Introducción al libro “Che y Fidel: imágenes en la memoria”


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Texto introductorio escrito por Aleida March de la Torre para el libro “Che y Fidel. Imágenes en la memoria” publicado por Ocean Sur en el año 2013 como parte del Proyecto Editorial Che Guevara.

Resulta difícil poder expresar en simples palabras, cuando uno guarda muy dentro —casi como un santuario―, lo más querido de estos dos hombres extraordinarios que me guiaron por los senderos misteriosos del saber. Pudiera parecer sencillo reflejarlo en imágenes, como pretendemos en este libro que tienen en sus manos  Che y Fidel. Imágenes en la memoria. Sin embargo, cada fotografía seleccionada es portadora de un hecho o testimonio singular muy complejo de ceñir en breves líneas, porque reproducen por sí solas esa unión indisoluble que vibró entre ellos.

Antes de conocerlos, ¿qué sabía yo sobre la palabra mágica Revolución? A penas como maestra algo que nos tocaba, como a distancia, sobre la revolución francesa, la independencia de las 13 colonias y, aún más lejana y misteriosa, la Revolución de Octubre. Por supuesto, un poco más cercana a nosotros, la lucha antiesclavista en Haití y, sin dudas, la revolución mexicana y su influencia en todo el continente latinoamericano.

Encontrar en la historia hombres extraordinarios que luchan juntos por ideales de justicia no es casual y existen ejemplos sorprendentes, tales como Carlos Marx y Federico Engels, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre y Fidel y el Che, por solo citar algunos que nos tocan muy de cerca.

Sobre estos últimos versa este libro, devuelto en imágenes que pretenden recorrer etapas definitorias de sus vidas en común. Es imposible retrotraerse a los días de su primer encuentro en México sin acudir a documentos o a testimonios que ellos mismos emitieron en algún momento y que forman parte ya de la historia reciente. Por los sucesos acaecidos y lo que representan las imágenes seleccionadas, sentimos que se percibe como una oleada admirable de identidad y complicidad que nos llega, para suerte de todos.

De las reflexiones hechas por Fidel sobre esos primeros contactos, se aprecian los juicios que va haciendo de aquel joven —un poco aventurero―, que llegó hasta él por intermedio de su hermano Raúl y que, desde el primer día de ese encuentro, permanecerían unidos en la lucha, primero en Cuba y más tarde en el anhelo de alcanzar un mundo mejor con otros horizontes por delante. Sin dudas, eran dos soñadores favorecidos por conocimientos profundos y sedimentados, que me hace imaginar cuánto me hubiera gustado haber participado de esos primeros encuentros.

Sobre esos días quedan algunas imágenes de cuando fueron detenidos junto a un grupo de futuros expedicionarios, en la estación migratoria situada en Miguel Schultz, en el DF de México, a partir del 21 de junio de 1956, además de haber sido narrado por el propio Fidel, años más tarde:

«…uno tiene la impresión de una presencia permanente del Che, por lo que simboliza, por su carácter, por su conducta, por sus principios. Era un gran número de cualidades realmente excepcionales. Yo lo conocía muy bien, muy bien desde que entré en contacto con él en México…».

La similitud de sensaciones y cualidades son sintetizadas, también, por el Che en sus Pasajes de la guerra revolucionaria, cuando expresa:

 

«Hubo quienes estuvieron en prisión cincuenta y siete días, contados uno a uno, con la amenaza perenne de la extradición sobre nuestras cabezas (somos testigos el comandante Calixto García y yo). Pero en ningún momento perdimos nuestra confianza personal en Fidel Castro. Y es que Fidel tuvo algunos gestos que, casi podríamos decir, comprometían su actitud revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse específicamente mi caso: un extranjero, ilegal en México, con toda una serie de cargos encima. Le dije que no debía de manera alguna pararse por mí la revolución, y que podía dejarme; que yo comprendía la situación y que trataría de ir a pelear desde donde me lo mandaran y que el único esfuerzo debía hacerse para que me enviaran a un país cercano y no a la Argentina. También recuerdo la respuesta tajante de Fidel: “Yo no te abandono”. Y así fue, porque hubo que distraer tiempo y dinero preciosos para sacarnos de la cárcel mexicana. Esas actitudes personales de Fidel con la gente que aprecia son la clave del fanatismo que crea a su alrededor, donde se suma a una adhesión de principios…».

Después, le sigue la lucha en Cuba por nuestra verdadera independencia. El Che conocía nuestro país por Fidel y de esa manera se entrega todo para dar lo mejor de sí. Es el propio Fidel, con su genio político y estratégico, quien comprende mejor que nadie la valía de aquel joven de origen argentino pero cubano por convicción.

Al inicio se produjeron días de enfrentamiento terribles para los bisoños combatientes, entre los que se encuentran el combate de Alegría de Pío, donde muchos cayeron y otros fueron prisioneros, pero Fidel estaba vivo y seguiría guiando al resto, dispuesto a dar las batallas imprescindibles para alcanzar lo que el pueblo cubano esperaba con ansia, la definitiva libertad.Se van sumando campesinos y hombres de la ciudad, los que con el ejemplo de los primeros se nutre y se forma el Ejército Rebelde.

Es así, que la Sierra Maestra se convierte en la gran escuela de lucha, incluyendo el combate contra la corrupción, la traición y la cobardía de toda especie, en la que se decantan los hombres y va emergiendo lo más valioso. Muchos fueron las ocasiones en que Fidel y el Che tuvieron que intercambiar opiniones y quizás hasta una que otra discrepancia con relación a alguna táctica a seguir dentro de la estrategia que se perseguía. Existen documentos que confirman esa toma de decisiones sobre si se debía o no atacar una patrulla enemiga o mejor hacerlo a un cuartel, no solo por el número de armas a conseguir, sino también por la importancia o relevancia política del enfrentamiento.

En el Uvero se tiene un ejemplo de lo expresado. Para el Che significó un paso más en su madurez como combatiente y por qué no decirlo, como médico, por la confianza depositada cuando Fidel le ordena conducir a los heridos, curarlos y, lo más importante, defenderlos del ataque enemigo. Sabía Fidel que ya podía confiar plenamente en aquel hombre que había conocido un tiempo atrás.

Siguen tiempos difíciles, la lucha se extiende, el Che es nombrado el primer comandante de la fuerza combativa, ahora se sienten más fuertes y debaten entre ellos las estrategias a seguir. Se crea una nueva columna al mando del Che denominada columna 4 para despistar al enemigo, aunque en realidad era la segunda por no existir ninguna otra organizada. Posteriormente, parten dos nuevas columnas para formar nuevos frentes de lucha, el primero, bajo las órdenes de Raúl Castro, constituyéndose el II Frente y el tercero, dirigido por Juan Almeida; ambos jefes habían demostrado su valía desde el histórico asalto al cuartel Moncada en 1953, en Santiago de Cuba.

En el archivo documental del Centro guardamos celosamente un documento en el que Che hace mención a la idea original que tenía Raúl y él de trabajar juntos en el futuro II Frente, pero finalmente Fidel, al pensar en una estrategia mayor, envía al Che para Minas de Frío, escuela formadora de combatientes, pensando ya en extender la lucha a todo el país. Durante ese tiempo, el lugar les facilitó a ambos el intercambio de cartas y notas sobre disímiles temas.

Son los momentos en que Fidel decide enviar a Camilo, hasta entonces jefe de la vanguardia de la Columna 4, a los llanos de Oriente, en abril de 1958. Según mi opinión, ya Fidel comienza vislumbrar lo que el Ejército Rebelde podía ejecutar fuera de los predios de la Sierra Maestra al haber realizado hazañas decisivas y poner en jaque al alto mando del ejército de la dictadura.

Para mayo de 1958, comienza la ofensiva del ejército enemigo con 10 mil hombres, sin embargo, a los dos meses y medio fueron derrotados con dos mil bajas, entre muertos y heridos. A juicio del Che el ejército «salió con la espina dorsal rota» aun cuando todavía no estuviera vencido; sin dudas, sirvió para desarrollar la estrategia final diseñada por Fidel, en tres puntos claves de la geografía del país: Santiago de Cuba bajo su mando personal, la invasión a occidente, con el Che hasta Las Villas y Camilo hacia Pinar del Río.

La marcha de la invasión se expande desde el 31 de agosto de 1958, ocurriendo una separación momentánea entre Fidel y el Che hasta su reencuentro el 5 de enero de 1959, en el aeropuerto de Camagüey, con posterioridad al triunfo de la Revolución. El Che se traslada en un avión de carga hasta esa provincia donde se efectúa el contacto con el «Gigante» como le llamara Camilo. Para ese entonces, el Che se había convertido en un destacado estratega militar al aplicar lo aprendido, no solo durante la travesía hacia Las Villas, sino por las tácticas empleadas para conducir la tropa bajo su mando en la toma de la provincia, que según cálculos conservadores debía durar un mes y se hizo en apenas unos días.

El 7 de enero ocurre el segundo encuentro en la provincia de Matanzas. Yo no estuve en la reunión, pero ese día sí pude conocer a Fidel, encuentro para mí inolvidable. Después del 8 de enero, día de la entrada victoriosa de Fidel a La Habana, se suceden semanas y meses de intensa actividad y de múltiples acontecimientos de gran relieve para el pueblo de Cuba.

El 17 de mayo se firma la Ley de Reforma Agraria, piedra angular de la Revolución y, ya para el 12 de junio, el Che inicia su primer viaje al exterior donde contacta con los países que conformaban el Pacto de Bandung. Es un recorrido muy especial, previamente debatido con Fidel por su importancia estratégica dentro de la política exterior de Cuba, teniendo en cuenta el aporte decisivo de esos países en la Asamblea General de la ONU si se producía una agresión de fuerzas contrarias al ejemplo que emanaba de la Cuba revolucionaria.

Fuimos, sin dudas, un faro para los luchadores de Nuestra América, pero también el enemigo aprendió las lecciones. La oligarquía nacional abandonaba la Isla con la esperanza quizás de que, en el transcurso del tiempo y derrotada la Revolución, pudieran volver a recuperar los bienes expropiados y seguir explotando al pueblo, una parte que ni siquiera sabía leer y escribir. Con esa lección por delante, las oligarquías y las burguesías latinoamericanas se han mantenido en sus respectivos países como fuerza de contención ante cualquier manifestación de rebeldía.

Ejemplos recientes se han visto en Venezuela, Ecuador, Paraguay y otros países, donde apoyados por el imperialismo norteamericano, han ejecutado golpes de estado e intentos de atentados contra sus presidentes con el intento de frenar las ansias libertarias de los pueblos.

Los primeros años de revolución presentan serias dificultades internas. En 1961, mientras nos enfrascábamos en eliminar el flagelo del analfabetismo, bandidos pagados por el enemigo se alzan en algunos parajes del territorio nacional, los que fueron eliminados por el pueblo armado, convertido en aguerridos milicianos, quienes junto a al Ejército Rebelde lucharon para no dejarse arrebatar las conquistas alcanzadas. De igual forma, en ese período surgen manifestaciones de sectarismo, donde un grupo de hombres que creíamos confiables quisieron arrebatar el poder que se había conquistado. Sin embargo, imperó la unidad de las fuerzas revolucionarias con el tesón y el carisma personal de Fidel, y donde, por supuesto, el Che se destaca por sus análisis y posiciones críticas.

Para 1962 la lucha continúa, solo que esta vez cobra dimensiones superiores al estallar la denominada Crisis de Octubre, conocida también como crisis de los mísiles. Para el Che fue un momento singular, con huellas indelebles, sintetizadas en su carta de despedida y leída por Fidel en la constitución del primer comité central de nuestro partido:

«He vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días […]. Pocas veces brilló más alto un estadista, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.»

Unido a ese gigantesco esfuerzo, Fidel, en múltiples ocasiones, ha explicado cómo enfrentamos tareas inmensas para barrer el pasado y construir una nueva sociedad. En el caso particular del Che, ha expuesto cómo ejerció diversas funciones y cada vez que hacía falta un hombre para un cargo importante siempre estaba dispuesto a realizarlo. Lo cierto es que, en todo el tiempo transcurrido, los que tenemos el deber de respetar y admirar esa unión de pensamiento y de ideas, entre estos hombres que nunca podremos separar, debemos imaginarnos, por intermedio de las fotografías compiladas, la empatía que se respira y la sugerencia de los que se conversa en tono íntimo y muy personal.

De igual modo, así lo deja plasmado el Che en su carta de despedida, cunado partió para solidarizarse con la lucha de los pueblos africanos: «Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti.»


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