “bastaría una sola guerra para completar una revolución”, si el resultado fueran apenas cambios de forma, “la mudanza de sitio de una autoridad injusta”. En la patria redimida se defendería “la política popular”, capaz de levantar, de las cenizas del régimen derrocado, “un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos.”

La revolución debía formar seres humanos independientes, garantía de la independencia patria. No habría exclusiones, por razón alguna, y quienes se separaran de la obra común, “por arrogancia de señorío o por reparos sociales”, se privarían del honor de contribuir al bien de todos. No serían el color de la piel, en hombres y mujeres, el vínculo natal con España, la posesión mayor o menor de riquezas, los sacrificios hechos en la manigua o en la emigración lo que decidiría en el momento del combate contra el colonialismo, ni en el disfrute de la paz.

“Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico.” Así lo enunció su director, José Martí, quien mantuvo en alto la bandera del amor triunfante hasta caer herido de muerte en su primer combate en la manigua cubana.

Este triste suceso fue seguido por la elección de un nuevo Delegado del Partido, cargo ocupado por Tomás Estrada Palma. Es necesario precisar que Martí en ningún momento se refirió a un posible “sucesor”, ni siquiera sugirió a persona alguna para que ocupara su lugar, pues tal procedimiento contradecía las normas democráticas de la organización, tal como aparecen en el acápite 9 de los Estatutos Secretos del Partido. Estrada y sus acólitos apoyaron la divulgación de la falacia sobre la designación de un candidato preferido, en franca tendencia oportunista, para resguardarse tras el prestigio de Martí, a quien negaron con su proceder.

El nuevo Delegado, amparado en la realidad de cambios necesarios tras el inicio de la actividad bélica, propuso y obtuvo una concentración de poder sumamente peligrosa —como quedó demostrado en 1898—, puso a su servicio las estructuras existentes, con la consiguiente desaparición de los métodos democráticos martianos, y transformó a Patria en “Órgano Oficial de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano”, lo que había evitado su fundador. Comenzó así, el 24 de agosto de 1895, una nueva etapa de aquella publicación, alejada, día tras día, de los principios revolucionarios inculcados por el cubano universal.

Desde entonces, la publicación quedó bajo el control del sector moderado de la emigración neoyorquina, en su mayor parte constituido por quienes enfrentaban a la metrópoli con la aspiración de repartirse los puestos que detentaban en la colonia los funcionarios venales, y de este modo continuar aprovechándose del sistema de poder y prebendas creado por estos. Las ideas predominantes en este grupo determinó la eliminación de la denuncia de los peligros del expansionismo estadounidense y la actitud antinacional del anexionismo. También se excluyó referirse a la necesidad de la unión de cubanos y puertorriqueños para fomentar la guerra en la isla hermana, la lucha contra la discriminación racial, y no se retomó el enunciado de las características populares y democráticas de la futura república independiente.

Para enfrentar tales desviaciones, era necesario fundar un órgano de difusión consecuente con el ideario martiano, presente en amplios sectores de cubanos y puertorriqueños provenientes, en su mayoría, de las filas trabajadoras y de la pequeña burguesía de las emigraciones, entre quienes se destacaban Sotero Figueroa, Juan Bonilla, Francisco Gonzalo Marín y Rafael Serra. Así surgió La Doctrina de Martí, dirigido por Serra, y en cuyas páginas colaboraban los otros patriotas mencionados. Constituían una avanzada ideológica, como lo expresaron en el primer número del periódico, al afirmar que dirigían sus esfuerzos al logro de la independencia patria “desde la extrema izquierda del Partido Separatista”.

Ante los peligros que representaba la intervención de los Estados Unidos en la guerra de Cuba contra el colonialismo español, este periódico mantuvo una posición definida frente a todo tipo de injerencia, y argumentaba que la Isla podía gobernarse por sí, sin presencia foránea ni protectorado. Pero todos los intentos patrióticos resultaron infructuosos frente a la actuación de quienes encabezaban la representación de la Isla. La falta de apoyo económico por parte de las autoridades de la emigración determinó la extinción de La Doctrina de Martí, hecho que puede considerarse un antecedente de los acontecimientos que dejaron inerme al pueblo cubano frente a las fuerzas que ocuparon la Isla, como la disolución del Consejo de Gobierno y del Partido Revolucionario Cubano, así como el licenciamiento del Ejército Libertador.

Transcurrieron varios lustros para que de nuevo se unieran los seguidores de la doctrina del Maestro, viva en el patriotismo inclaudicable que continuó enfrentándose al déspota extranjero y a sus servidores nacionales. Martí, el mambí de siempre, siguió combatiendo.

 

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte