Luces de ciudad: Luis Enrique Camejo


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Con un quehacer rodeado de lo psíquico y lo anecdótico, paisajes urbanos repletos de historias y personajes incógnitos, son recurrentes en la obra de Luis Enrique Camejo; en donde la autoreferencialidad, que llega a su pintura a partir de la segunda mitad de los años noventa, es tratada en series como: Salida, Malecón, Montaje, entre otras. Siendo la contemplación y el análisis de algunas de esas obras, motivo que nos ocupa, sin llegar a hacer un registro cronológico de las mismas.

La luz, como elemento que compone y enmienda atmósferas enrarecidas; el deseo por dialogar y relacionarse; el detenimiento, la mirada y reflexiones hacia el interior del proceso creativos, son formulas medulares de motivaciones que iluminan y componen escenas, donde la mancha lo ocupa todo. En tanto, Camejo utiliza el chorreado como recurso para deteriorar la nitidez de las imágenes, adentrándose así en entresijos de un proceso que responde a las trasparencias, los contrastes y las aguadas; dejando ver ciudades que no incitan al descanso.

Bohemias y caóticas son sus ciudades, cargadas de un aura de ensueños y utopías; donde el interés suscita en la relación fugaz e inmediata del hombre con su entorno. Lugares donde acontece y se desata la vida contemporánea, plurales maneras de sentir la urbe, trama en la que interactúa y deja impregnada sentimientos y memorias; espacio cosmopolita para captar el movimiento, la dinámica y lo instantáneo de la vida.

Ciudad cual sinónimo de relación entre el hombre y el medio, contexto que puebla esencialmente el ideario del artista. Una urbe indefinida, que puede ser de esta o de cualquier sociedad o lugar. Cercana, pero a la vez distante; donde no hay cabida a estereotipos, en tanto se construye a partir de las encrucijadas de quienes la habitan, única y diversa en ambientes, espacio y tiempo.


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