La palabra mágica de Augusto Monterroso


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Monterroso a la manera de Goethe y de Cole Porter (dosier)

Ya nos hemos referido en otro sitio al sorprendente hecho de que la relación de la Casa de las Américas con Augusto Monterroso –de la cual se desprende un intercambio cuyo colofón, de momento, es esta exposición que inauguramos hoy con motivo de su centenario- surgió de un malentendido. En una carta de 1965 que le enviara el entonces subdirector de la Casa, el también guatemalteco Manuel Galich, se le invitaba a integrar el jurado del Premio Literario con el argumento de que era “uno de los más altos representativos de las letras mexicanas”.

Monterroso le respondió al “muy estimado Manuel” en el tono que le era propio: como dice que soy “uno de los más altos representativos de las letras mexicanas, siendo yo guatemalteco y por supuesto no tan alto […], pienso que pueda haber una equivocación y que se trate de otra persona”. Dejaba abierta la puerta, sin embargo, por si en efecto era él el destinatario de la invitación, en cuyo caso aceptaba con gusto. Galich tuvo que dar explicaciones y atribuir el error a lo que llamó un lapsus mecanográficus, así como reiterar que desde luego era él y no otro el convidado: “Augusto Monterroso Bonilla, cuentista y guatemalteco, no hay más que uno”, remataba Galich.

Ya sabemos que Monterroso finalmente no pudo viajar a la Casa en esa ocasión, ni tampoco en la década siguiente. Llegó como jurado, por fin, en 1985, junto a su compañera, la también escritora Bárbara Jacobs. Muchos años después, cuando fue ella la que integró el jurado (él vino entonces en carácter de acompañante), Jacobs dejó testimonio de aquel viaje anterior en sus palabras inaugurales del certamen.

Abrir hoy esta exposición –de la que hablarán sus curadores- nos obliga a recordar que en 1982 la Casa publicó Mr. Taylor & Co., que tres años más tarde editaría La oveja negra y demás fábulas, y que en el 2000 apareció en nuestra colección de clásicos Literatura Latinoamericana, con el título de Fabulaciones y ensayos, una antología preparada por el autor. No es extraño, por tanto, que a la par de esta muestra que inauguramos, la revista Casa de las Américas haya preparado un dosier que incluye, entre otros materiales, una “entrevista” inédita de Monterroso a Cervantes, ni que el Centro de Investigaciones Literarias le dedique un volumen de la colección Valoración múltiple, en preparación.

Autor de una obra singular que manipula los géneros canónicos al punto de abordarlos como parodia –según nos recuerda Juan Villoro en el prólogo a la mencionada antología-, que recicla géneros y los confunde, que se vale del humor para decir cosas tremendamente serias, que injustamente es conocido por la mayoría de quienes han escuchado hablar de él, por un cuento de apenas siete palabras, Monterroso es uno de esos autores excepcionales que son capaces de instalar un mito y de cancelar la opción de generar imitadores.

Una conocida anécdota que él mismo hizo circular, lo encuentra junto a su compatriota, el poeta Otto René Castillo, haciendo gestiones en una oficina de Inmigración de México, país donde viviría la mayor parte de su vida. Viendo la escasa estatura de ambos, un desdeñoso funcionario les preguntó: “¿Y en su país todos tienen el mismo tamaño?”, a lo que Monterroso respondió veloz: “No, también los hay bajitos”. Más allá del chiste, podemos entender la respuesta en sentido literario: habrá muchos escritores, podríamos parafrasear, pero “Augusto Monterroso Bonilla no hay más que uno”.


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