Palabras pronunciadas en la inauguración de la exposición «“El deber de volver a empezar”. 65 años del Premio Literario, de la editorial y de la revista Casa de las Américas»
1.
En Salem, para animar su corazón, la Tituba de Maryse Condé «encerró» a su Barbados en un bol de agua. Le cupo entero: «con la marejada de los campos de caña de azúcar y las olas del mar, los cocoteros inclinados sobre la playa y los almendros (…) cargados de frutos rojos o verde oscuro».[1] Se trata de un cuadro perfecto para narrar el suceso creativo. La creación como búsqueda y necesidad. La creación en su capacidad dilusiva del espacio físico. La creación en su demanda doble de corporeidad y animismo. Una isla del Caribe oriental que se mueve en el fondo del agua de un bol no es, simplemente, un gesto de la imaginación. Es un acto de fundación.
¿Se puede «encerrar» a un país en un bol de agua?
¿Puede una Casa respirar a un Continente?
Quizás, pero primero hay/hubo que fundar.
2.
En el libro de memorias Casa de las Américas. 1959-2009 se lee: «1960. Año de fundaciones, en él nacieron varios de los símbolos que han acompañado e identificado a la Casa hasta hoy: el Premio Literario, la revista Casa de las Américas y la editorial».[2]
Resulta conocida la manera en que se conectan los diferentes proyectos y ampliaciones institucionales de la Casa. Ello se resume en dos ideas, las cuales se enriquecieron como método y práctica: la primera, en la mayoría de las ocasiones se nombra lo que ya existe; la segunda, una acción lleva a la otra.
Entre las tempranas expresiones de esos vínculos se encuentra la relación entre el Premio y la editorial. Al entregarse por primera vez el galardón –conocido en sus inicios como Concurso Literario Hispanoamericano– surge la necesidad de publicar los libros premiados. Es admirable la rapidez con la que, bajo el liderazgo de Haydee Santamaría, se emprendían cambios en la Casa que casi de inmediato se veían desbordados por nuevas transformaciones.
En carta enviada por Haydee a uno de los ganadores del primer Premio, el argentino Andrés Lizarraga, apenas un mes después de definirse el dictamen del jurado, le escribe:
La publicación de su obra se hará junto a las demás obras premiadas en una edición popular de 5000 ejemplares que serán distribuidos por toda América. Pensamos que dicha edición esté lista para fines de abril a más tardar, por lo cual necesitamos urgentemente una copia revisada de «Santa Juana de América» con las indicaciones tipográficas que usted estime conveniente.[3]
En septiembre del propio 1960, apareció en la revista mensual ilustrada INRA una entrevista realizada por Edith Depestre a Haydee. En ella, cuando transcurre el noveno mes del año, la fundadora de la Casa afirmó: «Acabamos de editar las cinco obras premiadas que pueden adquirirse en todas las librerías del país».[4]
Dos meses antes se publicó el primer número de la revista Casa de las Américas. Se presentaba a sí misma como «una esperanza, incierta y riesgosa de la posibilidad de cambiar la realidad» y reconocía la existencia de América en la demostración de «que la utopía puede hacerse real, y que por tanto la Revolución no es una falacia».[5]
Ese número abre con un texto de Ezequiel Martínez Estrada. Don Ezequiel, a quien Haydee consideró «un maestro admirable que enseñaba incluso cuando no se proponía hacerlo» y un «grande entre los grandes, y bueno entre los buenos»,[6] había recibido el Premio Casa por su ensayo Análisis funcional de la cultura y el libro fue uno de los que inauguró el catálogo editorial de la institución. Su nombre se reitera en los índices de la revista Casa, y en noviembre-diciembre de 1965 se le dedica el número 33 como homenaje. Asimismo, es un ensayo de Martínez Estrada el que inaugura la colección Cuadernos Casa en 1962: Familia de Martí; en 1967 la editorial publica su Martí revolucionario, con prólogo de Roberto Fernández Retamar; y en 1986, dentro de la hoy colección Literatura Latinoamericana y Caribeña, aparece con el número 115 una antología de su poesía y prosa.
Esas porosidades que se expresan con el ejemplo de don Ezequiel entre el Premio, la editorial y la revista, no constituyen excepción.
3.
Existe el peligro –cuando se viaja a los inicios para fundamentar una idea– de un asalto nostálgico que lejos de convertirse en pulso poético amenaza con el inmovilismo. Puede entenderse, entonces, que el título de esta exposición bibliográfica refiera a las palabras de Roberto Fernández Retamar en ocasión de los 40 años del Premio Literario Casa de las Américas. Como en 1999 –y quizás con más fuerza– «(tenemos) nostalgia del futuro». Ello significa una nostalgia «otra», que se niega y se aplaca a sí misma, y se suicida, y renace.
Señala Fernández Retamar: «Si hemos sabido ser los mismos y otros; si hemos vivido y sobrevivido a través de pruebas a menudo bien complejas, tropezando y volviendo a encontrar el paso, tenemos derecho a la confianza. Tenemos más: el derecho, y probablemente el deber, de volver a empezar».[7]
Traemos estas palabras cuando el Premio, la editorial y la revista Casa de las Américas cumplen 65 años.
Vuelvo a las preguntas del inicio: ¿Se puede «encerrar» a un país en un bol de agua? ¿Puede una Casa respirar a un Continente? Esta exposición intenta presentar nuestras respuestas, o nuestros esfuerzos. Casi doscientos libros y más de sesenta números de la revista Casa de las Américas dialogan y proponen múltiples narrativas de estos 65 años.
El hilo fue la revista: la secuencia cronológica de los números seleccionados nos dio la posibilidad, contradictoria y cierta, de romper los mandatos del tiempo y ser danzantes en él. La producción editorial de la Casa conversa con las revistas: desde las coincidencias de autores y autoras, los enlaces temáticos, los homenajes, las comuniones monográficas… En la vocación de la Casa, la conversación se resiste a las calles de un solo sentido.
Fiel al espíritu de los tiempos, 1960 fue para esta institución un año de fundaciones. Sesenta y cinco años después se desdobla en celebración, memoria, testimonio e interpelación.
Gracias a la Casa de las Américas y a todos los que contribuyeron con esta exposición por lanzarnos en el rostro la necesidad y el deber de, siempre, volver a empezar.
[1] Condé, Maryse: Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2010, p. 111.
[2] Casa de las Américas. 1959-2009, Casa de las Américas, 2014, p. 25.
[3] Santamaría, Haydee: «Carta a Andrés Lizarraga», en Jaime Gómez Triana y Ana Niria Albo Díaz (comps.), Hay que defender la vida, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2023, pp. 65 y 66.
[4] Santamaría, Haydee: «La Casa de las Américas», entrevista de Edith Depestre, en Jaime Gómez Triana y Ana Niria Albo Díaz (comps.), ob. cit., p. 69.
[5] «Como haremos», Casa de las Américas, La Habana, vol. I, núm. I, junio-julio de 1960, p. 3.
[6] Santamaría, Haydee: «Bueno entre buenos», Casa de las Américas, La Habana, vol. 5, núm. 33, noviembre-diciembre de 1965, pp. 16 y 17.
[7] Fernández Retamar, Roberto: «El derecho y el deber de volver a empezar», en Casa de las Américas, La Habana, año XXXIX, núm. 214, enero-marzo de 1999, p. 145.
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