«La lucha contra el racismo tiene que ser ganada con mucha inteligencia»


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David López Ximeno, abogado, poeta, investigador y ensayista.

 

En una reciente entrevista a David López Ximeno, abogado, poeta, investigador y ensayista, conversamos sobre la labor investigativa que él ha desarrollado con la obra de Don Fernando Ortiz, específicamente con el tema del racismo, la criminalidad y los prejuicios en este sentido.

Muchos lectores y amigos, se acercaron a Ximeno, para alentarlo a profundizar un poco más sobre el tema, a la luz de los acontecimientos internacionales actuales que tienen como telón de fondo la permanencia de una mentalidad racista.

A la par, consideramos útil que Ximeno ampliara y argumentara algunas de las certezas expresadas sobre el tema, sobre todo porque su posición es objetiva, no se vislumbra en sus planteamientos extremismos ni fundamentalismos que tanto daño causan a los debates sobre este escabroso tema.

Por tanto, esta sería una continuación de aquella entrevista; al principio en lugar de preguntas aparecen algunas aseveraciones que Ximeno expresara y que ahora argumenta para los lectores del Blog Cubarte.

FERNANDO ORTIZ (1881-1969)

Hoy se cumplen 139 años del nacimiento del Tercer descubridor de Cuba y nunca es más útil un pensador que cuando sus ideas contribuyen a comprender los conflictos contemporáneos.

Soy un hombre negro, por lo tanto nunca he vivido ajeno a los conflictos y problemas esenciales de mi raza. Ahora más que nunca hay que tomar conciencia del peligro que se expande sobre ella, y sobre todos los individuos no blancos.

Los conflictos y problemas esenciales a los que hago referencia, son en primera instancia los que de forma concreta sembró el colonialismo en los continentes y naciones no blancas. Son la explotación, el menosprecio cultural y los tratamientos inhumanos. No son fenómenos ya eclipsados, solo para ser recordados en una lección de historia.

Aún está en pie la Puerta del no Retorno, en la isla de Goré, y la ideología de la Trata Negrera extiende sus tentáculos al ciberespacio del siglo XXI para difundir el linchamiento de George Floyd.

Todavía se pretende hacer creer que los pueblos originarios de América son salvajes e ignorantes. En virtud de esta ideología se quiere borrar el legado de un presidente indígena como Evo Morales.

Por las redes sociales se difunden mensajes de contenido racista. Hasta la música se ha convertido en portadora de una ideología discriminatoria y vulgar, que incita al crimen, pero lo que más me preocupa como ser humano y como artista, es el impacto que en estos tiempos causa esta «metralla» en personas cuyo horizonte no va más allá de la Internet.

Primera edición, 1946.

La historia no existe para ser olvidada y sus recordatorios no son mera propaganda de las izquierdas. Cuando Don Fernando Ortiz escribió un ensayo trascendental como lo es «El Engaño de las Razas», lo hizo con plena conciencia, para contribuir desde su análisis a desmantelar el simbolismo negativo que en su momento histórico ejerció la ideología supremacista del fascismo.

El racismo nunca desapareció. Después de la llegada de Donald Trump, lo que parecían planteamientos e ideas indecentes, inaceptables y no dichas en público por pudor, diplomacia o elemental cortesía, se lanzan a la cara de la gente como si arrojaras una manzana.

Aunque sea difícil de aceptar hay entre nosotros fieles seguidores para toda esta doctrina de la supremacía y el supuesto mesianismo blanco norteamericano.  A pesar del ya demostrado desprecio que experimentan por la humanidad no blanca, hay quienes todavía piensan que su tabla de salvamento se encuentra en Norteamérica. — ¡El Yuma, el Yuma!— con esta expresión muestran su júbilo infame.

En los últimos tiempos con indignación y pena he escuchado a personas negras y mestizas, de extracción social muy humilde, proferir elogios al presidente norteño. Quizás ellos no sepan, o no quieran darse cuenta que contra los derechos de seres humanos de su condición, color de piel y origen nacional, precisamente va dirigido su discurso.

En lo personal, la vida me ha otorgado el privilegio de contar con entrañables amigos afroamericanos. He convivido con ellos, he escuchado sus historias personales, sé de sus sacrificios y sufrimientos familiares así como de las vejaciones a las que se enfrentaron durante la lucha por conquistar sus derechos civiles en plena década del 60 del pasado siglo.

También por experiencia propia conocí los aportes que a esta lucha antirracista realizaron los poetas y músicos negros del jazz. Son cosas que se impregnaron en mi espíritu, e inevitablemente te hacen tomar conciencia y partido. Cosas que de alguna manera quedaron reflejadas en los poemas de mi libro Newyorkers´s Jazz.

Los recientes sucesos vividos por el pueblo afroamericano te demuestran que el racismo no se terminó. Es algo sistémico. Queda muy claro el peligro que representa la exportación de esta ideología.

Este discurso racista y peligroso por su anti humanismo, tiene sus cimientos en la incultura y el miedo al otro.                             

Para mí es evidente. Se denigra a lo que se le teme.  Así pasó en Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX con el fenómeno de la negrofobia. Campaña racista fomentada por las autoridades españolas al enfrentarse a la inevitable realidad de la pérdida de la guerra, y al contemplar la masiva incorporación de hombres y mujeres negros a las tropas mambisas. Campaña racista que con posterioridad fuera heredada y reforzada por las autoridades interventoras norteamericanas. El desprecio al negro, al mulato, al mestizo; en fin, desprecio al cubano.

Por tal razón yo hacía un especial énfasis en los criterios esgrimidos por Don Fernando Ortiz en su lucha contra los dogmas que reducían al negro a la criminalidad de origen atávico. Estos prejuicios calaron muy hondo en la sociedad cubana. Aún hoy existen personas que se expresan de este modo inadecuado, y cuentan con poder suficiente para tomar decisiones que dañan. En nuestra contemporaneidad, la de un país mestizo, todavía sobrevive el prejuicio, y se juzga y se mira con prejuicio.

A veces pienso que a los hombres y mujeres negros de nuestro país, nos falta mucho todavía por madurar, para lograr comprender muy bien de qué lado se encuentra el verdadero rostro del racismo, el menosprecio y la explotación.

Creo que sí. A nosotros nos falta consolidar una visión más cuestionadora de la realidad y del fenómeno del racismo. Nos falta ese cuestionamiento a nivel personal y también a nivel social. No se puede tener miedo a llamar las cosas por su nombre. Sobre todo hablar del tema en la tribuna apropiada sin temor alguno. Ese es un deber cívico, esa gallardía revolucionaria de enfrentar el problema no puede ser silenciada.

Cuba es un país pluricultural y multiétnico. Disfrutamos de una cultura mestiza, integrada y dinámica donde mucho cuentan los aportes de hombres y mujeres negros. Nuestra historia nacional como la del resto del Caribe, también descansa sobre el sacrificio y la explotación del trabajo esclavo.

Para erosionar esa solidez cultural nacional, hacia nosotros va dirigido de forma cada vez más concreta y bien pensada el discurso cultural hegemónico. Cada vez con más fuerza a naciones como la nuestra se le vende como legítimo el canon supremacista blanco-anglosajón. Se globaliza, se hace viral en las redes sociales y encuentra partidarios entre nosotros. La política y la economía son portadores inmediatos de este canon. Nos insertamos en un contexto internacional paradójicamente cada vez más deshumanizado y deshonesto. Cuba y su sociedad, son hoy de alguna manera, y quizás sin proponérselo, el referente de la supervivencia de aquellos valores humanos por los que siempre se luchó.

¿Considera que son suficientes y bien encaminadas las acciones que en Cuba se están desarrollando para erradicar esta limitación espiritual, humana y social?

Pienso que en el terreno de las ideas, y sobre todo con un tema tan sensible como lo es el racismo, nunca serán suficientes las acciones que se realicen para combatirlo. Sin hacer apologías, y sí por convicción, creo que la acción más radical y sanadora en contra de este mal social es la propia revolución.

Mi padre, un artista negro, y con solvencia económica, me contaba cómo durante su juventud en la ciudad de Matanzas, los negros no podían caminar por las aceras del Parque de La Libertad, cuando los blancos de la clase alta allí se reunían.

Me comentaba cómo los músicos negros de las orquestas danzoneras, aun siendo contratados para los conciertos dominicales del Liceo, tenían que entrar a la sala por la puerta trasera. Entonces el problema no era solamente económico. Era clasista. Existía una barrera social que los negros no podíamos traspasar.

En la etapa histórica en que nos encontramos la lucha contra el racismo tiene que ser ganada con mucha inteligencia. Defendiendo y potenciando los mejores valores de la cultura nacional. Haciendo que nuestra historia sea conocida, respetada y comprendida por las personas. Pero enseñarla sin teques ni arengas, porque esos mucho daño causan.

Hay que hacer cumplir los preceptos constitucionales, y sancionar estas manifestaciones discriminatorias cuando el caso legalmente lo requiera. Hay que enseñar a las personas a comportase con decencia y dignidad, y esto en mi opinión comienza desde lo individual hacia lo social. Es decir se otorga el derecho, pero también se exige su respeto y su cumplimiento.

Cuando un trabajador por cuenta propia —como ya se ha dado el caso— hace alarde de que en su negocio no contrata mujeres negras, debe caer sobre él todo el peso de la ley. El pudor y la decencia social respecto a estos temas, no se ganan solamente con fórmulas educativas. La educación de los ciudadanos resulta un tema medular en todos los aspectos. Pero con la aplicación de las normas jurídicas también se educa.

Las carencias materiales no pueden justificar la falta de decencia y de civismo, y las posturas, expresiones y comportamientos racistas no hacen más que enfatizar la carencia de estos valores esenciales.

Entonces ateniéndose a la reflexión jurídica, ¿podría usted esbozar con mayor especificidad qué se plantea legalmente al respecto?

Sí. Debe quedar claro que Cuba es un estado de derecho. Hoy debemos sentirnos muy orgullosos de la Constitución que tenemos, es portadora de principios y conceptos jurídicos avanzados. En lo concerniente al respeto a los derechos humanos e individuales hemos dado un salto cuantitativo y cualitativo, hemos sido más abarcadores y garantistas.

Los artículos 41 y 42 se expresan muy claramente. Los principios de igualdad y no discriminación son de obligatorio cumplimiento para todos. Además se hace referencia específica al poder sancionador de la ley cuando enfatiza que la violación del principio de la igualdad está proscrita y sancionada.

Esto no es letra muerta. Significa que el precepto constitucional, encuentra su respaldo en la legislación penal. Cualquier ciudadano puede denunciar ante las autoridades la violación de su derecho por motivos de discriminación racial.                     

¿No cree usted que sería imprescindible el mejoramiento de la vida de un sector mayoritario de personas no blancas que viven en la marginalidad?

La marginalidad y la pobreza dentro de un sector mayoritario de personas no blancas, es una herencia infame del pasado. A pesar de nuestros esfuerzos, no ha desaparecido este flagelo social, y se necesitan cuantiosos recursos económicos para resolver el problema.

La pobreza y la marginalidad son el caldo de cultivo para todo tipo de deformaciones. El individuo sometido a estas condiciones desfavorables, desarrolla una psicología paralela, asocial, marcada por las necesidades de su supervivencia.

Mis estudios de Criminología, Antropología y Sociología Criminal me han ayudado a comprender con mayor claridad este fenómeno. El mejoramiento de las condiciones de vida, resulta esencial, y creo que uno de los grandes retos de la sociedad cubana hoy radica en contribuir a dignificar aún más la vida de este sector social. 

Debemos saber y comprender a cabalidad, que la sostenibilidad de nuestro proyecto social emancipador, dependerá necesariamente de la erradicación de la pobreza material y espiritual de las personas. Esta es una tarea compleja pero no imposible de realizar. El primer paso para nuestro mejoramiento social y humano ya fue dado. Ahora nos corresponde trabajar, defenderlo y perfeccionarlo.

 

 

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