Malucha Pinto. Tocar un país con las manos


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Malucha Pinto conversa con Vivian Martínez Tabares, directora de Teatro de la Casa de las Américas

Malucha Pinto es una conocedora del público cubano. Como actriz, dramaturga y directora de Aracataca Teatro ha visitado la isla en varias oportunidades, fundamentalmente, durante el Festival de Teatro de La Habana.

Por estos días, la presentación de la obra Mi abuelo Horacio la trajo nuevamente a Cuba junto con los actores Carolina Carrasco y Pablo Fuentes. Su estancia en La Habana permitió que ofreciera también un conversatorio en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, en el que testimonió con entusiasmo, y no sin pena por el resultado que no fue, su participación activa en la Convención Constitucional nacida del impulso que provocaron las revueltas sociales de octubre de 2019, en su natal Chile.

La artista habló de las profundas desigualdades que existen en su país y de las distancias entre el poder político y la ciudadanía que provocaron el estallido popular, que pedía a gritos cambios estructurales para el país.

A pesar de que representaban un acto público de rebeldía, las protestas de 2019, quizá las más grandes en la historia del país latinoamericano, no tuvieron la conducción de ningún Partido, al decir de Malucha Pinto, se trató de “una movilización cultural, energética, espontánea, una energía transformadora que se desató y ocupó no solo Santiago de Chile, sino las ciudades de todo el país”.

“Fue una movilización profundamente popular. Las calles se llenaron de teatro, de danza, de poesía, los muros, de artes plásticas, aseveró. Por primera vez la gente salió de sus casas a conversar; se hicieron cabildos, asambleas autoconvocadas. De la noche a la mañana un país que no hablaba de política empezó a hacerlo. Esto aterró al poder constituido; y tuvieron que hacerse cargo de lo que estaba pasando”.

La destacada dramaturga también reconoció que en aquellas agitaciones, las cuales señalaban deudas históricas, hubo componentes de mucha violencia, de saqueos, de enfrentamientos.

Sin embargo, a pesar de la brutal represión policial que dejó múltiples víctimas y fallecidos, los chilenos continuaron alzando sus voces, “nos reconocimos como pueblo, se volvió a tejer esa belleza de un país que se descifra de manera común”, subrayó Malucha Pinto.

Frente a los ánimos de un país que expresaba no solo el descontento con el gobierno del entonces presidente Sebastián Piñera sino con un sistema político que había dejado por décadas grandes brechas en la sociedad chilena, la promesa de una nueva Constitución y del llamado Pacto por la Paz, vino a calmar los ánimos del Chile lanzado a las revueltas, explicó.

La redacción y aprobación del nuevo documento significaba abarcar los pedidos escuchados en las calles, y para muchos, la oportunidad de dejar atrás un modelo heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.

En plebiscito los chilenos decidieron la redacción de la nueva Carta Magna y de manera inédita la opción de una convención constitucional, conformada por 155 representantes civiles, encargados de este proceso escritural.

Malucha rememoró las interesantes sesiones en el Congreso Nacional, y la emoción de aquellos que, por primera vez y democráticamente, se reunían en un espacio de poder, con distintos puntos de vista, pero interesados en lograr el consenso.

Como un hecho inédito se armaron varias comisiones, tuvieron un reglamento. La participación fue fundamental, enumeró algunos de los pasos que permitieron asumir la tarea enorme de redactar la nueva Constitución.

La transparencia era la única manera para que este proceso fuera realmente legítimo; y por tanto todas las sesiones se transmitieron en vivo para la ciudadanía, contó la destacada artista. Fue importante contar, aunque no fue suficiente, con asesores políticos y jurídicos, quienes trabajaron casi voluntariamente, debido al ínfimo presupuesto asignado, acompañándolos en la redacción de la nueva propuesta constitucional.

En su charla Pinto se detuvo en cómo defendieron la importancia de la comisión de culturas, de sistemas de conocimientos, artes y patrimonios. “Una constitución es un gesto cultural, fundamentalmente, es el paso de un paradigma a otro a través de las leyes”, sentenció.

Con el ímpetu de aquellas mismas oleadas masivas de protestas se concibió el importante texto, que representaría a una ciudadanía atragantada por años de salvaje neoliberalismo, de abandono total del gobierno, que como bien público solo ha garantizado a la ciudadanía el acceso a la vacuna del Covid-19, enfatizó.

Sin apenas descanso recibimos cinco mil audiencias provenientes de todo Chile, de todos los actores sociales, del mundo de la academia, la política, de los pueblos originarios. Fue un proceso exigente, en el que, sin embargo, durante todo ese tiempo la derecha más dura y reaccionaria se dedicó a hacer campaña con un permanente bombardeo de mensajes para incitar al rechazo de la propuesta, reconoció Malucha.

Compartió, además, que cuando estuvo listo el texto el tiempo con el que se contó para exponer al pueblo la nueva Constitución fue solamente de un mes, y los recursos económicos y comunicacionales fueron escasos para llegar a un número mayor de lugares, para explicar mejor de qué se trataba el proyecto, frente a la avalancha manipuladora impulsada por la derecha, que tergiversó las transformaciones que este texto proponía. Finalmente ganó el rechazo, lamentó Pinto.  

“Era una propuesta moderada que planteaba un Estado social, democrático y de derechos; un estado de bienestar para las chilenas y los chilenos, hablaba por ejemplo de la derogación de la propiedad privada del agua, abría caminos a los pueblos indígenas”, lo que todavía le resulta incomprensible cuando comenta que de los mismos sectores que serían beneficiados con estos cambios provinieron grandes porcientos de votos rechazando la nueva Constitución.

“Sin embargo, aquí estamos, lo hicimos, y los artistas nos involucramos en una causa que habla de nuestras ganas de transformar y de recuperar la memoria”, manifestó.

Después de vivir esta experiencia que le permitió “tocar” su país, llegar a lugares inusitados, constatar de frente las desigualdades, la falta de acceso a los servicios básicos de buena parte de la población chilena, Malucha está convencida de que “el único espacio donde tenemos que reencontrarnos es el espacio cultural y artístico, y luego de que pase este hervidero de odio nuestra Constitución volverá a florecer”.

La actriz, dramaturga y directora confía en el poder transformador de la educación, del trabajo en las comunidades, de la cultura, del diálogo desde abajo, para impulsar los cambios que sigue necesitando Chile.  

 


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