¿A quiénes debe Cuba complacer?


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Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Si quienes se explayan criticando a Cuba, condenándola por todo cuanto hace —lo mismo da que sean errores o aciertos, porque estos los ignoran, se niegan a reconocerlos—, dedicaran al menos una parte de su tenacidad a repudiar el bloqueo y otros crímenes del imperio, se harían, por lo pronto, más creíbles. Internacionalmente condenado, el bloqueo está presente de distintos modos en la base de muchas de los problemas que dañan a Cuba: lo está, sobre todo, como causa directa de sus penurias, y también porque ha servido para que algunos justifiquen malos desempeños propios. En general, ha impedido que los aciertos cosechados por Cuba alcancen las cotas que merecerían, pero así y todo ella tiene grandes logros que mostrarle al mundo, aunque no existan para los interesados en negarlos.

Si la pasión y la rabia que esos interesados muestran para condenar posibles o supuestos errores de revolucionarios, o inventárselos sin pudor, las usaran asimismo para denunciar al imperio que le impide a Cuba recibir alimentos, medicinas, combustible, materias primas, equipos y tantos otros bienes, e ingresos, quizás hasta parecerían mejor intencionados, y serían más convincentes. (A esa realidad me referí hace unos meses en el artículo “De pollo, aceite y actores”, publicado en Granma y localizable en las redes.)

Pero parece que mostrar un poco de equilibrio, no ya todo el que sería justo y decente mantener, no está en sus programas. O en eso que ahora a cualquiera se le atribuye como agenda, o sea, como plan para transformar a Cuba, pero no de cualquier modo, sino sacándola de sus afanes socialistas y entregándola a las fuerzas contrarias. No son fuerzas indeterminadas o sanas, no, sino las mismas que históricamente han intentado someterla, aniquilarla como nación y convertirla en un dominio más del imperio.

Sí, una posesión colonial. Contra las pretensiones de anexionistas se alza una realidad: la anexión está condenada al fracaso por el patriotismo cubano, y por la propia soberbia del imperialismo, de la potencia estadounidense, que desde su proceso de formación ha despreciado a los pueblos de nuestra América, y a tantos otros. Pero hay quienes, además de soslayar el bloqueo contra Cuba, tampoco parecen darse cuenta de cómo los Estados Unidos ejercen su desprecio contra esos pueblos, la voluntad de atacarlos y saquearlos, no solo ni fundamentalmente de palabra, sino también con actos cruentos, genocidas. Para revertir en particular los planes soberanistas de nuestra América, a cuyos pueblos más de una vez han ensangrentado, siguen urdiendo golpes de todo tipo, maniobras desvergonzadas, y retoman explícitamente y sin recato la Doctrina Monroe. La poderosa nación norteña desprecia incluso —aunque les pague o los recompense de distintos modos— a los mismos servidores que utiliza.

Cuba —la Cuba revolucionaria, se entiende— tiene el deber de seguir su marcha, perfeccionar cada uno de sus pasos, erradicar errores, no permitirse torpezas, sabiendo que el bloqueo puede extenderse quién sabe hasta cuándo, con la terquedad criminal del imperio y la complicidad de quienes se le pliegan. La patria que ha heredado las enseñanzas de José Martí y está responsabilizada con ellas, no debe permitirse errar ni por comisión ni por omisión, ni por excesos ni por déficits. De ningún modo ha de faltar a su pueblo, ni contribuir a la fabricación de “héroes” para las fuerzas imperiales.

Además, a esos “héroes”, en caso de que ciertamente estuvieran dispuestos a combatir más allá de buscar notoriedad, o agrandar la que puedan tener, aparte de dinero y visas —y posiciones de privilegio si la Revolución fuera derrotada—, habría que aplicarles la diferencia que José Martí planteó en La Edad de Oro entre ellos y libertadores como Bolívar, Hidalgo y San Martín, héroes verdaderos. El Martí a quienes hay apátridas prestos a ultrajar —y “neutrales”  o “ingenuos” que apoyan “sabiamente”, con malabarismos verbales, a esos apátridas—, pero hay muchos más patriotas dispuestos a defender, escribió: “Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino crimínales”. Esos sirven hoy al imperio, son parte de él, aunque él, en el fondo, los desprecie.

Hasta entre compañeros de filas pueden las discrepancias ser naturales, necesarias, fértiles, y resultará sano y útil ventilarlas, someterlas a debate limpio cuando sea menester. Pero con los personajes afines a aquellos “héroes” —ni hablar de esos “héroes” mismos— no es posible dialogar. No les interesa. Solo buscan agredir, difamar, desacreditar a quienes procuran defender las ideas revolucionarias. No valen los argumentos contra lo que tales personajes sostienen. Todo les sirve para sus manipulaciones, para sus campañas calumniosas.

Si el país, digamos, necesita obtener ingresos por el turismo para sobrevivir en medio y a pesar del bloqueo que trata de dejarlo en la total invalidez, entonces satanizarán el turismo, aunque lo reclamaran como necesario —y como expresión de libertad y democracia, que tanto les gusta invocar— cuando el país, con sus razones, optó por prescindir de él. Si Cuba da un ejemplo de solidaridad y altruismo —uno más—, y auxilia a cientos de viajeros que peligran a bordo de un crucero que los gobiernos de otros países abandonan a su mala suerte, entonces hay que despotricar contra Cuba, restar valor a su actitud, y acaso no decir nada de los gobiernos regidos por el egoísmo. Para condenar a Cuba no los frena ni el hecho de que ella cumpla todos los requisitos de la seguridad sanitaria, y de cuantas otras sea menester cuidar, porque frente a los enemigos que tiene no se puede permitir desprevención de ningún tipo.

La imposibilidad del diálogo con tales personajes parece aún más ostensible hoy que cuando hace casi un lustro publiqué en mi blog el artículo “Barbería virtual con navaja y tijeras”, que hoy vuelvo a suscribir. Trata el tema, y pronto lo reprodujo Cubadebate. Para el blog —donde tiene el enlace https://luistoledosande.wordpress.com/2015/07/21/barberia-virtual-con-navaja-y-tijeras/—, lo ilustró con la composición gráfica que acompaña al presente texto el artista Roberto Figueredo, quien falleció pocos años después y merece ser recordado.

No es a los interlocutores imposibles a quienes Cuba debe complacer, sino a la gran mayoría de su pueblo, que, fiel a su historia de luchas, se ha jugado la vida defendiendo su Revolución y sigue sacrificándose por ella. Sin que sea necesario pensar que tuviera precisamente ese tema en mente, el escritor ecuatoriano Raúl Vallejo, al responder en estos días para la revista Pixeletras el cuestionario Proust-Pivot, la pregunta sobre qué hecho de armas admira la contestó en estos términos: “La defensa de Playa Girón, en abril de 1961, en Cuba, que derrotó la invasión organizada por la CIA y grupos de anticastristas y mercenarios”. Y en cuanto a lo que más le desagrada, respondió: “Los mensajes de odio de algunos tuiteros y también aquellos que contienen un lenguaje soez gratuito”.

No se descarte que, de leer al autor ecuatoriano —quien ha reproducido el cuestionario con sus respuestas en su blog, Acoso textual—, los odiadores y soeces aludidos lancen contra él andanadas similares a las que usan contra todo lo que huela a Revolución Cubana. Pero no confundirán a los revolucionarios, que saben a quiénes debe Cuba complacer.


1 comentarios

Lizet
21 de Marzo de 2020 a las 00:14

Así mismo, vivo orgullosa de vivir en un país que no pierde su brújula.

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