Meditar el ser cubano


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Imagen tomada de La Demajagua.

Lejos de los que muchos suponen, la conciencia de ser cubano se conforma a lo largo de un devenir de más de cinco siglos. Naturales aruacos establecidos en este archipiélago aportaron elementos de su cultura –con los que se fundieron otros aborígenes— por represión o voluntad, lo que implicó la mezcla con los castellanos a partir de la recién fundada Fernandina. Hay testimonios de esta hibridación en el poema La Florida de Alonso Escobedo:

Estos fueron valientes en Castilla

dejarretando al toro de jarama;

éstos merecen bien la honrada silla

que Marte suele dar al que más ama;

¡oh valor de criollo a maravilla!

De buena cepa nunca mala rama;

si vuestro abuelo y padre fue valiente,

vos lo mostraste ser a nuestra gente.(1)

 Incorporados los africanos, desde los inicios del siglo XVI, a este complejo racial su mejor evidencia estaría en el laboratorio natural que proporcionó el Real de Minas de Santiago del Prado. En el transcurso de la primera mitad del siglo XVII los llamados cobreros elaboraron el mito del hallazgo de la imagen mariana de la virgen de la Caridad donde concurren aportes aborígenes, africanos e hispanos. Era resultado de una cultura popular criolla, de mayor profundidad que la que recoge Silvestre de Balboa en su Espejo de Paciencia.

Algunos viajeros llamaron Isla del Cuerno a esta Antilla Mayor que comenzaba a nombrarse Cuba, porque en toda su extensión florecían los hatos de ganado mayor y menor. Una aristocracia de hacienda se constituyó en poder oligárquico por regiones. Y los cabildos, tanto el secular como el eclesiástico, impusieron una ideología criolla de patrilocalidad – pues era su interés transmitir el amor a la tierra y su defensa— que les permitía imponer su posición privilegiada respecto al resto de los pobladores, sus dependientes o agregados.

El criollo se define desde el siglo XVII y se consolida en el XVIII con una identidad vinculada a su jurisdicción y a la defensa del suelo nativo, pero considerado como parte del Imperio Ultramarino español del que la isla de Cuba se suponía provincia. De estos sentimientos de amor de todas las clases dan testimonio: la defensa de la jurisdicción de Cuba durante la Guerra de la Oreja de Jenkins en 1741 y la defensa de La Habana durante la agresión británica de 1762.

Al celebrarse los trescientos años del descubrimiento de América, el portavoz de la oligarquía habanera redactaba su informe sobre “La agricultura de la Habana y medios de fomentarla”, seguía los pasos del historiador Félix Martín de Arrate que reconocía la singularidad de La Habana en su Llave del Nuevo Mundo. El poeta Manuel de Zequeira y Arango da muestras de su patriotismo habanero cuando exalta la belleza de la ciudad y la necesidad de cuidarla.

En las postrimerías del siglo XVIII, el abate Raynal predecía el destino de Cuba como de una gran productora de tabaco y el obispo Joaquín Oses Alzúa y Cooparacio se mostraba partidario de fomentar la pequeña producción agrícola; pero el porvenir del siglo XIX resultó otro; aquel del fomento plantacionista y de la entrada masiva de fuerza de trabajo esclava africana para las labores en los campos de caña y en la industria azucarera.

Aquel proceso de criollización mestizo y de una conciencia de patria local, sobre todo en tierra adentro, aceptado por la mayoría de la población, se vio interrumpido por la avenida de muchedumbres de bozales.  En los cálculos de población de los años cuarenta del siglo XIX los africanos y sus descendientes superaban a los blancos y llegaban al medio millón entre esclavos y libres.

Necesitada la oligarquía criolla –algunas herederas de aquellas antiguas de haciendas— de preservar su poder político sobre el orden estamental creado concibieron una identidad en la que se preservaba la españolidad como supuesta provincia de la metrópoli entre el estamento de los blancos, el único capaz, según su opinión, de ostentar la condición de cubanos.

Así se enseñaba en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en el de San Basilio Magno y en los colegios privados donde accedían solo los hijos de los grandes propietarios. Esta es la definición que establece José Antonio Saco en su obra y donde ignora y hasta rechaza el papel en la forja de la nacionalidad que, desde el siglo XVI, incorporaba la inmigración forzada africana y, sobre todo, a sus descendientes y su cultura, naturales de la Isla. La aspiración de la élite intelectual que integraba restos de la plutocracia cubana era suprimir la trata e importar población blanca, para reforzar sus criterios de identidad.

La no aceptación de diputados en las Cortes, luego de establecida la Constitución Española de 1837 y la propuesta de Leyes Especiales inclinaron a estos intelectuales –y a su clase— a la aventura anexionista, coyuntura frustrada a finales de los años cincuenta del siglo XIX al conocer, sus propios partidarios, de las aviesas intenciones de compra del gobierno de Washington. Nunca sabremos cuales eran los planes del venezolano Narciso López, pero sí sabemos la opinión del redactor de La Verdad, Porfirio Valiente:

Séanos ahora permitido preguntar ¿Qué ha hecho la anexión en el exterior en beneficio de nuestra revolución? En asunto de tanta gravedad y trascendencia, que arraigó grandes deseos y que fundó la opinión de todo un pueblo, osado sería a un juicio particular responder de otro modo que consignando los hechos de la historia coetánea. Téngase el valor de consultarlos y dígase sí, la anexión como medio ha correspondido á las esperanzas todas que hiciera concebir; si útil y necesaria en los primeros pasos de nuestra infancia revolucionaria, debe todavía confiársele la consumación de la empresa sublime que hemos acometido. (2)

Mientras tanto, los estamentos de libres de color y blancos humildes definían su conciencia de cubanía en la forja de un ideal para Cuba como nación soberana. Entre 1830 y 1868 su concepto de identidad requirió la aproximación a los esclavos para buscar con ellos, la abolición de su estado, obstáculo insuperable para alcanzar la igualdad social.

La política del liberalismo caudillista y conservador en los restos del Imperio ultramarino solo tenía como plan expoliar a sus colonias sin otorgarles derechos políticos ni siquiera a su élite, la reducción de aquella plutocracia –cada vez menos cubana— llevaron al fracaso del asimilismo y de la fórmula de cubanía como provincia de España. Sin embargo, es bueno reconocer que, ante la amenazante ambición del gobierno estadounidense por la isla de Cuba, los ideólogos del viejo Imperio peninsular describían los peligros de ocupación con que el joven imperio amenazaba el Caribe.

En la Cuba profunda, aquellos hacendados, cuyos vínculos con sus dependientes eran más íntimos y menos comprometidos con la esclavitud, se produjo la alianza de clases y estamentos que dio por resultado el grito de independencia de Carlos Manuel de Céspedes un 10 de octubre de 1868. Cuando la élite patricia de los inicios de la revolución se extinguió en el combate o por el exilio, las clases populares continuaron luchando en el transcurso de diez años y reclamaron su derecho a la igualdad en Mangos de Baraguá con la voz paradigmática de Antonio Maceo.

José Martí comprendió tempranamente que la palabra de orden era la unidad de todos los cubanos, cualquiera que fuera su estamento social y así imaginó se construiría la futura joven nación independiente.

No obstante, validar el Ejercito Libertador con las armas la emancipación de España y de abolirse la esclavitud en 1886, la intervención de Estados Unidos en la Guerra de Independencia en 1898 certificó el privilegio de los caudillos blancos–y de la clase que representaban— que habían participado en ella. La república instaurada justificó y definió la nacionalidad cubana mediante los escritos de los próceres reformistas del siglo XIX.

La oficialidad y los soldados negros del Ejército Libertador quedaron relegados al punto que en 1912 reclamaron derechos democráticos en la república que habían contribuido a fundar. Al transcurrir buena parte de la primera mitad del siglo XX el carácter de cultura mestiza cubana resultaba imposible soslayar en la música, la danza, la religiosidad, la literatura, etcétera.

Para la mayoría de los cubanos, la primera y la segunda intervención de Estados Unidos acentuó su repulsa a esta nación, sobre todo al posesionarse de buena parte de las riquezas de Cuba e incidir en la política cotidiana. Una porción significativa de la intelectualidad burguesa justificó su allanamiento con el vecino imperio, a través de la práctica de la Virtud Doméstica. Mientras tanto, las clases populares se organizaban y crecían de la experiencia propia, la política foránea y los resultados de las dos guerras mundiales.

La lucha contra la corrupción administrativa llevada a cabo por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y regida por la palabra de Eduardo Chibás catalizó las fuerzas democráticas, de tal manera, que a pesar de fallecer su líder, la facción de izquierda dentro de este Partido, escuchó las aspiraciones de la mayoría de la población cubana respecto a cómo debía ser la Nación hasta conquistar una radical e integradora definición del ser cubano.

 

 

Notas:

(1) Fray Alonso de Escobedo: La Dorada, Editorial Ácana, Camagüey, 2004, p. 37.

(2) ANC: Adquisiciones, leg, 1, no, 4, La Verdad, Nueva York, no, 16, 15 de agosto de 1856, pp, 3 y 4. Valiente, con Gaspar Betancourt Cisneros, Domingo Goicuría y José Elías Hernández firmaron un escrito de protesta al gobierno de Estados Unidos contra el proyecto de compraventa de Cuba.


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