Matar y morir en el Caribe


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El Instituto de Investigaciones Dr. Jose María Luis Mora y la Universidad Michoana acaba de publicar el libro Guerras irregulares en el Caribe. El texto es una compilación de artículos y ensayos sobre el pasado bélico de esta región. Los coordinadores son: Laura Muñoz Mata, Rosario Rodríguez Díaz y José Abreu Cardet.

Una característica de la obra es la participación de especialistas de diversos países. Entre ellos se encuentran colegas de México, España, Uruguay, Puerto Rico, Venezuela y Cuba. Los temas tratados son diversos como se puede comprobar en el índice que reproducimos al final de este artículo. Entre los autores, cuatro son holguineros: Angela Peña Obregón, Enrique Doimeadios Cuenca, Oscar Larralde Otero y José Abreu Cardet, lo que pone en evidencia el desarrollo de los estudios históricos en este rincón del Caribe. A continuación, reproducimos un fragmento de la introducción del texto elaborada por los compiladores, donde se reflejan los temas tratados.    

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO GUERRAS IRREGULARES EN EL CARIBE

La colaboración de Lourdes de Ita nos presenta a un personaje complejo, polémico y singular, Pedro Menéndez de Avilés, uno de los navegantes españoles más notables de su época y estratega para la expansión americana desde América. A continuación, Juan Carlos Rey González nos descubre que el Caribe venezolano fue testigo, y sus vecinos víctimas o participantes según el devenir de los acontecimientos, de un conflicto internacional entre Holanda y España. La guerra por la sal puede desencadenar ríos de sangre.

Por su parte, Ana Elvira Cervera ofrece un acercamiento muy interesante y novedoso a la batalla del cayo St. George, de 1798, desde la hermenéutica de la frontera, en la que el espacio y los sucesos ocurridos son comprendidos a partir del posicionamiento filosófico. En un lado se encuentra la novel nación beliceña que interpreta el pasado con el objetivo de naturalizar su legítimo derecho a estar ahí. Del otro, lo experimentado y narrado por la embestida española y la experiencia particular de la fracción inglesa, narrada a posteriori.

Arturo Taracena Arriola y Juan Carlos Sarazúa Pérez recuperan la noción de una guerra que marcó el fin de la primera etapa da la República Federal de Centro América (1824-1832) y abrió la última, la que habría de finalizar con la disolución del experimento federal en 1839. La contienda sacó a la luz las relaciones conflictivas entre las autoridades centroamericanas con la población garífuna del litoral caribeño, las pretensiones de España por recuperar el territorio centroamericano perdido en 1821 y las tensiones entre las potencias mundiales del momento por controlar las rutas marítimas y la posibilidad de un canal interoceánico.

Así mismo, expresó la consolidación de la experiencia militar entre oficiales, soldados y la población en general y representó el inicio de la impronta de los caudillos en el istmo. José Luis Cifuentes Perea y Manuel Antonio García Ramos nos trasladan con su trabajo a otra época, el fin del siglo XIX y la guerra de Cuba. Conocemos el esfuerzo superlativo que la clase política de la Restauración llevó a cabo para retener a la isla con el desembarco de quince expediciones y su fracaso. De qué y cómo murieron los miles de jóvenes que integraron el ejército colonial español en la última contienda de independencia de la mayor de Las Antillas, nos enteramos en estas páginas.

Los autores se han acercado a ese momento lastimoso del guerrero, cuando la muerte visita el cuartel o el fortín en la búsqueda de su terrible cosecha. Argumentan con cifras y descripciones detalladas las circunstancias del fin de muchos miembros de aquel ejército.

Tres trabajos más se refieren a esta guerra. José Enrique Rovira Murillo y Arlene J. Díaz. El suicidio de un oficial español en los días de la defensa de Puerto Rico, en 1898, contra la invasión de los Estados Unidos es el pretexto que utiliza José Enrique Rovira Murillo para ofrecernos su visión de aquellos momentos de ocaso de un imperio, donde, muy justificadamente, se puede afirmar que nunca se ponía el sol. Ofrece un criterio interesante sobre el papel de las milicias locales de aquella isla. Ángela Peña Obregón y Enrique Doimeadiós Cuenca nos llevan a «presenciar» el último combate contra el dominio español en Cuba.

En cambio, Arlene J. Díaz examina la labor de Sylvester Scovel, espía y corresponsal de guerra, como un ejemplo concreto de uno de los artilugios que el gobierno de Estados Unidos empleó para manufacturar el apoyo público a la intervención estadunidense en la guerra entre España y Cuba. Los objetivos de este texto son: demostrar las maneras en que el gobierno recopiló información clandestinamente, y la distorsionó para facilitar su agenda expansionista, y luego publicó en los periódicos de Joseph Pulitzer; entender la función y los mecanismos de lo invisible en esta guerra y su efecto en la producción y reproducción de ciertas narrativas históricas y silencios sobre la guerra; y, considerar el papel clave que tuvo la guerra en Cuba como laboratorio y gestor de un Estado estadunidense moderno, centralizado y expansionista antes de 1898.

En el contexto de los estudios de los países de nuestra región, muchas veces los ejércitos nacionales son analizados bajo el argumento de propinar golpes de Estado, aplastar huelgas obreras y sostener implacables dictaduras. Servando Valdés Sánchez rompe con tales esquemas y en su estudio sobre la oficialidad de las fuerzas armadas cubanas, en los primeros treinta años del siglo XX, nos muestra los senderos de su formación y su papel en la sociedad de la mayor de Las Antillas.

Hasta ahora los estudios sobre el papel de Cuba en la primera guerra mundial se han centrado en su subordinación a Estados Unidos y en la producción azucarera y las inversiones del poderoso vecino. Paul Sarmiento Blanco hace un acercamiento al aspecto jurídico, el impacto en el pensamiento político cubano de aquel conflicto. Ejemplifica con el papel del senador Cosme de la Torriente y Peraza.

Laura Muñoz examina la labor de la revista National Geographic y su contribución a la contienda bélica durante la segunda guerra mundial como una máquina representacional, como una productora de imágenes que da cuenta de cómo Estados Unidos ostentó una infraestructura militar adecuada para defender el área vulnerable desde el sur de su territorio, el Golfo de México y el mar Caribe, y de manera especial el Canal de Panamá.

Dos fueron las armas, por excelencia, de National Geographic Magazine en esos años: el despliegue de fotografías de diversos tamaños en blanco y negro y a color, y la reelaboración actualizada de mapas de todo el mundo, en los que se resaltan áreas específicas. Con esas dos armas, la revista dio sus batallas y generó los discursos que propagó en esa época. Se trata en ambos casos de documentos repletos de información, de acervos itinerantes que sirvieron para respaldar acciones en diferentes lugares.

Sobre la misma época, Ligia T. Domenech Abréu desmitifica la infernal cacería que los submarinos nazis llevaron a cabo en el Caribe. El asunto ha sido mirado desde los destroyers británicos y estadunidenses o lo convoyes que llevaban hombres y recursos para la guerra europea. Faltaba la necesaria mirada de los antillanos que parece no existir en el paisaje que se ofrecía en los periscopios de las naves alemanas. Ligia nos invita a que veamos esa matanza desde Puerto Rico.

Guadalupe Rodríguez de Ita se ocupa de las ilusiones de los integrantes de la Legión del Caribe para librar a la zona de tiranos, como Somoza o Trujillo. Ha conformado un singular contrapunteo entre las esperanzas de aquellos ilusionados por la libertad y la visión de la CIA sobre esa singular organización.

Nos ofrece los criterios y valoraciones que hizo la agencia, e incluso sus intenciones de utilizarla para derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz. El universo de cimarrones, de apalencados, de irregulares dominicanos y cubanos batiendo a las huestes imperiales, de las guerrillas de Sandino, de Guatemala o el Salvador, necesita una mirada que vaya más allá de la descripción del testimonio e incluso del estudio particular de cada caso.

Ivette García González y Armando Cuba de la Cruz, han aceptado el reto de acercarnos a una aproximación desde la teoría a esas guerras aparentemente sin frentes ni retaguardia que ha mantenido en vilo a potencias mundiales.

Ada Ivette Villaescusa despliega su mirada en una prensa que lucha en apoyo a la revolución cubana y contra la censura. Es un primer acercamiento a las fuentes y a un conjunto de titulares que proyectan las condiciones y las contradicciones que se vivieron en la época.

La crisis de los cohetes o del Caribe es tema muy conocido y estudiado. Además del interés académico está el de la experiencia que se pueda obtener de un acontecimiento que pudo tener un fin apocalíptico. Los estudiosos parecen moverse desde la Casa Blanca al Kremlin o La Habana. Fuera de los despachos de la CIA o la KGB, de memorándum y correspondencias de presidentes y mariscales no parece que despierte interés aquel acontecimiento.

Negando tal criterio, Oscar Larralde Otero nos entrega su testimonio como miliciano cubano, en un olvidado poblado de pescadores y marinos del oriente de la isla. Escrito con la pasión del convencido, nos acerca a la decisión de una parte significativa de los cubanos, de enfrentar una guerra termonuclear desde sus trincheras.

Al final, en la sección titulada Más allá del deber, José Abreu Cardet nos acerca a uno de los grandes olvidados en las confrontaciones independentistas de la zona: la visión del otro lado de la colina. El autor ofrece un estudio con notas aclaratorias del testimonio de un teniente español, prisionero de los insurrectos cubanos en la contienda de 1868 a 1878. Este texto resulta atractivo y muy sugerente porque contiene muchos de los temas desarrollados en los trabajos previos.


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