Nunca es tarde, si la artista es buena


nunca-es-tarde-si-la-artista-es-buena

Fotos: Cortesía de la artista.

A Lichi la conozco hace muchos años. Desde aquellos de la década de los 80, cuando irrumpió luminosamente en el panorama de las artes visuales espirituanas y yo me iniciaba en las lides de reportera de la emisora local, sin otra formación académica que la recibida en las aulas de la Facultad de Filología de la Universidad Central.

Mi “osadía profesional” no alcanzaba entonces para acercarme, en son de entrevistadora, a los artistas plásticos; por lo que nunca puse el micrófono de mi grabadora frente a Luisa María Serrano, cuyos dibujos, sin embargo, han formado parte de mi entorno hogareño, gracias a un premio otorgado por la Asociación Hermanos Saíz y a su generosidad durante una inolvidable visita en el central Melanio Hernández (Tuinucú), junto al también querido y siempre recordado periodista Manuel Echavarría.

Quizás la nostalgia que por momentos despierta en nosotros el obligado recogimiento de estos días, me ubicó nuevamente en las calles de la Ciudad del Yayabo, donde ahora reside la artista, dedicada en los últimos tiempos a bordar tapices, técnica que aprendió durante un período de estancia en Venezuela.

Luego del breve contacto telefónico aceptó le enviara este cuestionario, en cuyas respuestas lamento la ausencia de su voz un tanto grave y acompasada, los agudos chistes y el humo de los cigarrillos que, junto a la edad, hoy nos colocan a ambas en el grupo de riesgo frente al coronavirus.

¿Cómo te explicas tu inclinación por el arte? ¿Alguna influencia familiar?

“Creo que la inclinación por el arte es de familia. Mi hermana gemela está haciendo unos tapices buenísimos. Un primo hermano se ha dedicado al modelismo de camiones (maquetas) y tengo dos sobrinas con mucho talento, una pinta y la otra dibuja.

Un antecedente anterior es un primo de mi mamá. O sea que la veta artística viene por el apellido Díaz, que es mi cuarto apellido y no aparece en el carné de identidad”.

Bienvenido a Tuinucú.

Cómo crees que te influyó, artísticamente, vivir en Tuinucú. Qué lugar ocupa en tu imaginario. ¿Sería para ti la creación un medio de rebasar tan estrecho escenario? ¿Tuviste algún empleo allí?

“Sí influyó vivir en Tuinucú. Si aparece en mi obra se debe a que la mayor parte de mi vida la pasé allí. Creo que, en esencia, los seres humanos son los mismos en todas partes. Allí trabajé en las oficinas del central Melanio Hernández, el Plan Cañero y otras dependencias. 

Esta fue una etapa muy difícil para mí porque después del horario laboral tenía que dibujar por la noche. Fue una etapa de supervivencia. El vicio grande del cigarro viene a consecuencia de esta situación. Descubrí que fumar me quitaba la somnolencia y el cansancio propio del día”.

¿Reconoces alguna influencia en tu trabajo?

“Cuando comencé quería dibujar como José Luis Posada, ilustrador de Bohemia. Ambiciosa ¿no?

Mi hijo a los tres años de edad era capaz de identificar los dibujos de distintos artistas, entre ellos Posada y un día me vio con un dibujo mío y me dijo: mamá, déjame ver ese dibujo de Posada. Fue lapidario”. 

¿Qué te resulta inspirador?

“Cualquier cosa puede inspirarme, sólo falta que le encuentre el lado interesante”.

Amanecer ebrios como náufragos, poema de Manuel González.

Junto al humor, la ironía y hasta el sarcasmo, hay mucha poesía en tu obra. ¿Se corresponde con una apreciación personal de la vida?

 “Te voy a responder con la letra de la canción de Teresita Fernández Lo feo: Basurero que nadie quiere mirar, pero si sale la luna tus latas van a brillar…

Cuando se elige el tema de tu atención, tú lo elevas a la dimensión que quieras. ¿Será que ahí comienza el arte?”.  

Fuiste, no sé si la primera ilustradora de Vitrales, el suplemento cultural del Periódico Escambray. ¿Tenías algún antecedente en ese desempeño? 

El antecedente está en los Encuentros de la Décima Ilustrada, que luego pasaron a ser de la Poesía ilustrada en Sancti Spíritus, en los que siempre participaba.  

En Vitrales aparecieron dibujos míos en el primer número, pero no eran ilustraciones. Posteriormente, a instancias de Luis Rey Yero, comencé a hacer los retratos dibujados de los artistas que ilustraban cada número”.    

El grito.

Para tus tapices, te has inspirado muchas veces en obras de la literatura. ¿Será un remanente de la ilustradora?

“La literatura para mí es muy importante; muchas veces siento la necesidad de apropiarme de lo que leo”.

Qué te hizo enamorar del tapiz. A diferencia de tus dibujos, el color juega un papel importante en ellos. ¿Esa posibilidad expresiva influyó?

 “Por casualidad descubrí el punto cruz por una amiga de mi hermana. Yo no sé pintar y encuentro la posibilidad del uso del color con esta técnica”.

¿Has abandonado totalmente el dibujo?

 “No he abandonado el dibujo”.

Somos tan felices.

Hay cierto ambiente doméstico en muchas de tus obras. Por otro lado, el bordado es muy femenino. ¿Por qué te molesta que algunos te relacionen con un arte de género?

 “Porque nunca fue mi intención hacer arte de género. Cuando comencé a tratar los temas domésticos con ironía y cierta rebelión no existía tal enfoque. Te estoy hablando de las décadas de 1970 y 80. Si he tocado esos temas es como cuando el burro tocó la flauta. Al hacerlo nunca fue mi propósito encasillarlo en ningún género”. 

¿Algún proyecto que haya interrumpido el coronavirus?

“No, pero el asunto del coronavirus es demasiado serio para obviarlo. Aquí estoy, esperándolo o viéndolo pasar”.

 

En verdad, como la conozco desde hace tanto tiempo, me cuesta creerle. Demasiado poder el de su imaginación que por estos días debe estar bullendo más que las ollas depositarias de un reciente e inusitado afán culinario, efecto colateral de la pandemia.

De ella saldrá repleta de imágenes y con una receta más perfeccionada aún en sus dosis de ingenio, oficio y poesía, a las que se sumarán, inevitablemente, las experiencias de estos días.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte