El arte de Tiffany


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A finales del siglo XIX la economía norteamericana vio un periodo de especial prosperidad, célebres multimillonarios como los Vanderbilts, los Astor, los Goulds y los Morgan, adoptaron las últimas modas europeas y asumieron el estilo Art Nouveau como forma de expresión: la joyería y los objetos artísticos, realizados fundamentalmente en cristal, tuvieron una extraordinaria acogida entre la clientela dada a los lujos y refinamientos.

Los artistas adoptaron también los nuevos estilos y viajaron a Europa en busca de inspiración, Louis Comfort Tiffany (1848-1933) pasó una temporada en París con Leon Baily entre 1868-69, lo que le hizo reconocer sus incapacidades para el arte de la pintura y decidirse por la decoración y las artes aplicadas. Alrededor de 1879 su creatividad se regodeaba en este campo, pero su absoluta supremacía fue reconocida, definitivamente, entre 1882-83, cuando se le encomendó la decoración de una parte importante de la Casa Blanca.

Algunas de las producciones de Tiffany, como por ejemplo la de “cristal favrile” de 1895, fueron directamente a los museos, otras se destinaron exclusivamente a exposiciones internacionales o se ejecutaron por encargo de importantes personalidades o instituciones. Vajillas, escribanías, juegos de tocador, juegos de cubiertos, se distinguieron por la calidad, la técnica depurada y la riqueza de expresión. Los escudos y monogramas de los demandantes formaban parte, o eran protagonistas, de los exquisitos decorados.

Su producción comercial se insertó en el gusto del gran público como sinónimo de buen arte, un arte dirigido a entrenar la sensibilidad en busca de la exquisitez y la armonía. Las piezas de Tiffany, todas amparadas por su marca, se han desplegado por el mundo y son sumamente apreciadas por estudiosos y coleccionistas. Cada persona o museo que posea un Tiffany, está teniendo una joya.

De Tiffany se ha escrito mucho, como todo gran artista tuvo detractores, como todo gran hombre también fue incomprendido, pero su grandeza en conocimientos y logros superó estos escollos. Se argumentó que no poseía el mérito de inventar ciertas técnicas o decoraciones y en alguna medida esto podría ser cierto, muchos de los métodos o procedimientos empleados en las manifestaciones del arte ya habían tenido sus momentos de desarrollo en la antigüedad y la Edad Media. Louis Comfort Tiffany, en verdad, se apropió del emplomado, el camafeo y el millefiori para reinterpretarlos y ubicarlos en el contexto del Art Nouveau, con un lenguaje moderno y completamente en concordancia con los requerimientos estéticos de esos momentos. Sin embargo, es imprescindible destacar que, en más de 50 años de actividad creadora, Tiffany demostró ser uno de los artistas más versátiles e innovadores de todos cuantos han tenido la valentía de incursionar en las artes decorativas. Su extensa obra como decorador de interiores, sus diseños para joyas, cerámicas, vidrios, lámparas en vitral y los fabulosos vidrios constituyen su legado.  

En constante búsqueda de su ideal estético, se nutrió de los más disímiles procedimientos, creando un arte nuevo. Su admiración por la vidriería de la Edad Media lo condujo a ejecutar paneles y lámparas en cristal emplomado. De sus investigaciones de la arquitectura religiosa del Gótico derivaron los experimentos para lograr composiciones muy originales uniendo mediante plomo, cobre y estaño, distintos tipos de cristales, con infinidad de colores y texturas. Fue entonces que surgieron los paneles y las múltiples lámparas que lo hicieron famoso por siempre.  

La “Wisteria”, su lámpara más conocida fue diseñada en 1892 para decorar la Casa Blanca, registrando su producción comercial entre 1899-1925, actualmente es catalogada como pieza de colección altamente valorada. Siempre es gratificante apreciar este ejemplar, que reproduce magistralmente la planta trepadora y nos devuelve sus inflorescencias en colores sorprendentes.

Según las crónicas sociales contemporáneas “en ninguna casa bien decorada podía faltar una lámpara Tiffany’s”, lo que propició una producción enorme y de diversa calidad. Las primeras lámparas se exhibieron en 1893 en el “Edificio de la Mujer”, en la Feria Mundial de Chicago. A partir de 1895 cientos de miles de lámparas eran encomendadas y vendidas, los clientes seleccionaban las pantallas, las más caras eran exquisitamente elaboradas y estaban concebidas en estilo naturalista. Libélulas (símbolo del Art Nouveau por excelencia), plantas acuáticas, mariposas, paisajes, brillaron entre gemas multicolores en una explosión de color lograda por la intensidad de la luz eléctrica detrás de los cristales. La base se escogía por separado, lo que propiciaba la exclusividad de la lámpara y los precios rondaban los 650 dólares.

Por su parte, la lámpara “Lily”, más sobria, imita la planta. Los lirios en flor y los botones, de una delicadeza singular, destellan la luz en tonos dorados. Su fecha de producción se reconoce desde 1910 reproduciendo variedades de la planta en diferentes medidas y número de luces. 

Tiffany no sólo fue un artista, entendido en el amplio sentido de la palabra, fue un hombre de sensibilidad profunda, con una extrema agudeza para captar los detalles, a veces los más imperceptibles, esos que podrían elevar una sencilla pieza a categoría de objeto artístico. Las plumas del pavo real, la lava del volcán, las piedras, tales como el ágata y el mármol o las texturas corroídas de los vasos antiguos, se convirtieron en motivo decorativo de piezas exclusivas, pero el más conocido y popular es el “cristal favrile”.  

El 13 de noviembre de 1894 se registró el término “favrile”, derivado de la palabra inglesa “fabrile”, que significa artesanal, el término se extendió posteriormente a la creación de vidrios, cerámicas y esmaltes. Este tipo de piezas fue acogido inmediatamente, debido no sólo al alto nivel artístico, sino también a la calidad y los precios. La cerámica podía comprarse entre 10 y 100 dólares, los esmaltes de 10 a 300, por su parte los cristales se vendían en un rango de 25 a 400 dólares, indicando no sólo el buen gusto de los consumidores, sino también su poder adquisitivo.

El “cristal favrile” fue, en realidad, quien le dio renombre al término, por lo novedoso en su presentación. La producción del primer año fue directamente a los museos y a partir de 1896 fue vendido al público, conformando el patrimonio de miles de personas en todo el mundo. En este caso Tiffany se inspiró en los vidrios antiguos, procedentes de excavaciones arqueológicas, que tras el proceso natural de calcificación adquieren una apariencia tornasolada. Luego de numerosos experimentos lo consiguió de forma artificial, adicionándole humos ácidos a la composición del cristal y logrando esas enigmáticas piezas de apariencia metálica, con multiplicidad de tonos, que van desde el oro hasta el violeta. Conjuntamente con la variación de formas, que propicia el proceso de soplado, este efecto hace que cada objeto sea distinto a los demás, que cada ejemplar sea único. Con una producción anual de hasta 20 000 vasos y cristales decorativos salieron al mercado toda suerte de piezas, con carácter funcional o suntuario, conformando un universo irrepetible en “cristal favrile”.

Desde 1890 Tiffany se apropió de la técnica “millefiori”, una de las más enigmáticas de la historia del cristal. Las varillas de vidrio que conformaron los entramados de flores en los pisapapeles de Baccarat, Saint Louis y Clichy a mediados del siglo XIX, son retomadas ahora por el genial diseñador para presentarlas en los “Paperweight” (Vasos Pisapapeles), creando una sorprendente decoración floral atrapada entre dos estratos de cristal. La técnica de Tiffany es mucho más refinada, con una inusual destreza para recrear jardines y estanques de plantas acuáticas, un verdadero lujo que ningún otro artista del vidrio ha tratado de imitar.

El Museo Nacional de Artes Decorativas atesora una colección importante de piezas creadas en los talleres de Tiffany. Lámparas y cristales pueden ser apreciados por el público en la Exposición Permanente Art Nouveau-Art Deco. A lo largo de 56 años de existencia de nuestra institución se han presentado exposiciones monotemáticas o inclusivas donde las creaciones del insigne artista han ocupado un lugar relevante. Caben destacar juegos de tocador, juegos de cubiertos, vajillas, utensilios y piezas decorativas, que en el presente nos enorgullece salvaguardar como testimonio de un arte exquisito.   

El nombre de Louis Comfort Tiffany está indisolublemente ligado a la historia de las artes decorativas. Cuando se pretende hacer referencia a la creatividad, la imaginación y la belleza hay que remitirse, con convencimiento, a este artista, que supo adentrarse en los requerimientos del diseño moderno, sin soslayar la herencia del arte universal.

 

 


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