Las comunes manos constructoras


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Foto: Ana Fernández de Lara, ACN

En septiembre de 2000, a pocos meses del cierre del primer año del siglo XXI, Roberto Fernández Retamar recalcaba en el prólogo, que él llamó «Noticia», del libro Todo Caliban[1]: «(…) Es deber nuestro insistir en que si la humanidad no es otro experimento fallido de la Naturaleza, sólo se saldrá a flote (en caso de hacerlo) con la rosa náutica toda en las comunes manos constructoras”. A pesar del tiempo transcurrido desde su primera enunciación del concepto-metáfora de Caliban, como expresión de su pensamiento anticolonialista, más de dos décadas después sus aportes esclarecedores siguen sirviéndonos como guía a los cubanos y a los «condenados de la tierra» de los que habló Fanon.

Como si se tratara de la asunción de su recomendación, que goza de plena actualidad en los tiempos arduos que vivimos, en la sala Che Guevara de la Casa de las Américas se desarrolló el taller «Colonización y descolonización cultural: una visión desde Cuba», donde representantes de instituciones y organizaciones cubanas como la Upec, el Centro Fidel Castro Ruz, el Centro de Estudios Martianos, el Movimiento Juvenil Martiano, la Comisión Aponte de la Uneac, entre otros, compartieron reflexiones sobre distintas estrategias de resistencia que oponer a la colonización cultural imperialista, las cuales posteriormente quedarán recogidas en forma de libro.

El presidente de la Casa, Abel Prieto; se refirió al Programa para enfrentar la colonización cultural «Sembrar ideas, sembrar conciencia», que alude directamente al pensamiento anticolonizador y emancipatorio defendido durante toda su vida por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, quien ante la interrogante de con cuáles fuerzas hacer frente al auge fascista que vivió el mundo con la administración norteamericana presidida por George Busch, afirmó que estas eran las ideas y la conciencia.

Asimismo, Abel Prieto, recordó que durante el sexto Congreso de la Uneac, Fidel advirtió que la globalización cultural es el más poderoso instrumento de dominación del imperialismo, por eso siempre para él fue una prioridad salvar la cultura ante las más variadas adversidades enfrentadas por el proceso revolucionario cubano.

Entre las reflexiones compartidas durante el encuentro tuvieron preeminencia la importancia de fomentar entre los cubanos, fundamentalmente las generaciones más jóvenes, un pensamiento crítico que les permita acercarse con distancia, sin ingenuidad, a los distintos productos culturales en sus diferentes formatos, con énfasis, en los generados por la industria cinematográfica, la televisión, y con los que se interactúa a través de las redes sociales.

Igualmente, recalcó que debe lograrse una mejor articulación de las fuerzas de la cultura nacional que dé como resultado la creación de alternativas valiosas frente a la oleada de la hegemonía cultural que busca el borrado de la memoria de los pueblos, de su identidad, y sus expresiones culturales.

El ámbito educacional también estuvo entre los puntos sobre los que Abel Prieto llamó la atención, dada su relevancia para formar ciudadanos que puedan reconocer entre las propuestas del imperialismo la incitación a creer solo en el presente sin tener en cuenta el pasado y sus enseñanzas, que existe una probable fórmula del éxito, su continua invitación al consumismo, al tiempo que comprendan sin simplificaciones, verticalismos ni paternalismos pedagógicos conceptos fundamentales como soberanía o capitalismo.

Ante la prevalencia de una pereza intelectual que pondera lo efímero, lo frívolo, el entretenimiento vacío debe promoverse otra modernidad –idea martiana-, que no esté sustentada en la colonización ni en la aceptación acrítica de todo lo que proviene de Estados Unidos, apuntó.

En este sentido, llamó a romper la complicidad del colonizado con la que cuenta el colonizador para extender su dominio, así como a  fortalecer la sinergia entre el sistema educativo, la cultura, los medios y las posibilidades de utilización de las redes sociales.

El historiador y periodista indio Vijay Prashad, quien por estos días visita nuestro país, también ofreció sus aportes al diálogo. En su caso, se refirió a cuatro tesis sobre descolonización y marxismo. La primera de ellas propone que el racismo y el sexismo son elementos estructurales del capitalismo  a través de los cuales sostiene su modelo de producción, conjuntamente con la extracción de la plusvalía asentada en la extensión de la jornada laboral, el incremento de la productividad con maquinarias y sistemas de trabajo y el pago de salarios por debajo del valor real del trabajo.

La segunda tesis apunta a la degradación del ser humano, a su devaluación, a la inaccesibilidad a los cuidados básicos necesarios, a la enajenación del individuo, elementos que constituyen un reto para los proyectos socialistas que emerjan en las naciones pobres del mundo, fundamentalmente.

El director ejecutivo de Tricontinental: Institute for Social Research  resaltó la importancia de rescatar la vida colectiva, la humanidad que se enriquece en la lucha común. De igual modo propuso complementar la batalla de ideas con la batalla de emociones, para lograr llevar a los espacios de desolación, de desesperanza,  su contraparte, es decir alegría, esperanza,  entusiasmo.  

Otros participantes en el taller como René González Barrios, director del Centro Fidel Castro Ruz,  subrayó el papel del líder revolucionario, desde su temprana juventud, en la lucha contra la colonización imperialista. En su intervención reiteró la comprensión tan clara que tenía Fidel de la cultura como principal arma ideológica de la Revolución, al tiempo que propició el desarrollo del internacionalismo como respuesta a las maniobras colonizadoras de distintos poderes imperiales tanto en la América Latina y el Caribe, como en otros continentes como el africano.

Por su parte, Marlene Vázquez, directora del Centro de Estudios Martianos, y Yusuan Palacios, presidente del Movimiento Juvenil Martiano, destacaron la importancia del pensamiento descolonizador de Martí para el mundo contemporáneo,  desde su exaltación -sin chovinismos ni complejo de superioridad como alertó-, de la conciencia del valor de la cultura propia, de su originalidad, de las raíces y la memoria histórica.

Lograr conectar la producción intelectual de la vanguardia con el resto de los individuos de la sociedad, fue la proposición del historiador Ernesto Limia, quien fiel a su profesión defendió como esencial el conocimiento de las raíces y del pasado ante las continuas acciones para vaciar de significado la historia cubana, para incitar a la desconfianza ante los hechos del pasado, frente a la demonización del socialismo y la propuesta de una lectura a la inversa, apolítica, desideologizada de la historia.

Señaló que ante este panorama se debe sacar las ideas de los libros y salir a la calle con ellas, para propiciar ese diálogo fecundo que permitirá a la nación salvaguardar los anhelos de justicia social que siempre han acompañado al proceso revolucionario cubano.

Para el poeta y ensayista Víctor Fowler se debe ser radicalmente culto para poder enfrentar con éxito la colonización. Sobre esa idea reflexionó que se debe conocer tanto lo más excelso como lo más burdo que se produce en los centros imperiales de colonización cultural, conjuntamente con lo mejor que se producen en otras sociedades similares a la nuestra.

Dialogar con los principales autores de la contemporaneidad, en las diferentes esferas del conocimiento humano, es lo que nos permitirá  entender nuestra particularidad como cubanos, expresó.

El taller «Colonización y descolonización cultural: una visión desde Cuba» también estuvo dedicado a los cuarenta años de la Casa del Caribe, institución emblema de la batalla contra la colonización en nuestro país, cuyo trabajo ha contribuido a jerarquizar las culturas del Caribe, y a romper la dicotomía entre la supuesta alta cultura y la cultura popular.

Los criterios de los participantes recogidos someramente en esta nota, junto con otros que aparecerán de forma íntegra en un futuro libro, hacen que vuelva a Retamar, cuya legado, como el de Martí, el Che, Fidel, Nicolás Guillén, Lezama, y tantos otros, fue cimiente de cada reflexión compartida durante el encuentro.

En este punto, parafraseo las palabras finales de su ensayo «Caliban, quinientos años más tarde»[2], donde propone oponer frente a los desafíos aparentemente insuperables de la realidad social, entre otros elementos, la confianza en la imaginación e invita a luchar juntos con valor, inteligencia, pasión y compasión para entrar en la amenazada casa del futuro, esa casa hecha de tiempo y esperanza. Al parecer en ese camino vamos.


[1] Roberto Fernández Retamar: Todo Caliban, La Habana, 2000, p. 9.

[2] Roberto Fernández Retamar: Todo Caliban, La Habana, 2000, pp. 146-178.

 

 


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