El público escolar del museo: retos y desafíos para una comunicación más desarrolladora


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¿Alguna vez Ud. ha reflexionado en las características del público que recibe en su museo, y en cómo debe dirigirse a él? Seguramente que sí. Pero cuánto de científico tiene ese hecho. Cuánto de teoría alberga estudiar con paciencia y detenimiento al visitante, para luego, a partir de los resultados obtenidos, presentar y comunicar, con más rigor y mejores cartas profesionales, las colecciones de la institución. ¿Acaso se ha comunicado con el mismo dinamismo – independientemente del público en cuestión – las piezas que conforman el patrimonio del museo? Tal vez sí; tal vez no. Para saberlo solo basta en detenerse a pensar si como especialista en museología hurgo constantemente en modos distintos de comunicar las colecciones. Y tales modos significan que soy un verdadero hacedor de estrategias comunicativas que permitan visibilizar, a través de ellas, una historia totalmente nueva y conmovedora. Si como especialista del museo, aunque el lenguaje empleado sea diferente, más amoroso – cuando se trata de un público infantil, por ejemplo –, mantengo una dinámica de narración epidérmica de lo que contiene el museo, no estoy agotando todas las posibilidades interpretativas de las colecciones que presento y comunico.

Es preciso, por tanto, que el especialista, encargado de mediar entre el patrimonio y el público, conozca bien de cerca a su audiencia, la caracterice y estudie a fondo sus particularidades – además de que adopte o cree sus propias técnicas para presentar y comunicar el patrimonio museal –. De acuerdo con las características identificadas se deben seleccionar las técnicas de comunicación más adecuadas para que el público pueda apreciar otros valores de los hechos patrimoniales. Si se emplean debidamente podrán incidir de manera positiva en los visitantes, y los ayudaríamos a que elaboren sus propios significados e interpretaciones.

Dicho esto, invito al especialista del museo a investigar acerca de las características de un público especial: el escolar que asiste a nuestras instituciones para que, por medio del análisis y la comparación, identifique qué finalidad está más a tono con ese segmento de público. Y a partir de ellas, pueda conformar la estrategia más indicada en función de presentar y comunicar los distintos valores y significados del patrimonio atesorado en el museo.

Primero centraré la atención en el especialista de estas instituciones. Luego me referiré al museo en sí mismo, antes de abordar el eje central del escrito: el público específico al que se hizo referencia. El especialista del museo debe ser considerado como un animador, guía y mentor; una persona fundamental en el desarrollo de esta institución – porque hasta el momento, el museo se constituye a partir de lo que seamos capaces de aportarle en aras de la presentación de una adecuada imagen de él. El especialista y el público hacen de la institución lo que es realmente. Es tarea del especialista enriquecerse con cada una de las visitas dirigidas, y ser menos un funcionario más, depositario en el público de la historia de las piezas allí conservadas. ¿En función de quién?: de las necesidades culturales del visitante.

Aquí quiero hacer una aclaración para argumentar lo siguiente. No es preciso explicar, al efecto de este escrito, los avances y la posición que ocupa en el mundo las nuevas tecnologías y el desarrollo que ha traído consigo. Ese punto está claro. Ahora bien, un usuario común puede acercarse, por medio del Internet, a la historia de un museo (incluso existen los llamados museos virtuales, las exposiciones en esta plataforma, las distintas páginas de esas instituciones en las redes sociales, etc.). No se trata de que el visitante vaya al museo a conocer lo que pueda aprender de él por otros medios. No. se trata de que el especialista pueda ofrecerle una experiencia totalmente distinta, inigualable, a la que él podría imaginarse. (El museo no debe convertirse en el lugar ideal en el que reposan las colecciones, o que es lo mismo, lo más valioso del patrimonio; sino en el espacio por excelencia para que el visitante experimente nuevas sensaciones a través de la apreciación de expresiones fidedignas de otras formas de vidas, más lejanas en el tiempo y correspondiente a una época distinta del momento actual, inexiste por leyes del tiempo). Por ello, el especialista de estas instituciones debe “aprender sobre lo aprendido”, y no aplicar siempre el mismo método para trasmitir la historia de las colecciones al público.

Debe interiorizar también que su presencia no estriba únicamente en ofrecer una visita dirigida con excelencia – como siempre se hacen en todas nuestras instituciones museales, y son importantes también – sino que su función desempeña un papel clave en la creación de un ambiente positivo para el aprendizaje desarrollador de los visitantes, al ayudarlos a enriquecer sus experiencias, y motivarlos para que regresen, incluso para que hablen del museo a otras personas. El público siempre está dispuesto a aprender y a conocer algo nuevo y atractivo. Es esa atracción la que el especialista debe crear, sin dejar por sentado que existe en el propio objeto exhibido. La verdadera atracción museal no está en el objeto en sí, sino en la forma en que se presenta, se visualiza y se comunica ese objeto. El museo, como una novela, es una gran narrativa, en donde un hecho trivial puede convertirse de repente en algo verdaderamente fascinante, y esa labor, le compete al especialista del museo.

No es menos cierto que el museo en sí mismo se vale de sus colecciones para ser atractivo al público, pero más atractivo sería si comunica a través de la interpretación que pueda hacerse del contenido del patrimonio al público. ¿Pero cómo exhibir desde el contenido y no de la colección misma? El museo debe componerse y ramificarse de varias propuestas de montajes de exhibiciones seductoras al público, cuya esencia radique en la manera en que son presentadas e interpretadas. Para ello, es necesario definir criterios y objetivos que partan de estrategias comunicativas derivadas de la planificación, la investigación, los trabajos de mesas, la gestión interna, etc. Se tratan de actividades válidas, y más que necesarias, vitales en la preparación y diseño de una nueva presentación museográfica.

Al respecto, y si el escrito lo permite, relato un reportaje televisivo que me llamó mucho la atención, realizado al director de un museo – no importa cuál. Él junto con su equipo de trabajo organizaron la museografía de su institución de una manera diferente a la tradicional: las colecciones del museo fueron pensadas en función del visitante. Se adoptó así un montaje temático que lograra conectar directamente con el visitante. Con ello, se consiguió destacar el significado y los valores de las colecciones y su aprehensión por parte del público. Los especialistas del museo pensaron, en este caso, que es mucho más conveniente ir de la epidermis museológica a la dermis museográfica; husmear entre líneas para realizar una lectura incitadora de la interpretación y a la reflexión del pensamiento del público.

El museo hoy está en la obligación de evaluar cómo agrupar en torno suyo otros procederes del campo que le permita obtener miradas distintas de su trabajo museológico y museográfico. Una vía para ello es examinando su matriz DAFO, así podrá reconocer cuáles son sus fortalezas y cómo disponerlas adecuadamente en función de sus proyecciones futuras. De esta forma, sería capaz de identificar sus oportunidades de atracción para el público. Además, el ejercicio le serviría también para sobreponerse a las posibles debilidades detectadas, y corregir aquellos elementos que podrían estar influyendo desfavorablemente a favor de su línea de desarrollo o proyección inmediata.

Los especialistas de estas instituciones deben dialogar más a fondo en torno al nuevo tipo de museo, aquel que no se enclaustra en una edificación, sino que vislumbra un diseño con miradas al futuro, apestando por la creación y la inventiva de sus especialistas. Es preciso que el museo tradicional (constituido por una colección, un edificio y un público) presente el patrimonio del hombre desde la comunidad y volquee sus saberes en función de que el público descubra, mediante conexiones e interrelaciones con los bienes materiales e inmateriales (expresados como soporte de la cultura humana), los hechos de la propia historia de sus semejantes.

Hoy por hoy el público continúa visitando al museo y lo ve como un lugar definitorio en la esencia de ser de la sociedad. Un paso positivo, a mi juicio de nuestra museología es que actualmente los museos, sin dudas, son sitio de aprendizaje constante en el que existen las denominadas aulas museos, y con ellas, me adentro a fondo en el tema central del escrito: el público escolar del museo. A las aulas museos asisten hoy alumnos y estudiantes de diferentes niveles de enseñanza: media, básica, incluso la superior. Las actividades desarrolladas en ellas están dirigidas a reforzar los estudios de los niños y jóvenes, por lo que son parte de su currículum base. Con la existencia de estas aulas, la museología apuesta cada vez más por la inclusión, así como la formación y el desarrollo de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. De ahí se hayan detenido en cavilar su futuro.

La contribución que hace el museo desde estas aulas al enriquecimiento de valores aprehendidos en las escuelas, como formas de la proyección educativa desprendida de su visita, constituye una de sus dimensiones más significativas ya que, con la presencia del alumno, el museo se convierte en objeto de estudio y de aprendizaje. Como parte de ella, el museo debe tener incorporado sus propios procedimientos de visualización de su contenido al público escolar de una forma dinámica y acogedora. Por lo que la enseñanza que genera en sus instalaciones es una enseñanza de apoyo a las materias escolares; pero también de profundización en el conocimiento del patrimonio, la historia y el papel del museo en la sociedad, entretejidas con la recreación y el esparcimiento cultural.

Para hacer un buen uso de ellas, y de manera general, del museo, es preciso ahondar bien de cerca en las características del público escolar. Por medio de la aplicación de la técnica científica como la observación, así como de la recopilación de la información y su análisis, el especialista puede llegar a conclusiones específicas sobre los intereses de los escolares, y preparar mediante esta vía, una mejor exposición de su contenido. Además, es posible interiorizar en de formas de conductas distintas que responden a las siguientes categorías: un “público escolar imaginativo que opina”; “un público escolar analítico y, por consiguiente, asimila” – independientemente de que todos los públicos aprendan de la visita realizada al museo – ; “un público escolar convergente y de sentido común”; así como uno “adaptable y dinámico”, y otro que tal vez no exprese mucho sus sentimientos.

Estudios al respectos (Mc McCarthy & Pitman - Gelles (1989) in Durbin (1996), apud, Patrick, Boylan, y Woollard, Vicky, 2006: 11) han demostrado que el público escolar imaginativo, aprende a través de la audición y el intercambio de ideas con los demás; percibe la información de manera concreta y se toma tiempo para reflexionar; se interesa por sus semejantes y la cultura. Es un público que opina y cree en su propia experiencia – lo que es muy válido. Se destaca en la visualización de situaciones concretas bajo perspectivas múltiples, y se inspira en aquello que respeta. Sus preguntas favoritas son: ¿Por qué, o por qué no?

El público escolar analítico que asimila aprende a través de la reflexión teórica; percibe la información de manera abstracta y la trata de manera reflexiva. Se interesa más en las ideas que en las personas: critica la información y recopila los datos. Es meticuloso y habilidoso. Su pregunta favorita es: ¿qué…?

El público escolar convergente de sentido común aprende por medio de la verificación de lo que se comunica. Percibe la información de manera abstracta y lleva a cabo la experiencia activa. Se apodera de datos factuales para formular conceptos elaborados, necesita experiencias táctiles, les gusta resolver los problemas, limita los juicios a las cosas concretas, es interactivo, necesita saber de qué forma aquello que se le pide que haga le ayudará en verdad. Su pregunta favorita es: ¿cómo funciona esto?

Por último el público escolar adaptable y dinámico necesita saber lo que puede hacer con una cosa, aprende a través de la experiencia y el error, y el descubrimiento por sí mismo. Percibe la información de manera concreta; se adapta al cambio y prefiere lo variado. Tiene la tendencia de correr riesgos. A menudo llega a una conclusión precisa sin que exista justificación lógica. Su pregunta favorita es: ¿en qué puede convertirse esto?

Como se aprecia: ¿qué; cómo; en qué; por qué…? son interrogantes distintas. Públicos distintos dentro de un mismo segmento, el escolar. Lo cual quiere decir que, si se utiliza la misma técnica comunicativa para la mayoría, muchos se sentirán totalmente atraídos mientras que otros tal vez no logren penetrar en la esencia y los valores que el especialista del museo intenta trasmitirles. He aquí el verdadero reto y desafío para una comunicación más desarrolladora con el público escolar.

Por otra parte, no es lo mismo que el infante vaya a un museo en calidad de “escolar” como de “visitante espontáneo”; es decir, que haya decidido por él mismo o motivado por un adulto. Conviene destacar, en este sentido, que el psicólogo y profesor norteamericano Sam Ham, en sus estudios sobre psicología cognitiva, plantea que hay dos tipos de público: el “no cautivo” y “el cautivo”. El primero se refiere al público escolar que se encuentra disfrutando de su tiempo libre (puede ser en su periodo vacacional o en los fines de semana), y por tanto no es cautivo: no está obligado a prestar atención a algo en particular. Mientras que el cautivo es aquel que asiste al museo según orientaciones de sus maestros, y responde a las exigencias propia de la escuela. El museo, en este caso, le sirve como un salón de clase en el que el alumno va a reforzar su conocimiento ya aprehendidos, o a aprender algo nuevo. Según el experto, no se trata de una actividad física sino psicológica es el estado mental de las personas lo que las hace cautivas o no cautivas. Ello es también parte de ese gran desafío y reto para la interpretación del patrimonio dirigida a estas edades: captar la atención del público, mantener su atención, lograr que entiendan lo que se les cuenta, y que sientan un interés “personal” por ello (Ham, Sam, 1992, 2005, apud, Miranda, Morales, 2008: 8).

Como conclusión, el museo se ramifica hoy día de múltiples variantes y formas en la que sus profesionales deben conocer cuál es la mejor manera de presentar y comunicar el patrimonio cultural atesorado en estas instituciones, sobre todo si se trata de afianzar valores en el público escolar. Es importante, en este sentido, que el especialista del museo esté a tono con las necesidades de ese público, y que conozca que existen escolares que prefieren el trabajo en grupo, y otros las tareas individuales. Unos aprenden y se divierten descubriendo, mientras que otros necesitan de una orientación. Como consecuencia, el especialista del museo debe incentivar en el público escolar un espíritu descubridor y emprendedor, a través de un sistema de actividades que incidan de manera desarrolladora en él, y que incluyan la atención a las diferencias individuales para así trasmitirle la diversidad de formas y conceptos del patrimonio del museo. El trabajo en el museo no solo se suscribe a las colecciones y al hecho de contar la historia que atesora la institución; sino en – y cierro el escrito como las pregunta de los niños – cuál o cómo es la mejor manera de hacer visible el patrimonio, de forma tal que llegue a todos por igual y con el mismo interés y agrado.

 

Bibliografía:

  • Ham, Sam H. 1992. Interpretación Ambiental. Una Guía Práctica. North American Press, Colorado.
  • Ham, S.H. 2005. “Audiencias cautivas y no-cautivas. Un relato de cómo llegué a esa idea y a qué me refiero con esto”. Boletín de Interpretación número 13:2-4. Asociación para la Interpretación del Patrimonio, España.
  • Ham, S.H. 2006. “La psicología cognitiva y la interpretación: síntesis y aplicación”: Boletín de Interpretación número 15:14-21. Asociación para la Interpretación del Patrimonio, España.
  • Morales, J. 2008. “El sentido y metodología de la Interpretación del Patrimonio”. En: Mateos Rusillo (coord.), La comunicación global del patrimonio cultural, Gijón: Trea.
  • Santos Patrick, Boylan, y Woollard, Vicky. 2006. “Para Ud. el instructor: comprender la enseñanza y el aprendizaje” (pp.:7-14), apud, Cómo administrar un museo. Manual instructor. City University London. PUBLICACIÓN: UNESCO 7, place de Fontenoy 75352. Paris 07 SP Franci.

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