Wifredo Lam, Huracán, 1945. Puede visitar su obra expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba al tocar la imagen anterior
Septiembre remite a la muerte… Salvador Allende, las Torres Gemelas… También en septiembre murió Wifredo Lam, el mulato chino del pueblo cubano de Sagua La Grande. Murió en París pero regresó a Sagua La Grande a reposar sus huesos… Sin embargo, dejó tanto, que su vida de idas por la tierra, aun hoy nos sirve para los descubrimientos de la cubanidad.
Lam viaja a España en 1923 beneficiado por una beca del Ayuntamiento de su pueblo natal. Ya antes había iniciado los estudios de pintura en la Academia de San Alejandro de La Habana. Allí pasa 14 años. El experto cubano José Manuel Noceda, curador del Centro Wifredo Lam en La Habana, el mejor conocedor de su obra en la Isla y uno de sus mayores intérpretes a nivel internacional, relata que según contó el propio Lam, salió de Cuba para instalarse en París, “Madrid debía ser solamente una etapa. Me quedé ahí tantos años por varias razones. Para empezar, el castellano era mi lengua y no hablaba el francés. Además me enamoré y me casé. Luego vino la Guerra Civil…»
España fue una fuente extraordinaria de su experiencia artística y humana… Se casa, pierde a su esposa e hijo, se enamora de la República española, se derrumba su utopía, lo siente en el alma…Y parte a París en 1938… Relata Noceda que allí establece contactos con Picasso y por intermedio de él “conoce a otros intelectuales y artistas como Joan Miró, Christian Zervos, Paul Elouard, Georges Braque, o Michel Leiris, con quien visita el Museo del Hombre. Poco después le presentan a André Breton, el ideólogo del surrealismo, quien queda impresionado por la energía pictórica del cubano.”
Ya en 1940 la capitulación francesa ante el fascismo es un hecho. Va a Marsella entonces y sus contactos con el surrealismo lo contaminan y ofrecen esa impronta a su obra: de Les demoiselles d’Avignon a Guernica. Y nuevamente la guerra lo empuja de Francia en 1941… Rumbo a La Habana, al Caribe… Noceda afirma que “de no ser por el embate despiadado de la guerra, quizás hubiera sido sólo uno de los tantos seguidores de la Escuela de París.”
Después de una impactante estancia antillana Lam está en La Habana. Noceda comenta que “en La Habana muy pocos lo recordaban. Llega con el roce del París de entreguerras y se convierte en una figura paradójicamente controvertida y paradigmática. Vive casi aislado junto a su esposa Helena Holzer en su casa de Marianao, en las afueras de La Habana (…) Intima con Lydia Cabrera, Alejo Carpentier, con don Fernando Ortiz y otros escritores e intelectuales cubanos. Su presencia aquí, acompañada de las crónicas de Lydia Cabrera, Alejo Carpentier o Mirta Aguirre, excedió las expectativas provocadas por las estadías europeas de Carlos Enríquez, Marcelo Pogolotti, Eduardo Abela y Amelia Peláez. Guy Pérez Cisneros escribía en 1944 que Lam «había vuelto de París armado hasta los pies.» Y el propio experto certifica que justamente los casi 11 años que Lam vive y trabaja en Cuba son el nacimiento de esa obra en que Lam transformó la cubanidad en fenómeno universal, donde germinaron grandes obras como La jungla o La silla, en que parece tragarse el mundo antillano para devolverlo pasión y energía desde cada una de sus esquinas…
Lam fue un pintor pobre… Su vida de creador potente estuvo rodeada de esfuerzos descomunales para trabajar. Impresionada escuché contar a Noceda alguna vez que Lam utilizó los más diversos soportes, incluyendo el papel kraft. Preparaba esos soportes de manera muy ligera, al igual que los pigmentos. Solo conoce una obra sumamente empastada, que es La silla. Pintó hasta sobre tela de yute, sobre la cual hizo otra de sus buenas piezas, Huracán, perteneciente también a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. “Incluso, cuando Lam regresa a La Habana en 1941 era tal su indefensión económica que tuvo que apelar al papel en el que había envuelto su equipaje, es decir, el papel kraft. Con ese papel pintó algunos de los primeros cuadros en esos años, incluyendo una de sus obras maestras, La jungla, en1943. Me decía Helena Benítez (Helena Holzer en época de su unión con Lam entre 1938 y 1950, que Lam acostumbraba pintar de noche y hasta la madrugada; mientras, ella le traducía del inglés, francés o el alemán textos de etnólogos y antropólogos como Levy-Strauss, Frazer y Frobenius.”
-Periodista. ¿Cuál es el saldo de Wifredo Lam?
-José Noceda. “Sus contemporáneos descifraron la inequívoca intertextualidad con el substrato natural y etnocultural antillano. De la crítica neoyorkina a las apreciaciones de Lydia Cabrera, Mirta Aguirre, Fernando Ortiz o Alejo Carpentier va un gran trecho. Estos últimos hablaron con propiedad de las imbricaciones de Lam con lo nacional y lo regional, pues conocían bien los referentes manejados en su iconografía. Pero, en todo caso, Cuba y las Antillas deben ser vistos como el primer escalón de una cadena simbólica de un antillanismo expansivo, que lo convierte, etiquetas aparte, en un pionero de la modernidad en América Latina, en abanderado ideoestético del Tercer Mundo, en un emblema del surrealismo redimido post primer manifiesto y, sobre todo, en precursor en la conquista posible de un intercambio cultural realmente pluralista. Desde ese punto de vista, Lam fue un adelantado, inauguró una perspectiva afín con la escritura postcolonial de la relación mundial de Edouard Glissant, a tono con la utopía de un gran cambio de civilización conquistado de manera no menos fecunda por los pueblos subalternos que reclaman su derecho a la presencia en el mundo.”
Lam se tragó al mundo para devolverlo hecho Patria…
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