Corría el mes de febrero del año 1997, era miércoles, los relojes daban las cinco de la tarde y en la UNEAC, en su bar Hurón Azul específicamente, se reunían los habituales y otros invitados para la siempre sorprendente Peña de rumba que organizaba desde hacía casi una década el poeta Eloy Machado conocido por todos como El Ambia. Ese miércoles, particularmente, estaban invitados Los muñequitos de Matanzas y Yoruba Andabo, las dos agrupaciones de rumba más emblemáticas y admiradas no solo por los seguidores de ese género, sino también por todos los que, de una forma u otra, entendían y entienden la cultura popular cubana como tronco fundamental de nuestra nación.
Quien conoce el Hurón sabe que su aforo no es tan grande, lo que obligaba en ocasiones a limitar el número de asistentes, aunque rara vez El Ambia y quienes le acompañaban en esa aventura se vieron obligados a emplear la frase “cerrado por capacidad”.
Apilados, como sardinas en lata, debía haber unas quinientas o seiscientas personas. Un importante número de rumberos famosos se encontraban entre aquel público. Recuerdo ver en una esquina a Pancho Quinto y a Gregorio Hernández, El Goyo, conversando con Diosdado Ramos, director de Los Muñequitos de Matanzas, y haciéndoles coro –siempre pendientes de los detalles—se encontraban el musicólogo Helio Orovio y el escritor Serafín Quiñones, o simplemente Tato Quiñones, los “Aspirinas” (todo un linaje de rumberos); el escritor y etnólogo Adrían de Souza, el promotor cultural y empresario Aldo Sánchez, entre otros personajes y ecobios de ellos.
El Ambia tenía por costumbre en cada una de sus peñas comenzar con la lectura de alguno de sus poemas y solía terminar esa presentación mencionando a las personalidades o personajes de los barrios habaneros que se encontraban en el público, todo acotado con la que muchos consideran su frase más trascendente y que fuera bendecida por Nicolás Guillén “…enconsortado con la vida…”
Este día habían invitados de lujo, si cabe el término: era Pablo Milanés y se hacía acompañar del español Joaquín Sabina y de Carlos Varela. Y como era febrero Pablo estaba en los días previos a su cumpleaños y El Ambia le había invitado a su peña para homenajearlo.
No era esta la primera vez que Pablo asistía a la rumba de El Ambia; años antes pasaba alguna que otra vez y en aquellas ocasiones se rumoraba que ambos estaban preparando una serie de proyectos que incluían la musicalización de los poemas del anfitrión por parte del cantautor. Solo que esta vez cobraba especial significación: Los Muñequitos y Yoruba Andabo juntos en un espacio público por vez primera, o al menos era lo que se decía entre los presentes, para festejar el cumpleaños de El Ambia.
Por aquel entonces yo era parte del equipo que comenzaba a pensar, impulsar y dar vida a la revista de música Salsa cubana que dirigía el periodista Amado Córdova y que contaba entre sus primeros escritores con las firmas de Leonardo Acosta, el mismo Helio, los musicólogos Jorge Fiallo, José Reyes Fortún, entre otros nombres. También figuraba como colaborador fijo el escritor Argelio Santiesteban y la periodista María del Carmen Mestas que en ese entonces daba los toques finales a su libro dedicado a las mujeres en la rumba.
Pero regresemos al Hurón.
Desde hacía algunas semanas antes El Ambia había leído una tarde un poema que había escrito en sus comienzos y que era del agrado de Nicolás Guillén y que fue incluido en su poemario Vagón de Mezcla, cuyo prólogo corrió a cargo del poeta Cintio Vitier; su título: Soy todo. De aquella lectura salió la idea de que fuera el texto que anunciara el comienzo de la peña, lo que desde el mismo primer día provocó el aplauso de todos los asistentes.
Aquella tarde noche al terminar la peña se cuenta que Pablo y su comitiva se llevaron a El Ambia para casa del primero para continuar la fiesta –lo que el periodista Ariel Larramendi había definido como “…la jornada de solidaridad conmigo mismo…”—fiesta en la que dicen que asistió también Juan Formell.
Cuentan también algunos de los presentes que El Ambia se dirigió a Formell con su lenguaje característico con la siguiente frase “… ambia si yo te doy un poemita mío tú lo grabas y así nos hacemos famosos los dos…”
Narraba Graciela, la esposa de El Ambia que Formell le dijo que se lo llevara a La Tropical, lugar de ensayo de su orquesta Los Van Van, al día siguiente y que Eloy sacó la única copia de su libro que le quedaba y se la dio, no sin antes recitarlo en alta voz para los presentes.
Pasaron algunas semanas y aquel encuentro se convirtió en parte de las leyendas de El Ambia entre sus amigos y asistentes al Hurón. Él repetía que Formell le grabaría un poema y que aquello sería un palo. Pero la dichosa grabación no se escuchaba por parte alguna. Pasaron algunos meses y la historia de la posible colaboración entre ambos se diluyó entre las anécdotas, dichos y nuevas peñas de cada miércoles; que siguieron siendo masivas, tanto que la Agencia de Viajes Amistur apostó por llevar paquetes de sus viajeros a tan sonado acontecimiento cultural.
Ese mismo año 1997 fue el que marcó el comienzo de la Feria CUBADISCO y la salida del primer número de algunas revistas de música; en particular Salsa Cubana y La Revista de Música de la UNEAC que dirigía el musicólogo, profesor y flautista José Loyola.
En el caso de Salsa Cubana se organizó para el mes de agosto, el primer sábado, su lanzamiento en el teatro Karl Marx con un elenco de lujo que incluía a Los Van Van y entre sus invitados estaban muchos de aquellos que habían formado parte de su nómina inicial y que ya no estaban ante los atriles de la orquesta. Por esas extrañas coincidencias de la vida ese sábado era dos (2) de agosto y Juan Formell estaba cumpliendo cincuenta y cinco años.
Amado y este servidor, junto a todo el equipo de la Revista habíamos estado pendiente de los ensayos del concierto, que además prevía la venta de la revista y algunos otros promocionales asociados a ella. El concierto además, era la plataforma de lanzamiento del disco que meses antes había grabado la orquesta y que había sido nombrado con un título sugerente: ¡Ay Dios, ampárame!
Al final de los ensayos Formell sugirió a Amado que localizara a El Ambia y que le sentara en primera fila sin decirle que su poema era parte importante del disco, tanto que su título era el estribillo que para el poema Soy Todo se había escrito.
Era el viernes primero de agosto y sobre las cinco de la tarde fuimos a la UNEAC, al Hurón Azul, a invitar a El Ambia al concierto. Al referirle el elenco El Ambia lamentó que Formell no le hubiera llamado ni diera razones de su poema; terminando su descarga con la siguiente frase “…ambia… se portó fula y eso que los dos somos de Cayo Hueso…”.
A punto de comenzar el concierto llegó El Ambia junto a su esposa y una de los miembros del equipo de redacción le sentó justo en el medio de la primera fila.
Terminado el popurrí de temas clásicos de la orquesta, Formell tomó el micrófono y anunció que ese día se lanzaba su disco ¡Ay Dios, ampárame! y que en el público había un invitado especial, de lujo y presentó al poeta Eloy Machado, El Ambia, y le pidió que subiera al escenario y que dijera algunas palabras.
Por vez primera en su vida Eloy Machado recitó ante cinco mil personas algunos de sus poemas comenzando por el que dedicara a su madre “… yo soy el hijo de Jacinta la sufrida, la caminante/ el que durmió en los portales y que su vida es como un vagón de mezcla…”. Pero como solían ser las cosas de El Ambia, este aprovechó para decirle al público que Formell le había prometido musicalizar uno de sus poemas y que como no lo había hecho él lo iba a recitar y dijo el nombre del poema: Soy todo.
Mientras él hablaba, en una esquina del escenario se colocó una silla y una vez que anunció el nombre del poema Formell lo interrumpió para acotar “… poeta… este disco está inspirado en tu poema…” y marcó los compases para que comenzara el tema en la voz del rumbero Mayito Rivera, cantante líder en ese entonces de la orquesta: “Yo soy el poeta de la rumba…”.
Entonces todo cambió. Se puede decir que nuevamente Los Van Van y en específico Juan Formell regresaba a alimentar el alma de los bailadores cubanos echando mano a un poeta cubano. Veinte y cinco años antes lo había hecho con un poema de Nicolás Guillén (Cuando yo vine a este mundo). Al final del tema solo se escuchó a El Ambia decir “…mira el ambia cumplió… qué lindo…”
Soy todo se convirtió en un sucedáneo del himno nacional en algunos momentos y para muchos cubanos, en particular para aquellos amantes de la rumba, en aquellos que abrazan las religiones afrocubanas. Sobre todo por la fuerza de uno de sus versos, el que reza “…soy arere, soy conciencia, soy Orula…”.
Semanas después, en una peña poco usual Los Van Van tocaron en la UNEAC, solo que la calle 17 fue cerrada para que el público pudiera asistir y nuevamente estuvieron invitados Los Muñequitos de Matanzas que en su rol de teloneros interpretaron un guaguancó que fuera todo un éxito en los años sesenta por Los Van Van: De la Habana a Matanzas.
Entre el público estaba, una vez más, Pablo Milanés.
Fue tan trascendente el impacto de ese poema en la discografía y los conciertos de Los Van Van que en muchas de sus presentaciones Mayito Rivera llegó a incorporar pasajes del himno nacional: mientras que El Ambia hizo una versión del mismo con la música de la orquesta.
Han pasado veinte y cinco años de estos acontecimientos y muchos de los involucrados en estos hechos forman parte de la historia y la leyenda de la música y la cultura cubana; sin embargo, Soy todo sigue siendo un tema obligado del repertorio de Los Van Van y el poema que conecta a Eloy Machado, El Ambia, con el mundo, con nosotros, son la cultura.
¡Feliz cumpleaños Formell… tú también eres todo, para muchos de nosotros…!
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