Hace más de un siglo la creación Vitier agasaja al mundo su patrimonio, frases ornamentadas  recuerdan al hombre motivos vividos en libros, partituras, figuras, hechos y sonidos. Todo posible por el aforo y la sensibilidad innata de una obra atractiva que llega a lo más hondo del alma que la recibe.

Gracias a su vasto imaginario artístico, a su capacidad, a su formación y la preocupación de sus parientes, maestros —de los cuales habla con mucho orgullo—, de grandes músicos asociados y otros que acompañaron y acompañan su pasiones y aciertos, José María Vitier ha devenido continuador de una tradición familiar que lega a la cultura musical cubana una maravillosa composición con gran apego a lo nacional.

…yo creo que la música es un arte poético…

Así define el autor y por ello su obra es tributo a ese don con el que se recrea poniendo melodía al verso de grandes poetas, adiestramiento que también se   agradece a lo aprehendido de la raigambre trovera. Ejemplos de ese apego son la paráfrasis musical que enarbola el poema Amor de Cintio Vitier y los motivos musicales resueltos que complementan la poesía Sólo el amor de Fina García-Marruz. La sinergia resultante de la plática entonada entre padres e hijo alcanza impresiones que atrapan y permanecen.

El respeto y admiración al gran músico y hermano Sergio Vitier es una constante en su quehacer musical. Reconoce y asimila patrones ideo-estéticos muy importantes de la impronta Vitierana, a la que la labor creadora de su hermano aportó sin límites. Otra voz vital en la obra de José María pero esta vez de mano femenina la recita Silvia Rodriguez Rivero, madre, esposa, amiga, compañera, artista e inigualable productora de su obra.

  …”el amor entre Jose y yo nos ha abierto muchas puertas”…

Dicha conciliación artística y espiritual ha creado ideas divinas, textos de Silvia musicalizados por su esposo inspirados en querer hacer y agradecer a la Virgen de la Caridad del Cobre, acto de padres envueltos en triste episodio y necesitados del consuelo en signos, exégesis y plegarias de lirismo musical indescriptible que reflejan lo vivido. La Misa Cubana es obra de gran factura, oportunas texturas y combinaciones de franjas rítmicas y melódicas que sin perder la sintaxis musical impulsan el discurso lleno en cubanía que persigue su autor.

Su “obra de autor para cine” de evidente programatismo, comprende reinventar continuamente escenas y efectos, recursos al servicio de un producto al que el autor llama “cine de personalidad definida”. El compositor sintetiza y cristaliza la estética musical de nuestra cinemática, se preocupa por transmitir el universo semántico que todos esperan en cada “encargo” audiovisual, labor que considera rampa de ascenso, desarrollo de conocimiento e interacción.

¿Cómo lograr una locución cargada de expresiones repentinas? Esa es una misión que Vitier aprecia, domina y transmite. El tratamiento especial del discurso melódico cargado de sensaciones dramáticas barrocas a cargo de intervalos de segundas que ilustran a la Sofía del Siglo de las Luces o la búsqueda de la catarsis en tensiones armónicas, el reconocimiento de la verdad mediante cadencias en escenas de encuentros y despedidas del audiovisual Fresa y Chocolate son sensaciones capaces de generar determinados estados de ánimo, de intensificar nuestras emociones y vivencias y de transportarnos a otros lugares y dimensiones. Esta obra es, sin dudas, de las más sugerentes creaciones de la isla.

José María Vitier, compositor e intérprete extraordinariamente humanista, de obra sincera y exquisita poesía entonada, con gran vehemencia adora y protege a su hija, Cuba.