Josefina de Diego: “Que no se quede solo en un aniversario más” (II)


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Josefina de Diego: “Que no se quede solo en un aniversario más” (I)

 

¿Cómo recordaba Eliseo la casa donde nació?

Mi padre nació en la Habana Vieja, en la calle Compostela, pero a los pocos meses se mudaron para Villa Berta, en Arroyo Naranjo. Mencioné esto en las palabras que leí cuando se develó la tarja. Mi abuelo Constante, asturiano, tenía un negocio, una mueblería, que heredó de otro asturiano, el señor Borbolla. (1)

Contaba papá que en el almacén de la mueblería, abuelo tenía todo tipo de cosas, era un verdadero “old curiosity shop”, almacén de antigüedades, como el título del libro del escritor inglés a quien tanto admiraba, Dickens. Y a él le encantaba entrar en esa cueva llena de sorpresas.

Para llegar desde Arroyo Naranjo a la ciudad, por aquellos tiempos, solo había un camino: atravesar la Calzada de Bejucal la cual, en un tramo del recorrido, se convertía en la Calzada de Jesús del Monte. Durante esos viajes que hizo de niño acompañando a sus padres, en coches que no eran muy rápidos, recuerda que era la década de 1920-1929, se entretenía mirando “los portales, las mamparas…”, las columnas, la iglesita, los caminos…

Siempre me ha llamado la atención que nunca nos enseñó esa casa, sabíamos que había nacido en esa dirección, aunque la numeración cambió en la década de 1940. Pienso que temía regresar y no reconocer absolutamente nada. A Villa Berta volvió un par de veces.

¿Cómo se sintió usted el día 2 de julio, cuando develó la tarja en la casa natal de su padre?

El día que se develó la tarja me emocioné, y extrañé mucho la presencia de mis dos hermanos, que debían haber estado allí conmigo, pero murieron muy jóvenes. Quiero agradecer, una vez más, a dos compañeras de la Oficina del Historiador de la Ciudad que hicieron mucho y con mucho cariño para que la tarja quedara tan linda: Kenia y Norma. Y, por supuesto, a Eusebio Leal.

¿Qué otras actividades restan por realizar este año en conmemoración de su centenario tanto aquí como en otros países?

En España se han publicado tres libros: En la Calzada de Jesús del Monte, Editorial Pre-Textos, por primera vez completo en ese país, con un bello y erudito prólogo de Milena Rodríguez; Nos quedan los dones, antología poética, Editorial Cátedra; Divertimentos, Editorial Verbum; y un dossier dedicado a él en Cuadernos Hispanoamericanos.

En Francia, en Éditions Long Cours, su presidente es M. Gérard Lamoureux, se publicará Divertimentos, ya comenzó su traducción y se espera tenerlo listo este año.

En la Universidad de la Sapienza, en Roma, considerada la mejor de Italia, preparan la traducción de una selección de poesía y prosa. La colección se llama "Studi latinoamericani" y la editorial es "Sapienza Università Editrice". El principal promotor de la iniciativa es el profesor Stefano Tedeschi y por Cuba, la profesora Mayerín Bello.

En México, el suplemento El Cultural, del periódico La Razón, acaba de publicar un bello dossier dedicado a él. Y el prestigioso Colegio de México quería celebrar un encuentro internacional, junto con la Universidad de Austin, en Texas, en el mes de octubre, pero ambos eventos parece que se tendrán que posponer por la pandemia. La revista cultural mexicana Rialta, de Querétaro, se ha sumado a los homenajes.

También en Miami se le recordó; en la Revista Surco Sur, de arte y literatura hispanoamericana de Tampa le dedicarán un dossier, y se le recordará en el casi centenario periódico tampeño La Gaceta.

En Cuba han sido múltiples los homenajes, a través de toda la isla, a pesar de las restricciones que nos ha impuesto la pandemia. Desde todas partes del país, por correo electrónico, redes sociales, revistas, periódicos y diversas instituciones culturales, no han querido dejar pasar la fecha. Y quieren que así sea, durante todo este año, y que no se quede solo en un aniversario más.

¿Cuál es su modo personal de celebrar el centenario de su padre?

Yo siempre digo que recuerdo a mis padres y a todos mis seres queridos que ya no están conmigo todos los días de mi existencia, no necesito una fecha para hacerlo. Pero en el caso concreto de mi padre, desde que murió, me he dedicado a ordenar su papelería, su biblioteca y a divulgar su obra. En 2014 impartí una conferencia en el Centro Dulce María Loynaz, “El idioma inglés y la literatura inglesa en la vida y obra del escritor Eliseo Diego”, con motivo del veinte aniversario de su muerte. Después escribí otras, en total son cuatro.

 

 

                                Eliseo Diego y Bella en Nicaragua, 1985.

Esas conferencias, más una sobre un texto inédito de mi tía Fina, están agrupadas en un libro, Un rumor apenas, ya en imprenta, por Ediciones Extramuros, pendiente de que aparezca el papel. Quiero destacar el minucioso trabajo realizado por su editora, Lourdes Cairo, pues es un volumen complejo, con muchas citas y referencias bibliográficas.

Igualmente, en Ediciones Matanzas, aguarda otro cuaderno mío, ¿Y ya no tocan valses de Strauss?, al cuidado del poeta, editor y amigo, Alfredo Zaldívar, una compilación de textos sobre mi familia y amigos, que tiene una sección completa dedicada a mi padre.

Las conferencias, acompañadas con proyecciones de imágenes en Power Point, las leí en diferentes instituciones culturales cubanas y en universidades de España, en 2016, y la del idioma inglés la presenté en la UNAM, México, en un simposio de traducción literaria que organizó esa institución, en 2017.

Pero este 2 de julio sentí la necesidad de ir sola al cementerio de La Habana, a llevar unas flores a la tumba donde reposan los restos de mis padres. Pensaba ir caminando. Desde casa al cementerio son como dos kilómetros, todavía no había transporte público. Algo le mencioné a uno de los organizadores de los homenajes a mi padre y me vinieron a buscar, y solicitaron el permiso para que yo pudiera entrar pues el acceso al cementerio estaba limitado. A las nueve de la mañana me recogieron. El auto parqueó, discretamente, bajo la sombra de un árbol y yo me encaminé a la tumba de mis padres.

Casi llegando escucho unos gritos: “¡señora, señora!”. “¿Qué pasa?”, pregunté, sin entender bien lo que estaba ocurriendo. Eran dos personas, con sus nasobucos puestos, yo también llevaba el mío, no sé bien por qué, ahí no había nadie. En las manos tenían unas flores, el mayor, de unos cuarenta años; el más joven, un muchachito de unos dieciséis. “Señora, ¿por casualidad usted sabe dónde está la tumba de Eliseo Diego?”.

Te imaginarás mi desconcierto. Se la señalé y les dije que era su hija. Los dos se emocionaron mucho, y el jovencito me dijo que tenía tantas preguntas que hacerme… Les dije que quería estar un momento a solas con mis padres, lo entendieron perfectamente, y se apartaron. “¿Dónde viven, cómo llegaron al cementerio, si no hay guaguas, cómo lograron entrar, cómo supieron dónde estaba la tumba, quién se los dijo?”, pensaba en todo eso mientras colocaba mis flores sobre la tumba.

"Tumba donde están mis padres, noviembre 2017".

 

Ya cuando me iba, les hice una señal para despedirme de ellos. El joven insistió en que le aclarara algunas cosas, se veía muy ansioso: “¿por qué la Calzada de Jesús del Monte era tan importante para él?”, me preguntó. Le conté, él quería saber más, pero yo estaba apurada, ese día eran los dos homenajes a papá: la tarja en la Habana Vieja y la Biblioteca Nacional.

Yo estaba, realmente, muy conmovida y, como me conozco muy bien, sentía que ya mi presión arterial iba subiendo, pues cualquier emoción o tensión, me provoca ese efecto. El jovencito me dijo que mi padre era su poeta preferido, junto a Martí y a Dulce María Loynaz, que él quería estudiar en el ISA. No se me ocurrió darles mi teléfono, solo atiné a preguntarles sus nombres: el mayor se llama Alain, y es el tío del joven, cuyo nombre es Dylan. Alain me dijo que trabajaba en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, y le comenté que a mí me gustaba mucho el deporte, que de joven había jugado baloncesto, lo que es verdad.

Cuando entraba al auto, escuché que me gritaban: “¡usted tiene que estar muy orgullosa de su padre!”. Al llegar a casa me tomé la presión: 160/80. Y el día estaba comenzando…

He tratado de localizarlos, llamé al INDER, me atendió un señor muy amable, me dijo que admiraba a mi padre y que haría todo lo posible por localizar a Alain en el departamento de Personal, aunque no me dio muchas esperanzas, lo que entendí, pues en el Coliseo de la Ciudad Deportiva deben trabajan cientos de personas. Antes de colgar, le pregunté su nombre. Me dijo que se llamaba Ángel… No he sabido nada de ellos, pero tengo la esperanza de que, en alguna presentación de un libro de mi padre, o cuando logren publicarse los míos, que ellos vayan y pueda invitarlos a mi casa, para responderle a ese jovencito, y a su tío, todas las preguntas que deseen.

 

(1) Para conocer más sobre esta mueblería, La Casa Borbolla, recomiendo el texto del historiador y profesor Félix Julio Alfonso, aparecido en La Jiribilla dedicada a mi padre: LA CASA CON EL GALEÓN COLGADO DEL TECHO, DONDE VALÍA LA PENA VIVIR.
 


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