Laura Mora: por un cine más desobediente


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Como de “un privilegio” calificó la cineasta colombiana Laura Mora el hecho de estar nuevamente en La Habana para compartir con el público del 43 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, evento en el que en 2017 su ópera prima Matar a Jesús recibió un premio especial del jurado y el colateral que habitualmente otorga Casa de las Américas.

En la presente edición, la realizadora vino acompañada de su segunda película, Los Reyes del Mundo, cinta que ha tenido un exitoso recorrido internacional, cosechando este año los máximos lauros en el Festival de San Sebastián y en el de Biarritz.

Cinta merecedora de tres lauros colaterales en la recién finalizada cita habanera: el Premio Quijote, el Premio Casa de las Américas y el otorgado por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica.

La historia de cinco muchachos criados en las calles de Medellín que viajan a recibir del Estado unas tierras expropiadas a una de las familias, es el tema de este road movies que se vale de actores naturales y marca el interés de la también coguionista por arrojar su mirada hacia el mundo masculino, a diferencia de muchas de sus contemporáneas.

“Me inquieta mucho la masculinidad. Como mujer, me inquieta mucho. Sobre todo, al venir de un país como Colombia tan castigado por la violencia y sentir que la violencia, de alguna manera, es un patrimonio muy masculino y que los chicos que nacen en ciertos lugares, como en la periferia, están muy condenados a ser violentos; como si ser violentos fuera una manera o la única posibilidad de ser hombres.

Acá eran cinco chicos muy jóvenes. Yo empiezo los procesos de casting muy sola, cuando tengo la primera versión del guion comienzo a salir mucho a la calle, converso mucho con los chicos y, en este casting en particular, no estaba buscando malandreos, sino más bien una sensación de desamparo.

Creé como tres o cuatro preguntas que eran claves para descubrir el material sensible de esos chicos y con esas preguntas empezamos a encontrar quiénes eran”.

Finalmente, el reparto quedó integrado por Carlos Andrés Castañeda, Brahian Acevedo, Davison Florez, Cristian Campaña y Cristian David.

“Yo digo que Matar a Jesús es más autobiográfica y Los Reyes del Mundo más personal porque Matar a Jesús tiene que ver con el asesinato de mi padre. También me anclé en una narrativa más clásica que me permitía ordenar los eventos y hacer una denuncia más clara, pero hacerlo fue un acto supremamente liberador.

Empecé a escribir esta película de una manera muy desordenada, justo después del rodaje de Matar a Jesús. Cuando digo que es más personal es porque también habla del cine como me interesa, de desobedecer un poco la narrativa y de plantear la imaginación como una especie de territorio.

Y como esta película es acerca de una tierra prometida y acerca de volver a tener propiedad de un territorio, fui pensando que la imaginación también es un territorio del que nadie nos puede expropiar. Sentí que cuando nos intentan quitar todo, pues la imaginación prevalece. Sentía que unos chicos que van en ese viaje hacia una tierra que el Estado les está prometiendo y que posiblemente sea un destino fatal, tenían que habitar esta imaginación, este delirio, este campo de lo onírico, como un espacio íntimo y muy libre.

Eso me permitió formalmente atravesar la película y creo que habla de un cine que me interesa, de un cine que habita el espacio poético; un cine un poquito más desobediente formalmente”.

Nacida y criada en Medellín, en cuyas calles fue asesinado su padre, la vida de Laura Mora como la de muchos colombianos ha estado marcada por la violencia.

“Más allá de Colombia, lo que a mí me parece es que el mundo está mal. Hemos llegado a cierto nivel de políticas económicas que cada vez son más violentas, más agresivas, que tienen esta tendencia a que las diferencias entre las clases sociales sean absurdas y eso es una forma de violencia y de mandar a la gente a extramuros.

En Colombia está claramente muy presente. Sin embargo, a mí me encanta la vida. Como que en esa contradicción en que me parto, en los días en que el mundo me parece una mierda y la vida me parece hermosa, es donde encuentro el lugar poético y lo que me permite tener algo de esperanza, agarrándome de la esperanza un poco como de la utopía. Me gusta que la palabra esperanza tiene adentro la palabra espera.

Mis dos películas han nacido con un dolor personal, pero esta tiene que ver con unas relaciones que me han enseñado sobre la ética de los afectos. En todos esos lugares quizás más aporreados donde he tenido amistades muy profundas he encontrado la solidaridad, el afecto y se han vuelto como pequeñas islas que me agarran ante la adversidad del mundo.

Todos los que hacemos esto tenemos una enorme sensibilidad y a mí me duele profundamente lo que me ha pasado, lo que pasa en el mundo que habito y el cine y los otros son una manera de agarrarme. A pesar de todo, están los otros y, al final cuando todo se hunda, mi patria habrán sido los otros. Eso es lo que me da esperanzas”.


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