La utopía está en San Antonio de los Baños


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A pocos kilómetros de La Habana, hay una isla diferente donde se hace un cine «otro». Una isla que no está rodeada de mares, ni tiene coordenadas exactas, una tierra que se nutre del sentir común de muchas personas que aman el séptimo arte, provenientes de las más disimiles latitudes, pensamientos, creencias y culturas, y que han decidido convertirla en el núcleo desde donde, más allá de lo empírico, se irradien luces de un movimiento de creación alternativo, crítico y tan diverso como sus hacedores.

Así lo soñaron hace 35 años Julio García Espinosa, Gabriel García Márquez, Fernando Birri, Tomás Gutiérrez Alea (Titón), y otros miembros de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, convencidos de que el movimiento necesitaba una academia de formación. Con el apoyo de Fidel y el Estado cubano, inició el camino de una escuela enclavada en Cuba, pero de todos los mundos.

La Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) se hizo realidad en el poblado de San Antonio de los Baños, actual provincia de Artemisa, y con ella, como diría Birri, se le dio un lugar a la utopía. El cineasta argentino la definió así desde su nacimiento en 1986, cuando afirmaba que la utopía, que no estaba en ninguna parte, debía estar en alguna parte. Fue su manera de atar el arado a la estrella –como solía decir—, una escuela que fungiera como una incubadora de cineastas y cinematografías comprometidos con su región, sus ideologías y con estéticas propias.

Susana Molina, actual directora de la institución, cuenta que la EICTV tuvo como referente la escuela de cine de Roma. «Fue ahí donde coincidieron nuestros fundadores. De ella tomaron la filosofía de aprender haciendo y de la diversidad cultural, una escuela que le permitiera a los que salieran de ella darle visualidad a todos los países del tercer mundo, que apenas tenían cinematografía, a excepción de Argentina, México y Brasil».  

Estas han sido las premisas que los mueven hasta hoy. Aquí los planes de estudio privilegian las ejercitaciones prácticas desde la primera semana de clases, y cada vez se van complejizando más, de manera que al llegar trabajan sin asesoría de ningún especialista. Pero el principio de aprender haciendo también implica contar con un claustro en su totalidad de profesionales de la industria en activo —explica Jerónimo Labrada, director académico y fundador del centro—, lo cual supone una ventaja en la actualización de los contenidos, de los últimos conceptos y tecnologías que están liderando en el audiovisual.

La escuela recibe cada año más de trescientas solicitudes de postulantes. El gasto presupuestario ha sido la mayor limitación para las matrículas de la academia, que, además de la alimentación, hospedaje y enseñanza, costea todos los recursos tecnológicos que precisen los estudiantes en su tiempo de creación, con apoyo del Estado cubano y otras instituciones. Por tal motivo, su matrícula no es gratuita, con excepción de los estudiantes cubanos.

El acceso al curso regular de la institución exige haber finalizado al menos dos años de alguna carrera universitaria, aprobar exámenes de ingreso de cultura general y la presentación de un material cinematográfico propio, de manera que se busca que los estudiantes tengan alguna experiencia previa en realización cinematográfica. Luego somete a una selección de cuarenta plazas. Otra particularidad es que lanza su convocatoria al curso regular en años alternos. De manera que tampoco gradúa anualmente. 

Son ocho las especialidades que se imparten en la EICTV: Dirección de Ficción, de Documental, Producción, Guion, Fotografía, Sonido, Edición y Televisión y Nuevas Narrativas Audiovisuales. A estas se suman cuatro maestrías, además de talleres y cursos de altos estudios para profesionales de la industria, y otros de menor especialización para cualquier persona con intereses cinematográficos, con costos distintos del curso regular.

Eleonora Loner es egresada de la EICTV y realizadora brasileña. Tras cinco años de trabajo en medios audiovisuales en su país, Eleonora ahora asume la coordinación de Polivalencia, etapa inicial del curso regular donde se recibe una preparación general en las especialidades principales, en humanidades, historia del arte y del cine. «Hacen un ejercicio final por equipos de tres minutos en el que deben alternar roles. Esto equipara los conocimientos con aquellos que tienen una mayor experiencia en uno u otro campo, y logra una cosmovisión integral de todo el proceso de realización, las necesidades y condiciones cinematográficas comunes a todas las producciones. Es un momento para crear alianzas, identificar afinidades, pues es la única fase en que comparten todos juntos», comenta.

Esta suerte de laboratorio desborda su sentido antiescolástico, tanto con la enseñanza que defiende como cuando estudiantes y profesores prefieren los grafitis para dejar impronta del paso por sus aulas. El mejor testimonio de sus visitantes son, precisamente, los muros y paredes que rodean la instalación. En ellos se distinguen las firmas de Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Danny Glover, Oleg Vidon, Emir Kusturica, Gregory Hoblit, Asghar Farhadi, entre tantos otros.

«La experiencia es enriquecedora para ambas partes», afirma Molina. «Vienen entre 300 y 350 profesores cada año. No hay barreras entre estudiantes y profesores en cuanto a las prácticas, vivencias y saberes que traen».

Luis Alejandro Yero, también egresado de la EICTV y actual coordinador de la cátedra de Documental, refiere que siempre trata de compartir con los futuros realizadores sus procesos intuitivos de creación y las experiencias de otros profesionales del audiovisual: «Es esencial que definan sus intereses, privilegios, limitaciones, virtudes, sus necesidades vitales de creación, y en base a eso descubran las mejores herramientas estéticas, éticas y métodos que puedan satisfacerlas cinematográficamente».

Es muy común encontrar en la EICTV jóvenes como Yero, que no logran desprenderse del todo de sus espacios, y que incluso luego de varios años vuelven como Eleonora para estar entonces del otro lado del aula. Son alrededor de quince los egresados que ahora integran el claustro profesoral, aunque no es una práctica nueva.

Desde su creación, el centro ha contado con la dirección de prestigiosas figuras de ámbito del celuloide. El poeta y cineasta argentino Fernando Birri fue el primero de todos, al que siguieron el periodista y guionista brasileño Orlando Senna, el realizador y editor colombiano Lisandro Duque, el productor argentino Alberto García Ferrer, la editora dominicana Tanya Valette, el poeta y cineasta venezolano Edmundo Aray, el realizador cubano Julio García Espinosa, el realizador guatemalteco, egresado de la escuela, Rafael Rosal Paz, y el sonidista cubano Jerónimo Labrada.

Tanya Valette fue la primera mujer egresada que estuvo al frente de la escuela. Bajo su dirección, el centro transformó su premisa de ser «de los tres mundos» —para estudiantes de países América Latina, África y Asia — a «de todos los mundos». Aun cuando el 85 por ciento de sus egresados son latinoamericanos, actualmente la EICTV es un sitio que forma estudiantes de todas las culturas. De ahí que, en 27 generaciones, la escuela haya graduado más de mil cineastas en el curso regular y más de cuarenta mil de cursos de altos estudios, provenientes de 62 países.

La condición de profesores-cineastas en activo influye en la estructura del programa, en tanto los catedráticos deben hacer un paréntesis en su vida profesional para impartir clases. Se trata de cursos por módulos de quince días de duración aproximadamente. Desde noveles hasta más experimentados cineastas han desfilado por la institución.

El realizador español Daniel Tubau es uno de los talleristas habituales. Hace siete años llegó por casualidad y quedó enamorado de la filosofía de la escuela, al punto de compartir cada año sus experiencias en el taller «Guionista del siglo XXI». «Me traigo mucho de mi trabajo en Televisión Española y en otros medios, y aprendo siempre de los alumnos. Es un tráfico de información muy enriquecedor».

Por su parte, el escritor y guionista cubano Arturo Arango, quien estuvo al frente de la cátedra de Guion y actualmente es uno de sus principales colaboradores, observa que hay una relación de continuidad en la cátedra, de alianzas y conocimientos. «Muchos egresados de Guion, luego ejercen como directores y van ampliando sus roles. Es muy gratificante seguir luego su crecimiento». 

«La EICTV forma parte de la Asociación Internacional de Escuelas de Cine y Televisión y de la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina, lo cual avala su programa de estudio y concepto. Tenemos alianzas con Televisión Española, la Unión Europea y la Fundación Cuomo, en Mónaco; hemos recibido apoyo de otras academias de cine como FAMCA, del ISA, y entidades internacionales, como el programa Ibermedia, la Conferencia de Autoridades Cinematográficas Iberoamericanas y la Secretaría General Iberoamericana, que han facilitado el intercambio de estudiantes, bibliografía, producciones conjuntas, eventos, etcétera, lo cual habla del impacto internacional de la escuela», subraya Molina.

Susana Molina

Para Susana Molina la magnitud que adquiere el intercambio cultural y la convivencia hacen de la escuela una experiencia única en su tipo, particularidad que transforma como concepto la institución, «en una comunidad, una gran familia, que tiene diferentes culturas, razas, etnias, religiones, más que en un centro educativo», expresa.

«Esa multiplicidad de perspectivas estéticas, sectores socioeconómicos y culturales de todas partes hace la tarea aún más compleja, porque sus realidades permean sus formas de apreciación», valora el guionista Eliseo Altunaga, quien desde hace más de veinte años ha mantenido vínculos con la EICTV, desde jefe de la cátedra de Guion, fundador de Altos estudios o tallerista invitado.

Lejos de suponer este un impedimento para la realización, deviene elemento enriquecedor del discurso audiovisual en los ejercicios que se producen en colectivo, no solo para futuras redes de colaboración cinematográficas, sino también para las relaciones afectivas.  

Este abril, Aarón Sánchez se gradúa de Edición. Luego de tres años de estudio en la EICTV, motivado por las vivencias de amigos y antiguos profesores en México, apuesta, cuando deba empacar la maleta llevarse consigo sobre todo «las conversaciones con tantas personas, de tantos mundos (culturales y sociales). La experiencia cinematográfica es como el cuarto cuando recién te instalas: está vacío al llegar y mientras se incorporan los compañeros y amigos se va enriqueciendo con la ayuda y el cariño de todos. Es difícil encontrar esto en el mundo, un lugar donde puedes entablar charla en cualquier esquina con un director reconocido o con la persona que barre, y que esa te diga algo más valioso aún. Es un enriquecimiento espiritual, social… que va desde construir un cuarto hasta una película».

Para Amara Micaela Molina, chilena, también de tercer año, pero del perfil de Producción de Televisión y Nuevas Narrativas Audiovisuales, su paso por la escuela ha sido duro y a la vez hermoso: «Aquí uno encuentra inspiración en todas partes. Cuba es un espacio utópico-distópico que encanta y a la vez choca, un espacio de puro abono para tierra fértil, donde te descubres a ti mismo, que te cambia la percepción de cómo trabajar profesionalmente. Cada cual viene con su idea del cine, y lo bonito de todo eso es el resultado de los proyectos, logrados en comunión, por su diversidad».

Los egresados y actuales profesores Luis Alejandro Yero y Eleonora Loner coinciden en que la EICTV les ha aportado una visión holística del mundo y del cine que provee la confluencia de culturas en un mismo sitio, el concepto al margen del canon y de las élites. «En Brasil no hay un lugar donde vivas, estudies y trabajes a la vez. Es una inmersión y una dedicación por el cine muy grandes. Me formé como guionista y entendí mi voz autoral aquí, la escuela me ofreció un espectro muy amplio para pensar un guion desde muchas vertientes, el teatro, la literatura, etcétera», sentencia Loner.

«En México la visión es hegemónica cultural, y acá de repente te hablan de Glauber Rocha, de Titón, que por lo general no aparecen en la historia del cine contada por los paradigmas, en los libros más famosos, esos que a su vez son los más alejados de nuestra realidad; aquí descubrimos otros que se parecen más a lo que somos», comenta Aarón Sánchez.

Treinta y cinco años atrás, sus fundadores pensaron una escuela donde los proyectos, los sueños, aunque ambiciosos, fueran realizables. Hoy la EICTV ha hecho que la utopía tenga coordenadas en el mapa. Ha creado una isla dentro de otra isla, un concepto que más allá de la poética que tiene impregnada ha conseguido resultados concretos. 

«Creo que esa premisa se ha cumplido con creces, desafiando metas, desarticulando obstáculos», opina Susana Molina. De esta escuela han salido nuevas cinematografías en nuestro continente. «Ha surgido un movimiento cultural en la región muy importante. En países como Nicaragua, Honduras, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana se han fundado escuelas a imagen y semejanza de esta por nuestros egresados, que aunque con un alcance menor replican su discurso», concluye Labrada.

Una veintena de carteles de películas se desplaza por las paredes de la entrada principal de la escuela de cine de San Antonio de los Baños. Pertenecen a algunos de sus egresados. En ellos figuran los nombres de directores, guionistas, sonidistas, asistentes de dirección y editores que, dispersos por el mundo, van difundiendo el sello de la EICTV al festival de Cannes, a la Berlinale, al de La Habana, a Miami, e incluso levantan la estatuilla de los Goya o de los Óscar con el orgullo de haber sido parte de una de sus 27 generaciones.

 


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