Para Ñico…. Como siempre, un fuerte aplauso


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“Soy un ingeniero que toca la guitarra como puede”, solía decir este inmenso hombre pleno de humidad que legó al pentagrama musical cubano piezas instrumentales emblemáticas y canciones con las que varias generaciones han decidido acompañar sus vidas.

Hoy quisiera darle las gracias y me tomo el atrevimiento de hacerlo en nombre de muchos que descubrimos que ser una persona feliz, se conseguía con solo con estar a su lado. Tal vez porque de solo escucharlo parecía que nada era tan complejo como podría ser, siempre que no faltase una nota musical encargada de aliviar heridas y sanar sinsabores.

Junto a su Eva de siempre, musa inspiradora de todos sus temas, creó una familia compuesta por cuatro hijos, a los que ante todo les señaló el camino de lo honorable, y bajo ese principio asumió con igual rigor su responsabilidad como profesional de la Ingeniería y su compromiso con la música cubana.

Ñico y Eva.

Él supo del equilibrio como pocos, razón por la cual la música le exigió la nota precisa y la Ingeniería el cálculo atinado, ambas especialidades le permitieron mostrar  una de sus más notables virtudes: la osadía. La primera lo llevó a componer piezas de probada complejidad técnica y la ingeniería, entre otras obras, concebir la sección de la Autopista de Varadero o el proyecto del acueducto completo de la ciudad de Matanzas… Fue ese hombre cuya pasión lo llevó a alcanzar retos que en su momento parecían imposibles.

Y en ese necesario acto de trascendencia, a propósito del centenario de su natalicio el pasado año, con el auspicio del Centro Nacional de Música de Concierto se produjo el audiovisual “Rojas: de Ñico a Helder”, a cargo de A Mayor Producciones.

Con idea original y dirección del músico y realizador audiovisual Alejandro Mayor, con este material didáctico el apellido Rojas transita desde la música legada por Ñico hasta la versionada “apropiación” que logra su nieto Helder, al llevarla de la guitarra al piano. En armónica simbiosis, Helder asume el reto de a partir de tres clásicos guitarrísticos de Ñico: “Este cariño mío”, “Tony y Jesusito” y “Helder y Patricita”, revisitarlos desde la contemporaneidad y las exigencias técnicas que le impone un instrumento como el piano.

Lo anecdótico y documental armonizan en este material de 27 minutos que cumple el difícil rol de  re presenciar la figura de Ñico desde lo musical y lo personal. Fotos de archivo, manuscritos, reseñas de prensa escrita, grabaciones radiales, unido a su propia voz, son algunos de los materiales que ilustran la seria investigación que recogió este trabajo, que, sin dudas, no hubiera llegado a feliz término sin el incansable apoyo de su familia.

 

Ñico y Frank Emilio.

De esa manera, ahora desde el piano, Ñico Rojas regresa ante su público, aquel que lo seguía en cuanta presentación programaba en el Museo Nacional de Bellas Artes; o le acompañaba en alguna tertulia matancera, le aplaudía tras su aparición en el clásico televisivo “Álbum de Cuba”. Afortunadamente ese público crece y hoy desde los conservatorios de música, su presencia comienza a ser habitual entre los más jóvenes, sobre todo luego de la edición de muchas de sus partituras, labor sostenida durante años por el maestro de la guitarra Martín Pedreira.

La obra de Ñico pertenece al arsenal de lo más genuino de la cultura cubana, y en un día como hoy desde lo más auténtico del alma cubana, para él, como siempre, un fuerte aplauso.

Ñico en New York.

      

 


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