Cuando dos más dos es once y un concierto (+ Videos)


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Chucho poeta del piano y Patricia Sosa una voz apasionada. foto: Gustavo Rivera

Los calores de este mes de agosto siguen siendo intensos. Tal parece que la lluvia se ha olvidado de esta ciudad, de estas tierras. Las noches de este agosto son tan calientes que la brisa del malecón habanero se torna pesada, casi gris. Son los efectos del cambio climático.

Ha pasado un año exactamente desde que Chucho Valdés se presentó en estas tierras. Fue el segundo sábado de agosto y hacía tanto calor como ahora. Aquella presentación fue solo acompañado de su piano.  El público estaban sus seguidores de siempre y los que suelen sumarse cada día en la medida que descubren su maestría y su cubania; dos elementos que sumados le equiparan con la genialidad. Chucho es todo un poeta del piano y como le ocurre a todos los poetas sus versos se enraízan en la cotidianidad, sin importar lo complejo del lenguaje que se use.

Chucho Valdés, Gran Teatro Alicia Alonso, agosto 2017 concierto solo de piano. Foto: Gustavo Rivera

Chucho Valdés, Gran Teatro Alicia Alonso, agosto 2017 concierto solo de piano. Foto: Gustavo Rivera

Es el segundo sábado de agosto. Hace más calor que el verano pasado, solo que esta vez una fina lluvia humedeció algunas zonas de la ciudad. En los portales del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso hay una gran cantidad de público; tal vez más de los que se admita en su rojo lunetario. Todos quieren ser testigos del acontecimiento, contar a sus conocidos que pasó esta noche.

Foto: Gustavo Rivera

En el lado izquierdo del escenario está el piano; el mismo piano en el que estampó su nombre hace más de un lustro. Un piano que sabe comunicarse conmigo, como dijo en cierta ocasión. Le sigue el bajo, en el centro posterior el set de percusión: batería y congas más algunos elementos. A la derecha sitial para guitarra.  Un micrófono en el centro recibe toda la atención lumínica. Los aplausos de los presentes anuncian que el show ha de comenzar.

Chucho Valdés.Foto: Gustavo Rivera

Luz sobre el piano esta vez. Las largas manos de Chucho acarician las teclas. Silencio total. El músico se inspira y sus gestos son acompañados por el tamboreo masivo de los presentes imitando el recorrido de sus manos. Comienzan los músicos a ocupar su lugar ante sus instrumentos. Ahora es una descarga conocida, un estándar como le llaman o un cover -nombre de  moda para los clásicos del jazz o de la canción-; algunos presentes se enajenan al calor de la música y las notas. Recuerdan momentos vividos donde Chucho y su música son protagonistas. Esta vez nos regala Caravana y Scherezade

Chucho Valdés toma el micrófono y se acerca al público. Hace un breve recuento del tiempo pasado desde la última vez que estuvo entre nosotros y en sus palabras introduce a su invitada de la noche. Resulta curioso que sus últimos discos donde invita a cantantes estas sean mujeres. Así ocurrió con Omara Portuondo, lo mismo que con Concha Wika. Ahora toca el turno a la argentina Patricia Sosa que sale al escenario dejando un rastro de nervios antes de fundirse con su anfitrión en un abrazo.

Patricia Sosa. Foto: Gustavo rivera

Lo que ocurre siempre en estos casos. Agradecimientos y el placer de cantar para este público, uno de los más difíciles, según sus palabras. Me reconforta como nos valoran en otras latitudes. Debe ser por la cantidad y calidad de música y músicos que estas tierras han dado al mundo.

 

Patricia Sosa es una mujer hermosa. Canta con soltura mientras Chucho y sus músicos le acompañan. Hay oficio en todos ellos. El mejor estado de un músico es en un escenario tocando lo que le gusta y pasándola bien; me había dicho hace unos años un gran amigo músico. No se equivocó en su juicio.

El repertorio es más que cuidado. Son todas canciones que el público conoce. Canciones que no parecen pasar de moda. Canciones de siempre. Solo ha cambiado la forma en que se ejecuta la partitura. Para Patricia es una novedad en su repertorio, pero se siente cómoda; a fin de cuentas la buena música y las canciones bien hechas se aprenden desde la cuna; no importa de dónde sean.

Hora de jugar al duro. De subir las expectativas. En escena entra Omara Portuondo, la diva como algunos le llaman; aunque para mi sigue siendo simplemente Omara. Acordes de piano que cortan los aplausos. Luz debida y un duo inusual, no previsto en el disco de marras. Dos gardenias; Isolina Carrillo no pasa de moda. Chucho bien lo sabe pues ese fue uno de los primeros temas con los que se le conoció como pianista acompañante. Eran los años sesenta.

Foto: Gustavo Rivera

Obligado en Omara: Veinte años. Coro masivo. Público en pie. Apoteosis. Moneda devuelta. La Sosa canta un clásico argentino: Alfonsina y el mar. Piano que murmulla. Algunas lágrimas contenidas. Aplausos y luces que se nos pierden.

El público como las penas del cantante se agolpa para abandonar el teatro. Van en busca del preciado autógrafo. Afuera el calor se hace intenso, regresan las gruesas gotas de sudor. Este agosto es más caliente que el del año pasado, comenta alguien.

No le falta razón. Chucho volverá nuevamente en agosto, el segundo sábado, y aquí le estaremos esperando sin importar las veleidades del clima.


1 comentarios

Idelsis Gallardo
15 de Agosto de 2018 a las 16:24

Gracias Emir por estas notas, gracias a Cubarte y a su equipo por la selección y edición del material, gracias al maestro Chucho por su virtuosismo y haber encontrado a esa maravillosa voz de Patricia, a los músicos y gracias a nuestra Omara de siempre a todos por regalarnos una noche perfecta.

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