Tú… la magia…


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Anaís Abreu.

Hay músicas, lo mismo que determinados tipos de vinos, que nunca pasan de moda. Que trascienden su tiempo y que cuando las reencontramos nuevamente nos recuerdan aquella primera impresión sorprendente, conmovedora si se quiere.

El bolero tiene ese efecto. Es un bálsamo generacional. Un clavo al que aferrarse cuando los sueños y las aspiraciones naufragan ante los desvelos de “ese sentimiento que va más allá…que se llama amor…”.

Esa es la perspectiva de vida que nos ofrece este disco, al que sus productores han titulado Eres tú la magia y que agrupa parte de las canciones que ha escrito y escribe Rosa María Barrios y que atinadamente interpretan Anaís Abreu, María Victoria Rodríguez y Noris Martínez.

Es, si nos atenemos a las definiciones hoy en boga, un disco abierto a todos esos reclamos de quienes hablan de empoderar mujeres y sus sentimientos. Y es que la historia del bolero, como expresión de la cultura de un país y de un continente, ha sido escrita fundamentalmente por hombres; quienes han (hemos) impuestos nuestro ego por encima de cualquier definición o flaqueza del alma. Así fue casi siempre con las contadas excepciones de autoras como las mexicanas Concha Velazco o Elma Elena Valdemarra; o la cubana Isolina Carrillo; por citar tres de los nombres más recurrente de mujeres que han definido un “cuerpo musical universal y dinámico dentro del dolor y el placer de los humanos”.

Con esa premisa Rosa María Barrios desnuda su alma, sus emociones y se nos presenta límpida y consciente ante la vida y los sentimientos. Debe ser esa la razón que motiva a los productores –en este caso a José Manuel García Suárez y a Emilio Vega— a recrear y a (re)explorar un sonido que a todos complace y complementa por igual. Ellos asumen cada palabra a modo de manifiesto y cada nota como su realización espiritual; mientras que estilísticamente regresan a aquellos tiempos en que la música en su conjunto era una atmósfera recurrente donde todas las familias de instrumentos intervienen, donde todos tienen vez y en el que el martillar de bongoes es un obstinato recurrente, un golpe sistólico directo a nuestra sensibilidad; mientras que su complemento, en forma de diástole, es la combinación de tres voces distintas pero en franca armonía.

María Victoria Rodríguez.

A su manera estas tres mujeres –Anaís Abreu, María Victoria y Noris Martínez— rinden tributo a tres voces precursoras dentro de nuestra canción –Elena, Blanca y Olga—; aunque por momentos se sienta el transitar y el karma de otras que complementan esa historia que han fundado en el bolero, “ellas las que nos conmueven y generan nuestras penas”.

Es lamentable que en estos tiempos las victrolas sean cosa del pasado, que hoy tengamos otras urgencias que nos impidan tomar partido, individualmente por cada uno de estos temas, o por el disco en su conjunto.

No importa. Hay un momento del día y de la vida en que deberemos –y debemos— hacer un alto y revisar nuestras emociones, nuestros fracasos y recapitular en busca de esas emociones que nos conmuevan, nos obliguen a buscar el momento audaz en que asumimos la fuerza del amor.

Hay discos y boleros que valen la pena escuchar al menos una vez. Este es uno de ellos.

 


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