La Habana en el medio milenio de las primeras villas cubanas


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Dentro de la historia del patrimonio cultural cubano un lugar significativo lo ocupa, sin lugar a dudas, los festejos por los aniversarios de la fundación de sus siete primeras villas, celebración que si bien marca el devenir de la historia de la Isla en las más diversas perspectivas, en tanto en ella se imbrican connotaciones religiosas, políticas, económicas, sociales y científicas, entre otras, es en el ámbito cultural, por su papel imprescindibles para comprender el devenir cultural de la nación, donde encuentra sus mayor logro. Son los moradores de una ciudad los principales protagonistas de los festejos en los aniversarios de la una ciudad.

En Cuba, desde tiempos “inmemoriales”, el advenimiento de un cumpleaños no es solo motivo de alegría para los habitantes de una ciudad, sino también espacio de reflexión acerca de su origen, de los primigenios protagonistas y de las circunstancias que acompañaron el acto “preciso” de su nacimiento, recuérdese en este sentido que los asentamientos poblacionales fueron establecidos bajo la política de “vecindad”, es decir, era la permanencia en el lugar lo que otorgaba derechos –y deberes– a sus habitantes, distinguiéndolos de aquellos que en condición de forasteros permanecían en el lugar solo de forma transitoria en el lugar.  En el siglo XVIII ya señalaba el historiador José Martin Félix de Arrate y Acosta para el caso de La Habana:

La escasa y confusa noticia que los historiadores de las Indias han dejado en sus obras acerca de las referidas poblaciones, y particularmente de la última que es la de mi intento [La Habana], se ha hecho más sensible, y aun irreparable, por no tener recurso a los archivos y monumentos antiguos de esta Isla, que se han perdido por varios accidentes, experimentándose la misma desgracia en los de esta ciudad…  

El arribo al medio milenio de las primeras villas cubanas, entre el 2011 y 2019, ha hecho de la segunda década del presente siglo un periodo de permanente disfrute y reflexión para todos los cubanos y, de forma particular, para las ciencias sociales y humanísticas. Sin pretensión académica alguna y al margen de un estudio comparado, podríamos plantear que dentro de los factores que hacen del 500 aniversario de San Cristóbal de La Habana una fiesta singular se encuentran su correspondencia a su condición de ciudad capital de la Isla -condición que la revela como “capital de todos los cubanos”- y las coordenadas culturales que acompañan estos tiempos. Los agasajos ofrecidos en los 500 años de las villas Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, La Santísima Trinidad, Santa María del Puerto del Príncipe, Sancti Spíritus y Santiago Apóstol de Cuba, resultaron expresión de los logros alcanzados por las “patrias chicas”; los de San Cristóbal de La Habana son, en cambio, el testimonio de la consolidación de una red de ciudades patrimoniales en la Isla y la expresión de una urbe que desde temprano deviene “Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales”, al decir de Arrate en 1765.  

Un primer elemento a tener en cuenta en “Habana 500” es el criterio bajo el cual se hace la celebración del medio milenio. En tal sentido recuérdese que la historiografía contemporánea nos legó una cronología que no en pocas ocasiones ha sido irrespetada en el ámbito de la cultura; por solo citar un ejemplo, bajo el título “El proceso de formación nacional (1492-1868)”, del Dr. Eduardo Torres Cuevas, en Historia de Cuba (1492-1898). Formación y liberación de la Nación, declara la fundación de las siete primeras villas en el siguiente orden: Baracoa (1511), Bayamo (1513), Trinidad (enero de 1514), La Habana y Sancti Spíritus (entre abril y mayo de 1514), Camagüey (entre junio y julio de 1515) y, por último, a finales de agosto de 1515, la séptima y última villa fundada por Diego Velázquez, Santiago de Cuba y acota: “Con la excepción de esta última, todas las villas creadas por Velázquez cambiaron con posterioridad sus sitios de asentamiento”, al tiempo que concluye “Cinco años después del desembarco de Velázquez, ya estaba formada la primera red poblacional de Cuba colonial”. Las celebraciones que al calor de las ciencias sociales nos hubiera ocupado un lustro (2011-2015) devienen con el caso de La Habana, un decenio.

No ha de pasarse por alto en este sentido los reclamos hechos por académicos de la historia en relación con el caso de Camagüey, cuya comunidad persiste en celebrar su aniversario en relación con el 2 de febrero de 1514, como tradicionalmente se hacía, según indica el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz y de Lora en visita pastoral de 1756. Como he indicado en otros trabajos “los criterios para celebrar aniversario se han diversificado fundamentalmente desde tres aristas: el documento original en que se confiesa el acto de fundación; el momento del último emplazamiento de la villa y por tanto el momento en que se inicia la transformación del espacio geográfico en aras de un paisaje urbano y, en tercer lugar, una perspectiva que se ha hecho común para pueblos y ciudades posteriores: la concesión de terreno a un vecino español que con posterioridad fomentaría un asentamiento”. (1)

Para Habana 500, el referente ha sido el último emplazamiento. Eusebio Leal, en intervención durante la Conferencia Regional de Geografía, celebrada en La Habana el 31 de julio de 1995 indicaba: “Los invito […] a visitar la ciudad fundada en el claro del bosque, junto al puerto de Carenas, que se dio a conocer luego del bojeo de Cuba, en 1509, por Sebastián de Ocampo. Esa bellísima ciudad nació privilegiadamente a la sombra de un árbol: la ceiba, grande y frondosa como aquellas que, según el ya mentado padre Las Casas, podían dar sombra a quinientos caballos”. (2) De la Ceiba como símbolo asociado a la fundación indica  Félix de Arrate en La Habana: Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales, referida obra de:

Hay en esta ciudad tres plazas mayores: la de Armas, en que está la Real Fuerza e Iglesia matriz, que es la más antigua y tiene la referida denominación porque en ella se han hecho siempre las revistas y ejercicios de la tropa. Hasta el año de 1573 se conservaba en ella robusta y frondosa la ceiba en que, según tradición, al tiempo de poblarse la Habana se celebró bajo su sombra la primera misa y cabildo, noticia que pretendió perpetuar a la posteridad el Mariscal de Campo D. Francisco Cajigal de la Vega, gobernador de esta plaza, que dispuso levantar en el mismo sitio un padrón de piedra que conserve esta memoria.

Se ha señalado en cursiva tres términos importantes en la historia del patrimonio cultural habanero: primero, el reconocimiento de la Ceiba como símbolo asociado a la génesis de la ciudad desde los primeros años del siglo XVI; segundo, el reconocimiento de la tradición –patrimonio cultural inmaterial- como documento histórico para entender el pasado y la temprana legitimidad del árbol mediante un “monumento” con el consiguiente  reconocimiento de su comitente, información que se ha enriquecido con el decursar del tiempo.

Desde la historia del patrimonio cultural interesante sería un recorrido por los Monumentos Nacionales de La Habana, fundamentalmente si se les considera como “obras documentos” que como verdadero palimpsesto se enriquecen en el proceso de su recepción y consumo, proyecto en marcha ya por el 500 aniversario de La Habana.

 

Notas:

(1) V.: Marcos A. Tamames Henderson: “San Juan de los Remedios entre las primeras villas cubanas”, Cubarte, La Habana, 24 de junio de 2015.

(2) Apud. Alicia García Santana: Las primeras villas de Cuba, Ed. Polymita, Guatemala, 2008, p. 320.


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