Una Casa para Abya Yala


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En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas compartimos el prólogo del libro Saberes y expresiones artísticas de los Pueblos Indígenas en el horizonte del Buen Vivir, perteneciente a la colección Nuestros países del Fondo Editorial Casa de las Américas y cuyo autor es además el compilador de los 31 artículos en él reunidos. Como bien indica el título original del texto «Una Casa para Abya Yala. Antecedentes y desempeños del Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América de la Casa de las Américas», este es un importante recorrido por el trabajo desarrollado por la Casa desde su fundación para promover la historia, los saberes y las expre­siones artísticas de los pueblos indígenas del hemisferio y su relación con los intelectuales, creadores e investigadores de todo el continente identificados con esta visión.

En enero de 2011 la Casa de las Américas hizo pública la noticia del comienzo de las actividades del Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América. A más de cincuenta años de su fundación, ocurrida en marzo de 1959, la institución cultural cubana ponía énfasis en la promoción de la historia, los saberes, las expre­siones artísticas y los actuales desafíos de los pueblos indígenas del hemisferio. Al hacerlo, ratificaba una ampliación de su tradicional enfoque, centrado en el estudio de la creación literaria y artística y el pensamiento de la América Latina y el Caribe. El nuevo Programa incluiría no solo a los pueblos indígenas de Abya Yala, sino también a aquellos asentados en la Isla Tortuga, o sea, en los actuales territorios de los Estados Unidos y Canadá. Al tomar esta decisión pensamos primeramente en la población chicana, que consciente de su cone­xión ancestral con Aztlán, ha levantado y levanta sobre antiguos y nuevos muros un imponente faro de dignidad. Si hablábamos de pueblos indígenas no podíamos ratificar la lógica que expresan las arbitrarias fronteras de los Estados-nación que dividieron regiones culturales unitarias y dejaron, a ambos lados, gente de una misma familia. Es por ello que la primera imagen con la que nos identi­ficamos fue con la de una América vinculada a través de ríos que surcan territorios diversos. La tierra y el agua nos conectan.

No sería posible, sin embargo, pensar en el Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América sin tener en cuenta sus im­portantes antecedentes. Es en buena medida a partir de esa historia que hemos podido trazar nuestros objetivos actuales y futuros. La Casa de las Américas, desde que fue fundada por la luchadora re­volucionaria Haydee Santamaría, ha trabajado teniendo en cuenta los proyectos y las recomendaciones de intelectuales, creadores e investigadores de todo el hemisferio, quienes han compartido su visión con sucesivas generaciones de trabajadores de la institución. Algunos de ellos, como el guatemalteco Manuel Galich, quien llegó a trabajar en la propia Casa, realizaron un aporte enorme a su perfil actual. Otros, como el líder quechua Saturnino Huillca y la lideresa maya Rigoberta Menchú, impactaron con su fuerza e inspiración.

La creación reciente de un Programa de Estudios sobre Culturas Originarias en la Casa de las Américas busca en realidad sistematizar y desarrollar lo que fue una línea de trabajo presente desde los primeros días de la institución, cuya primera actividad, realizada el 4 de julio de 1959, fue precisamente la inauguración de una exposición de ves­tuario, cerámica y orfebrería prehispánica y popular latinoamericana, con piezas pertenecientes a la colección de la investigadora Isabel Mestre. A esa primera muestra siguieron otras de similar carácter. En diciembre de 1960 se inauguró una muestra denominada «Telas incas precolombinas» que reunía treinta y nueve piezas de textiles y cerámicas, fechadas entre los siglos IV y XV de nuestra era. El catálo­go insiste en que se trata de piezas realizadas antes de la conquista y lista obras procedentes de Chancay, Pachacamac, Tiahuanaco, Nazca y Paracas. Luego, en 1964, con el apoyo de la Academia de Ciencias de Cuba y el Museo Montané, dedicado a la arqueología cubana, se inauguró una muestra de arte precolombino que incluía importantes exponentes procedentes de los Andes y Mesoamérica fundamentalmente. Se incluía además un conjunto de notables pie­zas taínas, entre ellas el hacha ceremonial encontrada en Holguín y el dujo –asiento ritual indígena–, hallado en la cueva de Mesa del Sordo en el oriente de la isla.

Estas exhibiciones ayudarían a definir el que fuera uno de los primeros objetivos de la Casa y en particular de su fundadora: la creación de un museo de arte popular de Nuestra América. De 1960 datan las cartas enviadas a escritores y artistas solicitando apoyo para lograr este anhelo que se hizo realidad y permitió la apertura de una galería especializada en estas expresiones y que da abrigo a una colección en la que se juntan piezas muy valiosas como las que fueran donadas, previa gestión del escritor peruano José María Arguedas, por la investigadora Alicia Bustamante. Con el tiempo, la colección de arte popular de la Casa de las Américas se ha visto enriquecida por otros donativos, entre ellos los que hicieran los presidentes de Chile, Salvador Allende, y de México, Luis Echeva­rría. A esta última pertenece el Árbol de la Vida, una obra icónica, realizada por el artista de Metepec, Alfonso Soteno, que identi­fica a la institución y que se exhibe de manera permanente en la sala Che Guevara. Muy valiosa fue también la donación de piezas indígenas de la Amazonía venezolana realizada por el etnógrafo Edgardo González Niño.

En 1979, una importante exhibición titulada «El auténtico pueblo» mostró cincuenta y una piezas tradicionales y cincuenta y cuatro obras contemporáneas de artistas nativo-americanos. La exposición fue concebida en ocasión de la VI Cumbre de Países no Alineados y contó con el auspicio de la Casa de las Américas y del Consejo Internacional Nativo-Americano de las Artes (INCA). El jefe onandoga Oren Lyon, el escultor wintu Frank LaPena y el conocido pintor chippewa George Morrison, los tres con obras en la muestra, visitaron Cuba para la inauguración y ofrecieron charlas, entrevis­tas de prensa y se reunieron con artistas e intelectuales cubanos. Su presencia propició no solo un acercamiento al arte y la cultura de los pueblos de Isla Tortuga, sino además un panorama de los desafíos sociales y el devenir de las naciones nativoamericanas en los Estados Unidos.

Es fácil comprender esta necesidad de presentar obras de creadores indígenas si nos remitimos a las palabras de la propia fundadora y presidenta de la institución. Durante una intervención pública, realizada en 1974, Haydee Santamaría explica el origen de la Casa de las Américas y cuenta cómo ella tuvo en cuenta las previsibles condiciones de aislamiento político para Cuba luego del triunfo revolucionario de 1959. En aquella charla dijo:

No podía aceptar que, por el aislamiento que íbamos a pa­decer, un día nuestro pueblo no supiera cuáles eran nuestros antepasados indígenas, quiénes eran los escritores y los artistas de nuestro continente que habían sabido expresarlo en formas literarias y artísticas[1].

A la impronta de Haydee habría que sumar la labor cotidiana del ya mencionado intelectual guatemalteco Manuel Galich. Al referirnos a su obra en Cuba debemos ubicar como parte de ella a la propia Casa de las Américas, pensada como un recinto abierto y plural, concebido para abrigar y amplificar toda la diversidad de pensamiento y creación del continente. A esta institución, el tam­bién historiador y dramaturgo aportó puntos de vista y principios fundamentales de trabajo. Uno de ellos afirma la necesidad de ser un espacio para que se expresen en su propia voz los pueblos indígenas del continente.

No voy a insistir en detalles biográficos, sin embargo, no puedo dejar de hacer referencia al rol desempeñado por Galich en 1945, siendo ministro de Educación del gobierno de Juan José Arévalo, en la creación del Instituto Indigenista Nacional. Exiliado en Argentina tras el golpe de Estado al gobierno de Jacobo Arbenz, en el que había fungido como canciller, Galich se radicó en Cuba hacia 1965, cuatro años antes había ganado el Premio Casa de las Américas con una obra de teatro. El vínculo con la Casa le permitió comenzar a trabajar en ella y con el tiempo llegó a ser subdirector de la misma. Es bajo su orientación que se incluyen en la Colección Literatura Latinoamericana y Caribeña del Fondo Editorial Casa de las Américas obras como los Anales de los Cakchiqueles, publicado en 1967, y el Popol-Vuh, aparecido en 1969. A finales de los 60 e inicios de los 70 se publicarían su monografía Guatemala y su selección El libro precolombino. El volumen Nuestros primeros padres, terminado en 1974 e impreso en 1979, será su obra más importante.

Concebido como primer tomo de una historia general del conti­nente que lamentablemente no terminó, Nuestros primeros padres compendia puntos de vistas diversos acerca del poblamiento de estas tierras y sobre el devenir de varias de las más importantes culturas que se desarrollaron en esta parte del mundo. El libro con­tiene el material acumulado por el guatemalteco para sus clases y conferencias de la Universidad de La Habana y es resultado de un debate intenso acerca de los métodos de enseñanza de la historia. Siguiendo las copias de los programas de estudio confeccionados por Galich y atesorados en el archivo de la Casa de las Américas, podemos ver que en efecto el plan del libro sigue de manera bas­tante exacta la primera unidad de su curso, que debía desarrollarse en veinte horas. Sin embargo, en una primera lectura del texto comprendemos de inmediato que su estudio superó con creces el simple libro de texto. Galich se opone a la enseñanza memorística, de ahí que su trabajo desborde una y otra vez el sumario de las clases para convertirse en una apasionante invitación a profundizar en el conocimiento de nuestras culturas originarias. Así lo explica el propio autor en las páginas iniciales del libro:

Los pueblos y culturas [de América] que constituyen su he­rencia y su riqueza actual y futura son muchos y diversos, y ninguno puede ignorarse, ni subestimarse, sin desnaturalizar o mutilar nuestra «acta de nacimiento». Pero precisamente por esa complejidad y riqueza, nuestro caso no se deja asir con una sola mano. Debe abarcarse con unos brazos tan abiertos que sean capaces de rodear casi toda la tierra y casi toda la historia. Por ello, solo intentamos un viaje a nuestro más re­moto pasado, en busca, como en el mito de Quetzalcóatl, de «nuestros primeros padres y antecesores, los que engendraron a los hombres de la época antigua». Es decir, los indios.[2]

Entre nosotros solo Manuel Galich podía haber configurado, como lo hizo, el devenir del poblamiento de nuestro hemisferio; su recorrido va desde los indígenas de Norteamérica hasta los que denomina indios transandinos. El aporte fundamental es justa­mente esa visión de conjunto que toma en cuenta a las grandes culturas mesoamericanas y andinas, pero se acerca también a los pueblos de Norteamérica, el Caribe, la Amazonía y la Patagonia. Esa perspectiva es la que lo lleva a integrar puntos de vista de la lingüística, la historia, la arqueología, la antropología, la literatura, la historia del arte, el teatro y otras muchas disciplinas. Alberto Prieto, otro de sus más consecuentes discípulos, ha resumido los aportes del libro de Galich de la mejor manera:

Galich comprendió que su tarea para nosotros debía ser la de reconstruir la vida americana preeuropea, convertirla en cog­noscible, y de ese modo permitirnos realizar comparaciones entre los múltiples integrantes de las heterogéneas y a veces complejas sociedades aborígenes, otorgándoseles una atención proporcional a la importancia que tuvieron. Por eso más de dos tercios de los acápites se dedican a los tres principales centros civilizadores: el valle del Anáhuac, las cálidas tierras centroamericanas y la sierra andina. Pero esto no lo condujo a olvidar a los arahuacos, a los primeros pobladores de Norteamérica, o a los del Brasil y el Río de la Plata. Ese, precisamente, es uno de los principales méritos alcanzados. ¿Dónde podríamos encontrar antes referencias simultáneas de algonquinos y mayas, o de chibchas y charrúas?[3]

Galich reconoció siempre la magnitud de su empresa y el modo en que nuevos datos podrían, como en efecto ha sucedido, modificar algunos enfoques. Sin embargo, su libro no pierde vigencia entre nosotros, justamente por su visión integradora, por la elegancia de su estilo, por la comprensión profunda de esta América nuestra donde las poblaciones indígenas han comenzado a andar y ya podemos hablar hoy no solo del protagonismo de los movimientos insurgentes indígenas del continente y de la elección de un presidente indígena en Bolivia, sino también de la difusión de concepciones propias de estos pueblos, algunas de las cuales han sido incorporadas a algunas constituciones de nuestros países. No hay dudas de que esa revolución indígena que Galich avizoraba se ha puesto en marcha, y que nociones como el Buen Vivir hablan de manera sustantiva de la puesta en circulación de paradigmas que ponen énfasis en el valor de la sociedad comunitaria, en la relación de equilibrio con la naturaleza y con el otro. Esos paradigmas se contraponen, sin duda, a la sociedad individualista que propugna el imperialismo neoliberal hegemónico. Ha llegado el tiempo de que esos valores originales se liberen y tal cual era la aspiración del guatemalteco se reencuentren «con la humanidad, con el Universo […], con la esperanza del mañana».[4]

Junto a los libros escritos o prologados por Galich, otros cincuenta títulos dedicados a las expresiones y destinos de los pueblos indígenas de América integran nuestro catálogo editorial y son varias las ediciones monográficas y los artículos que desde las pu­blicaciones seriadas de la Casa tratan sus expresiones en literatura, música, teatro y artes visuales. Entre esos libros quisiera resaltar clásicos como la selección Poesía Quechua de Mario Razzeto, la compilación de Miguel León-Portilla Visión de los vencidos, varios de José María Arguedas, quien visitó la institución en 1968 como parte del jurado del Premio Literario y grabó un disco con tres cuen­tos y una canción quechua. Por otra parte, habría que mencionar los testimonios de Saturnino Huillca y Rigoberta Menchú, que se alzaron con el premio Casa de las Américas en esa categoría en 1974 y 1983 respectivamente, ensayos como Buscando un inca: identidad y utopía en los Andes, de Alberto Flores Galindo y La voz y su huella, de Martin Lienhard.

En enero de 1992, en ocasión del quinto centenario del cues­tionado «Encuentro entre Dos Mundos», la Casa de las Américas convocó a un Premio Extraordinario de Literaturas Indígenas para autores de lengua quechua, náhuatl y guaraní, con el cual ofrecía espacio a la expresión en lenguas autóctonas americanas. Dos años más tarde la convocatoria se dirigió a escritores de las lenguas mapuche, aymara y mayanses, ratificándose la necesidad de un ámbito de análisis e intercambio en torno a las culturas originarias de América. En esta segunda ocasión el Premio recayó en el poeta mapuche Lorenzo Aillapán, por su libro Hombre pájaro. Diez años después, en 2004, de conjunto con la Oficina Regional para la Cultura en América Latina y el Caribe de la Unesco, se convocó al Coloquio Internacional Culturas de la Amazonía, que reunió a im­portantes intelectuales y académicos y posibilitó nuevas miradas en torno a diversos temas, entre ellos el de las lenguas en riesgo.

Lo anterior da fe de una labor sostenida que quisimos siste­matizar con la creación en 2011 del Programa de Estudios sobre Culturas Originarias de América. Teniendo como predecesores al Programa de Estudios de la Mujer, fundado por la Casa de las Américas en 1994, y al Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos, creado en 2009, el nuevo Programa buscó dar a conocer las realidades y la producción cultural de los pueblos indígenas a través de coloquios, conferencias, cursos, exposiciones y la publicación de libros. La inauguración del Programa se hizo coincidir con las acciones del Premio Literario de ese año que la Casa dedicó a festejar el centenario de José María Arguedas. Su primera sesión de trabajo contó con la presencia del antropólogo italo-peruano Stefano Varese, quien fuera compañero de Argue­das. Ese año nos acompañaron además y realizaron actividades públicas Rigoberta Menchú, el poeta wayuu Miguel Ángel López Hernández y nos visitó el entonces canciller de Bolivia, el aymara David Choquehuanca.

En 2012 llegó a la Casa de las Américas el investigador binnizá Carlos Manzo quien participó en un panel durante la Feria del Libro y donó a la institución valiosa información bibliográfica sobre su pueblo. Ese mismo año se creó el ciclo Miradas en Abya Yala como parte del cual se exhibieron documentales relacionados con las culturas originarias de Chile, Argentina y Bolivia. La llegada a Cuba del líder y político maya Juan Alvarado, en calidad de Embajador de Guatemala en Cuba abrió un nuevo momento de cooperación con ese país y con el pueblo maya en particular, lo que permitió acciones de gran impacto en torno a este pueblo. Resultado de ese intercambio fue la visita de la líder maya kachiquel Rosalina Tuyuc, y los guías espirituales de ese pueblo: Fabiana Cochoy y Pedro Yac. Ellos fueron los responsables de la ceremonia del fuego sagrado que realizamos en la playa de Bacuranao para honrar a los antiguos pobladores de Cuba y en saludo al nuevo ciclo del tiem­po maya. En 2012 recibimos a la antropóloga francesa Françoise Brouzès, especialista en la cultura rarámuri, y a Martin Lienhard, quien llegó para presentar una reimpresión popular de su clásico La voz y su huella.

En enero de 2013, sesionó por vez primera el jurado del Premio en Estudios sobre Culturas Originarias de América que se incorporó a las categorías incluidas en el Premio Literario Casa de las Américas. Integrado por el intelectual aymara Esteban Ticona, el investigador maya Emilio del Valle Escalante y el intelectual paraguayo Ticio Escobar, el premio recayó en el ensayo La ciudad ajena: subjetivi­dades de origen mapuche en el espacio urbano, de la chilena Lucía Guerra. Ese año también recibimos a un grupo de Danzantes de Tijera, llegados desde Ayacucho, Perú, y a la destacada poeta maya de Guatemala, Rosa Chávez.

En 2014 convocamos por primera vez a un curso de verano denominado Imaginarios de la América Indígena, que sirvió de antesala al Coloquio Internacional de Estudios sobre Culturas Originarias de América, cuya primera edición se desarrolló con laparticipación de representantes de los pueblos amuzga, asháninka, aymara, caribe, colla, kichwa, guna, mapuche, maya k’iche’, maya kaqchikel, miskito, nahua, pemón, quechua y taíno, llegados de Argentina, Bolivia, Canadá, Chile, Ecuador, Guatemala, Nicaragua, México, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago, Venezuela y Cuba. Es importante decir que desde el principio nos propusimos no tener una reunión formal, sino un encuentro que fuera útil y, en ese sentido, podemos decir que la declaración resultante del Coloquio fue elevada por Cuba a la secretaría de Naciones Unidas y circulada en español e inglés como aporte (A/69/357) a la Conferencia Mun­dial sobre Pueblos Indígenas, realizada en la ONU, en septiembre de aquel año. También ese año recibimos al investigador wayuu Weilder Guerra quien nos habló de la tradición del Palabrero en su pueblo e inauguró una exposición sobre ese tema.

El boletín electrónico Agenda Abya Yala, que recoge noticias de pueblos indígenas del hemisferio y funciona como observato­rio de medios, se puso en circulación en 2015. Ese mismo año inauguramos el ciclo Culturas Originarias del Mundo que contó, en su apertura, con representantes del pueblo sami de Noruega. También recibimos a la investigadora quechua-aymara Elvira Espejo y se exhibió una muestra de sus textiles. Como parte del Coloquio sobre Latinos se organizó una mesa sobre indígenas del Sur des­plazados a ese país, iniciando una nueva línea de investigación que cruza los intereses y desempeños de ambos programas. En 2015 recibimos a la cantante Ema Quañeri, del pueblo Qom, de Argentina y, nuevamente, al profesor aymara Esteban Ticona, quien con la conferencia «El pensamiento indianista de Fausto Reinaga» dio inicio al Ciclo Intelectuales Indígenas de Abya Yala. Ese año iniciamos el vínculo con la entonces recién creada Asociación de Descendiente de Mayas-Yucatecos asentados en Madruga, en la provincia cubana de Mayabeque.

En 2016 se convocó nuevamente al Premio en Estudios sobre Culturas Originarias de América. El jurado esta vez estuvo integrado por el activista puquina Javier Lajo, el poeta nahua Natalio Hernán­dez y la investigadora chilena Claudia Zapata, quienes además de leer los libros concursantes participaron en una mesa sobre el rol del intelectual indígena en América Latina. Claudia Zapata presentó su libro Intelectuales indígenas de Ecuador, Bolivia y Chile. Diferen­cia, colonialismo y anticolonialismo, que había sido distinguido un año antes con el Premio Honorífico Ezequiel Martínez Estrada, que otorga la Casa a ensayos publicados. El premio de 2016 recayó en el investigador colombiano Miguel Rocha Vivas con su ensayo Mingas de la palabra. Textualidades oralitegráficas y visiones de cabeza en las oralituras y literaturas indígenas contemporáneas. Javier Lajo dictó conferencia sobre el horizonte del Sumaq Kawsay.

Acerca de los testimonios de Gregorio Condori Mamani y Pascual Coña disertó en marzo de ese año el investigador chileno Hans Fernández y en abril, nos visitó un importante grupo de líderes del pueblo iroqués de los Estados Unidos. Ese año se coordinó, de conjunto con el Centro de Estudios del Caribe, un segundo curso de verano, esta vez sobre las culturas originarias del Caribe insular y la investigación arqueológica. Recibimos además, al artista lakota Kevin Locke. El II Coloquio Internacional sobre Culturas Originarias, encuentro que motivó esta publicación, se realizó en octubre de ese año.

He querido hacer mención de algunas de las muchas actividades realizadas durante los primeros cinco años del Programa para que pueda ser apreciada la amplitud de nuestros intereses y la visión que nos anima. Obviamente, la limitación de recursos económicos no nos ha permitido llevar a vías de hecho muchos de nuestros objetivos, pero no nos detenemos por ello. Seguimos trabajando, tejiendo redes, convocando eventos y recibiendo propuestas. Nues­tras tareas cotidianas van por supuesto más allá de las acciones específicas aquí listadas. Cuatro son hoy nuestras líneas fundamen­tales de investigación. La primera aborda los actuales desafíos de los pueblos indígenas de América y nos obliga a estar al tanto de las demandas fundamentales de los pueblos, en especial aquellas que tienen que ver con el territorio y los recursos, los derechos individuales y colectivos, la autodeterminación, la relación con el medioambiente, la implementación de paradigmas alternativos a los modelos de desarrollo imperantes, la descolonización, la criminalización del liderazgo, el rol de las mujeres y los jóvenes, y la comunicación indígena. Una segunda línea aborda el tema de los saberes de los pueblos indígenas, la cosmovisión, el rol de sabios, sabedores, investigadores e intelectuales indígenas, y la espiritualidad. Una tercera se dedica a los indígenas del sur en los Estados Unidos y Canadá, y aborda las migraciones, el retorno, las redes, instituciones y organizaciones de migrantes indígenas, etc. Mientras que una cuarta se dedica al quehacer de escritores, músicos, artistas visuales, realizadores audiovisuales y creadores escénicos indígenas en la contemporaneidad. Como pueden ver, cada una de las acciones arriba enumeradas tributan de un modo u otro a estas líneas principales.

Este volumen recoge una selección de las ponencias que forma­ron parte del programa del II Coloquio de Estudios sobre Culturas Originarias de América, que convocamos bajo el tema «Saberes y expresiones artísticas de los pueblos indígenas de América en el Horizonte del Buen Vivir». Este encuentro se desarrolló del 11 al 14 de octubre de 2016, y contó con la participación de más de cincuenta estudiosos llegados de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, los Estados Unidos, Guatema­la, Italia, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Venezuela y Cuba; entre ellos, representantes de los pueblos guna, aymara, zapoteco, kichwa, maya, anishinaabe, nahua y taíno.

La conferencia inaugural estuvo a cargo del antropólogo ítalo-peruano Stefano Varese. El programa estuvo compuesto por trece sesiones de trabajo, entre ellas un panel especial sobre la presencia indígena en Cuba, en el cual se presentó el libro Panchito, cacique de montaña, de José Barreiro, editado gracias a la colaboración entre nuestro Fondo Editorial y la Editorial Campana. Además, se proyectaron dos documentales: Viene de lo Profundo, producido por el Grupo Kaweiro de Cuba y Peregrinación al Qoyllor Rit´i, de la socióloga peruana Zoila S. Mendoza. Se realizó también una visita guiada, a cargo del arqueólogo Jorge F. Garcell Domínguez, por la región pictórica de las Charcas, San José de las Lajas, provincia Mayabeque, la cual incluyó la visita al Campamento de Pione­ros Exploradores «Jorge L. Mesa Romero». Además se inauguró la muestra fotográfica Los Guaraní Kaiowa, del artista brasilero Rogério Ferrari, y la exposición Latinoamérica en su música, de manifestaciones artesanales e instrumentos musicales de la región con piezas que pertenecen a los fondos de la Colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría de la Casa de las Américas y al Museo Servando Cabrera Moreno.

Dentro de los principales ejes temáticos estuvieron: cosmovisión y paradigmas alternativos al desarrollo, saberes y activismo, espiri­tualidad ancestral, medicina ancestral y tradicional, experiencias en educación indígena, pueblos indígenas y creación artística-literaria, y comunicación indígena y medios alternativos. Los textos aquí re­unidos abordan, de un modo u otro, aspectos diversos vinculados a estos asuntos y dan muestra del amplio espectro de intereses actuales de los estudios sobre las culturas originarias y sus expresio­nes y realidades contemporáneas. Hemos incluido además, como anexos, las palabras de inauguración del I Coloquio de Estudios sobre Culturas Originarias de América, a cargo de la líder amuzga Martha Sánchez Néstor y la Declaración Final de ese evento.

Quisiera agradecer de manera muy especial a un grupo de personas sin las cuales nuestro trabajo no fuera posible. Ellos son Stefano Varese, Ticio Escobar, Emilio del Valle Escalante, Esteban Ticona, José Barreiro, Alejandro Hartman, Claudia Zapata y Enrique Victoria Saavedra. Nuestra gratitud también a Ana Niria Albo, Ana Laura Suárez, Ana Gabriela Ballate, Amado René del Pino, Ana María Valido y Amanda Sánchez Vega, quienes de un modo u otro contribuyeron a hacer realidad esta publicación.


[1] Haydee Santamaría: «Cómo surgió y cómo se desarrolló la casa de las américas», trans­cripción inédita de una charla de la presidenta de la Casa de las Américas atesorada en el archivo de la institución.

[2] Manuel Galich: Nuestros primeros padres, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2004, p. 15.

[3] Alberto Prieto: «Nuestros primeros padres», en Casa de las Américas, núm. 130, enero-febrero de 1982, p. 163.

[4] Manuel Galich: «Prólogo», en Anales de los cakchiqueles, Casa de las Américas, La Habana, 1967, p. XXI.

 


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