Nuestra María Teresa Linares (Teté Linares) y su contribución al sistema de Casas de Cultura


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Cuando hablar de María Teresa Linares se trata, hay que hacerlo con letras mayúsculas, es hoy de las figuras más consagradas en el arte de acopiar, promulgar y visibilizar la cultura popular tradicional cubana; si bien su legendario compañero de vida, el musicólogo y escritor Argeliers León, se dedicó en vida a los estudios investigativos relacionados con la estirpe africana generados desde las prácticas tradicionales existentes en toda la geografía nacional, ella completó el binomio perfecto al hacerlo con las manifestaciones identitarias de origen campesino e hispánicas.

Sus pasos y huellas por caminos, llanos y montañas, unidos a su esposo Argeliers, representaron su primer acercamiento a las Casas de Cultura, siempre agradecida por la contribución de instructores de arte y especialistas como vehículo esencial para facilitarles los encuentros que sostuvieron en comunidades portadoras durante el ejercicio de identificación cultural y registros musicales devenidos de las prácticas tradicionales, por cierto, poco reconocidas en aquella época. Cientos de tesoros humanos vivos como cultores informantes, ofrecieron sus vivencias y conocimientos, representando en su momento una inigualable e inagotable fuente de información de tipo  musical y etnodemográfica en la historia de la Antropología cultural  en Cuba. Sus valiosos aportes fueron determinantes años más tardes en la confección del Atlas Etnográfico de Cuba: Cultura Popular Tradicional y en el Altas de los instrumentos de la música folclórica cubana.

Cuando escuchamos en las emisoras de radio de todo el país piezas musicales antológicas pertenecientes a las expresiones auténticas de la cultura campesina, sea del punto cubano o del son montuno; detrás se encuentra el esfuerzo y consagración para obtener las memorias transcritas de “Teté Linares”, las cuales han sido referentes necesarios en actividades docente-metodológicas en la enseñanza artística y las Casas de Cultura.

Tuve el privilegio de conocerla personalmente por el año 1993, durante un taller de especialistas provinciales de Cultura Popular Tradicional celebrado en la sede del entonces Centro de Capacitación del Centro Nacional de Cultura Comunitaria (5ta y 82); hoy Consejo Nacional de Casas de Cultura. Aunque ya conocida por su legado y aportes  a la cultura cubana, escucharla por primera ocasión fue nuestra admiración; comunicadora por excelencia, su discurso desprendía solidez, pero a la vez hacía gala de modestia y sencillez, ausente de cualquier alarde o inmodestia, nos inculcó en aquellos minutos la pasión del saber verdadero a través del esfuerzo y la gratitud que se siente en el andar sin importar barrera u obstáculo alguno cuando de adquirir conocimientos y saberes se trata; años posteriores reiteramos estos encuentros, no olvido las auténticas grabaciones in situ que pude escuchar gracias a ella, realizadas en décadas anteriores con el protagonismo de poetas y exponentes relevantes de la música campesina, como: Justo Vega, el Indio Naborí, Adolfo Alfonso, Angelito Valiente, Luis Gómez, y hasta del “Casimbero domicano”, entre otros, además de importantes expresiones tradicionales como los propios cantos vaqueros y las melodías del Sucu-sucu, del “Nengón Kiribá”, “Nengón del Cauto”, el “Órgano Oriental” de antaño, entre otros más.

Estos encuentros marcaron pautas importantes en mi vida, han sido desde entonces cientos los artículos y libros consultados que llevan su firma, por lo que se convierte en un referente obligado y necesario de la música cubana, convertida también para muchos en una grandiosa estudiosa de contenidos relacionados con el comportamiento de la décima en Cuba e Hispanoamérica. Específicamente su obra: El punto cubano (1999), la considero como la más consultada y nombrada por estudiosos y especialistas del tema en Cuba y el mundo. No por gusto su obra, tanto bibliográfica como discográfica, fue incluida desde sus inicios en los materiales didácticos de la carrera de instructores de arte.

Otros de los momentos indescriptibles de Teté Linares con los procesos generados desde el sistema de Casas de Cultura, ha sido sin duda, su participación en espacios y eventos convocados, tanto nacionales como internacionales; destaca en este sentido los Congresos Internacionales “Cultura y Comunidad”, celebrados en La Habana por los años 1996, 1998 y 2000, donde en cada uno de ellos impartió magistrales intervenciones; mientras de forma más recurrente nos ha acompañado en las sesiones académicas de algunas “Jornadas Cucalambeanas”, celebradas en Las Tunas a través del Coloquio Iberoamericano de la Décima y el Verso oral improvisado. En cada una de sus presentaciones, tanto en talleres dirigidos a instructores y especialistas, como en coloquios y fórum académicos, ha demostrado su maestría didáctica al convertir cada uno de ellos en atractivos debates y conversatorios, fortaleciendo así el sentido de diálogo interactivo que he podido presenciar en pocos académicos.

Sin duda, mi acercamiento mayor hacia la gran musicóloga y pedagoga del arte y la cultura cubana ocurre a partir de los primeros años de este siglo, precisamente en una etapa donde la búsqueda de referentes y el vínculo de trabajo con la Fundación Fernando Ortiz se hizo necesaria por parte del sistema de Casas de Cultura para fortalecer los estatutos y documentación al respecto; mis visitas, consultas y participación en presentaciones de libros, catálogos, folletos, entre otras, me propiciaron conversar con ella más a menudo, siempre preocupada con todo el legado musical y tradicional que se ha perdido y que a la vez se desconoce, la posibilidad del uso de la nueva tecnología en función de rescatar y salvar lo alcanzado, el posible precedente irreparable que se puede crear al perderse todo esa riqueza musical y lo que significa para futuras generaciones, además el rol de las escuelas y la enseñanza artística y su posible inclusión en planes de estudios de la música tradicional campesina. Les confieso que en muchas ocasiones tuve que marcar la cola y esperar para que me atendiera al estar asediada por jóvenes estudiantes y profesionales que siempre la rodeaban en busca de la más verídica información, lo cual aprueba su condición de “gran conocedora y de gran maestra”, pero una vez cumplimentado mi turno no existía apuro ni prisa alguna, te atendía con todo el tiempo del mundo hasta culminar con tus necesidades y aspiraciones de conocimientos, lo cual contenía también ingredientes anecdotarios, propiciando el encuentro mucho más ameno y atractivo.

Para el sistema de Casas de Cultura es un honor el haberle entregado el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, lo cual demuestra la consideración, respeto, agradecimiento y admiración  que sentimos por su acompañamiento incondicional desde su fundación hasta nuestros días, hace más de 40 años, por sobre todas las cosas; lo que representa para el trabajo sociocultural como referente, su labor como investigadora y académica de la cultura popular tradicional de forma inigualable, además por su transmisión generosa de conocimientos y saberes a nuevas generaciones, por brindar de forma desinteresada el mejor método a seguir por parte de cada especialista, instructor de arte, promotor cultural, investigador, estudiante y todo el pueblo de Cuba en general, lo cual le ha valido también para recibir el título de Doctora Honoris Causa en Ciencias del Arte, Investigadora de Mérito; ostenta también la Orden Félix Varela del Consejo de Estado cubano, el Premio Nacional de Investigaciones Culturales y el Premio Internacional Fernando Ortiz, entre otros altos galardones de Cuba y de otras naciones.

¡Gracias a ti Teté Linares por estar siempre ahí, al lado de la cultura del pueblo cubano!


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