Próxima a cumplir cuarenta años de fundada (1984), la Bienal de La Habana ha convocado en 14 ocasiones al arte contemporáneo y del Sur, con una economía de recursos muy modesta en comparación con la usual inversión que se requiere para producir esta cita a nivel internacional, y en condiciones muy singulares para acometer este tipo de evento que, valga reiterarlo, se realiza en una Cuba que padece hace más de medio siglo el bloqueo más dilatado de la historia.
Ahora en circunstancias muy difíciles la Bienal, que nació en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam con un equipo de curadores y especialistas, se desarrollará con una clara conciencia de la crisis actual que es su inevitable contexto, así como en circunstancias definitivamente atípicas para este evento que sigue apostando —pese a las complicaciones de toda suerte—, por su continuidad histórica en las artes visuales contemporáneas.
Futuro y Contemporaneidad es la frase que preside la 14 Bienal que tendrá lugar en un arco temporal extenso desde el 12 de noviembre de este 2021 y hasta el 30 de abril de 2022, en espera de “los imaginarios que prefiguren el porvenir desde la experiencia del presente y examinen los caminos por los cuales hemos arribado a la actualidad”
—según plantea su comunicado.
Expo Casa del Alba. 12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Expo de Fabelo. 12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Durante casi seis meses se presentarán artistas, escenarios, proyectos, en una continuidad que posibilite una reducción general de costos y mayor sostenibilidad en varios órdenes. En esa dirección, se intenta evitar la coincidencia de varias aperturas, performances y sucesos artísticos que demandan lo presencial, algo que no posibilitaba la asistencia de buena parte del público.
Estructurada en tres etapas nombradas Experiencia 1 (Preámbulo, del 12 de noviembre al 5 de diciembre) dedicada al análisis teórico que podrá realizarse de modo virtual dada la situación pandémica; Experiencia 2 (La Habana de la Bienal, del 6 de diciembre de 2021 al 24 de marzo de 2022) que tendrá un núcleo fuerte de exposiciones y de artistas cubanos, así como de muestras organizadas por el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, y Experiencia 3 (Regreso al porvenir, del 24 de marzo al 30 de abril de 2022) una forma de título en sí paradójico mediante el que se desea exhibir varios proyectos curatoriales.
Foto: Nelia Moreno
Foto: Nelia Moreno
Una lectura a las anteriores bienales de La Habana —que conservan su nombre de bienal como marca de identidad por la que es conocida, aunque ya es tradición que se convoque cada tres años— devela, entre otros aspectos, las propias complejidades que emanan y han ido conformando aquello que llamamos arte contemporáneo. Repasar en líneas tantos años de gran esfuerzo del equipo curatorial, de las instituciones que han apoyado todos estos años su realización, invocar la voluntad empleada por especialistas, críticos de arte, curadores, periodistas y personal de apoyo en general es, si bien necesario, prácticamente imposible en este espacio.
De ahí que más bien rememoramos la secuencia de sus citas bajo los lemas amplísimos con los cuales se ha citado, rúbricas que han devenido de las investigaciones del reducido equipo de curadores y quienes asimismo han seleccionado (por invitación curatorial) la participación de artistas, en especial los de aquellos países del Sur.
Si bien las primeras bienales asumieron conceptos como la tradición, la imbricación de las culturas populares, sin olvidar las diferencias entre el Norte y el Sur, y las estrategias para no quedar solo bajo las leyes de un insoslayable mercado, aquellos lemas fueron ampliándose a tenor de los propios cambios del siglo XX y hasta el XXI hacia la diversidad social, estética, antropológica, entre otras aristas que definen nuestra realidad en la presente centuria.
Foto: Nelia Moreno
Foto: Nelia Moreno
De la I Bienal hasta la que comenzará el próximo noviembre de 2021, aún en pandemia de la COVID-19, existe una trayectoria en múltiples ejes y direcciones conceptuales, teóricas, artísticas y estéticas. En aquella iniciadora y de igual modo en la segunda, por ejemplo, se convocaron principalmente a artistas de América, algo que se amplió hasta cubrir un mapa del arte producido en regiones y zonas apenas exploradas a nivel internacional.
Sobre la segunda e inicial edición de la bienal, su hoy curador más experimentado en las lides del evento, Nelson Herrera Ysla expresó hace unos años: “…Por primera vez una institución del llamado “tercer mundo” concentraría su energía y capacidad de trabajo en el análisis de los fenómenos de la cultura visual de numerosas (…) zonas, sin excluir ninguna de sus manifestaciones (…).”
Expo de Rocío García, 12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Expo de Rocío García, 12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Al filo de la última década del siglo XX, la III Bienal (1989) bajo el tema Tradición y contemporaneidad en las artes plásticas y el ambiente del Tercer Mundo, se proponía la legitimación de la creación artística tercermundista, en su vital diversidad y riqueza, y en franca conexión con las culturas tradicionales, así como la integración de artistas, especialistas e investigadores en una cruzada que enfrentara el ímpetu folklorista y el superficial consumo. Edición que marcó el fin necesario del carácter competitivo que marcó a las anteriores. A la par que el propio evento asumía planteamientos introspectivos sobre los temas de investigación que emanaban de la realidad artística finisecular, así como de los países del Sur. También asumía desde su aún inicial historia entonces, la importancia de ser la cita más importante de los artistas de Asia, África y de Latinoamérica.
La máquina.12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
En esa línea la IV Bienal en 1991 o sea próxima a la fecha del 500 aniversario del descubrimiento de América, se propuso siempre bajo la abierta y a la vez sostenida reflexión el llamar a los artistas con la temática Desafío a la Colonización para asumirla desde el diálogo multicultural, así como la polémica crítica.
Paralelamente surgían, además del foro y pluralidad de exposiciones en La Habana, nuevas Bienales en otras zonas del mundo: un proceso internacional que algunos han mencionado como bienalización que va en ascenso en esta centuria, si bien asimismo han surgido los llamados estudios de bienalogía, incluso. Al mismo tiempo se producía una Bienal en tiempos de periodo especial en el país que demandó la cooperación, solidaridad y ayuda desde distintos puntos del orbe. En ese mismo sentido, pudiera diferirse de estas líneas, pero sería falso negar cómo en este arco temporal que abarca más de un cuarto de siglo se han privilegiado las prácticas artísticas comprometidas con lo social, los proyectos no hegemónicos, y se ha difundido el arte de creadores apenas conocidos del llamado Sur Global.
Las palabras Arte, sociedad y reflexión presidieron la quinta edición en Cuba (1994) del mega evento internacional de los artistas visuales. En la introducción a la V Bienal, Llilian Llanes, aseguraba entonces, hace ya 27 años: “Los tiempos han cambiado desde su primera aparición hasta ahora, pero no lo suficiente aún para que modifique sus objetivos fundamentales. De manera que continúa organizándose como la respuesta a un vacío de información sobre el arte de una gran parte de mundo y como una oportunidad de diálogo con aquellos expertos internacionales interesados en profundizar en los problemas del arte actual.”
Creo que pensar en nuestras bienales implica repensar en las utopías tan cuestionadas hoy. A ello también ha apostado la bienal habanera desde múltiples enclaves. Así sucedió con la sexta edición en la primavera de 1997, El individuo y su memoria.
Foto: Nelia Moreno
Luego la VII Bienal (2000) giró en torno a la comunicación: Uno más cerca del otro, resalta el hecho de cómo sus curadores ya diagnosticaban la práctica imposibilidad de reduccionismos identitarios y locales en un escenario global de confluencias muy diversas.
El arte con la vida fue el irreductible parasol con el que se nombró la octava edición (2003) en momentos complicados, ya que se produjo la retirada de financiamiento de fundaciones, poco antes de su inauguración, entre otras presiones. Pueden recordarse, en cambio, las palabras solidarias de la entonces curadora de Mercosur, Leonor Amarante: « (…) en la cultura, las bienales siempre fueron canales eficientes de integración entre los pueblos, la Bienal de La Habana es un ejemplo de esa fuerza que mueve al mundo, mucho antes del fenómeno de la globalización».
Como suele suceder en este tipo de mega evento, resulta casi imposible cercar con definiciones la creación artística tan disímil de tantos artistas de diferentes zonas geográficas y contextos socioculturales, pese a ello predominaron los discursos en que se asumía el tema desde heterogéneas alusiones al hábitat privado y urbano; otro grupo lo imbricó a la relación con los medios de comunicación y la tecnología, y en otros casos la vida halló sus referencias en concepciones más vinculadas a la categoría naturaleza y, por tanto, sus obras distinguieron el empleo de materiales provenientes del entorno ecológico.
Las Dinámicas de la cultura urbana signaron la rúbrica de la IX Bienal (2006) que, de modo inolvidable, fue inaugurada con una conga de los Guaracheros de Regla en una de las explanadas de la fortaleza de La Cabaña desde donde se domina el paisaje de la bahía.
El quehacer curatorial devino entonces a nivel simbólico cual punto de enlace de complejos procesos económicos, históricos, políticos, antropológicos y culturales. Las culturas urbanas como reflejo vital de las inclemencias de la globalización, del rescate de la memoria histórica, de los más críticos conflictos sociales, y también como resultado visible de la influencia de las nuevas tecnologías y los medios masivos de la comunicación, y de manifestaciones de violencia denunciables como resultado de la diferenciación social, entre otros problemas fueron abordados por los artistas. Diecisiete zonas e instituciones de la ciudad fueron los espacios principales donde se expusieron las obras y proyectos tanto personales como colectivos, a los que acompañó el Forum “Idea 2006”, el evento teórico. Por otra parte La Coubre, Alamar, Jaimanitas, entre otras zonas urbanas de la capital, fueron tomadas literalmente por los artistas seleccionados que transformaron sus entornos.
Obra de Guillermo Malberti.12 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Casi al final de la primera década del siglo XXI la décima Bienal de La Habana (2009) daba continuidad a aquella primera que tuviese lugar un cuarto de siglo antes. Con el título Integración y resistencia en la era global, se abría en circunstancias muy disímiles a aquella otrora pionera del primer lustro de los ochenta. El abanico de producciones no solo artísticas, sino curatoriales se había ido abriendo al compás de un tiempo histórico que demandaba visiones generales, sin desdeñar la importancia de hallarnos en un contexto globalizado.
La Bienal que ya tenía un pedigrí en azares, trances, emergencias económicas, entre muchos otros obstáculos, se realizaba luego de haber sufrido el paso de tres fuertes huracanes que hicieron su temporada más devastadora para la economía y los cubanos.
Tres años más tarde en lo que viene siendo una trienal (que llamamos Bienal por tradición), en la primavera del 2012, la frase Prácticas artísticas e imaginarios sociales lideró la motivación en la XI Bienal, que entonces versó sobre el entrecruzamiento de las diversas esferas que signan a la vida pública, la cultura ciudadana y la perspectiva de una ética transformadora para el hombre. Casa Blanca, el Barrio Colón, la librería Fayad Jamís, el polideportivo de San Isidro, el Parque Trillo, el Barrio Chino asumieron obras y transformaciones.
Detrás del Muro.13 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Detrás del Muro.13 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
También se estrenó un proyecto que tuvo un intenso impacto estético en la población: Detrás del Muro en el malecón habanero fue liderado por el curador Juan Delgado —quien falleciera recientemente debido a complicaciones sufridas por la COVID-19, y que sabemos permanecerá en la memoria de nuestra comunidad dedicada a las artes visuales—. Detrás del muro ha tenido un perfil sociocultural y está bien recordar que liderado por Juanito y un pequeño grupo integrado por reconocidos curadores y artistas colegas suyos, produjeron esa hermosa iniciativa que se volviera a disfrutar en la edición 13.
Entre la idea y la experiencia fue la invitación temática prácticamente inmensurable de la duodécima Bienal (2015) que entonces ya celebrara su entrada en la madurez, a 30 años de fundada, y que estuvo precedida por las polémicas, estudios, confrontaciones, en específico, en torno a aquellos otros procesos de eventos semejantes que ya eran, como antes decíamos, bien prolíficos hoy.
Los estudios de los artistas que abrían de forma más o menos espontánea en otras ediciones, en esta cita se incrementaron y tuvieron una mayor promoción, convirtiéndose en otra vía de acceso muy visitada en más de cincuenta espacios domésticos o talleres de los artistas fundamentalmente en la capital.
La multidisciplinareidad que es distintiva a las artes todas en la contemporaneidad implica no solo a los artistas como visionarios de imágenes, sino también a sectores antes impensados en su inserción dentro del campo artístico. En ese sentido de lo experimental se acentuaba más la focalización en la creación de prácticas artísticas en zonas con protagonismo de lo social, entendiendo el arte como procesos de participación en comunidades, poblaciones, territorios urbanos, donde lo colectivo es asumido de forma implosiva y hacia el exterior, mas no desde los modos habituales de enfrentar a las artes y apreciar el comportamiento del artista, de lo convencional de la contemplación sobre el objeto a mirar.
Sonido, tiza blanca. 13 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
Performance. 13 Bienal de La Habana
Foto: Juan C Borjas
En 2018 se pospuso la XIII Bienal dado el paso, nuevamente, de un fuerte huracán que afectó con gravedad el sistema de instituciones culturales, por lo que se realizó de modo postergado al año siguiente, aunque sin dejar de motivar su existencia alrededor de un argumento como ya es tradicional que en este caso fue La construcción de lo posible (en 2019) a 35 años de su surgimiento, tras el que se apelaba a mayores interrelaciones del arte con la transformación social, y asimismo a otras nociones sobre las artes que siguen siendo transmutadas incesantemente.
Desde luego que tenemos la certeza de que las experiencias de este 2021 también serán una fuente de aprendizaje. Es justo en ese sentido recordar que gracias a la bienal (sucintamente reseñada en sus consecutivas citas en este texto), se facilitaron posibilidades antes impensadas. Así artistas apenas conocidos del Sur han sido vistos a nivel internacional; se ha beneficiado la crítica y reflexión sobre el arte y la cultura visual sobre zonas de la periferia, alejada de los centros principales de poder mundial en el arte. La comunidad integrada no solo por artistas, sino por expertos, especialistas, críticos de arte y curadores cubanos, han podido apreciar la obra de prestigiosos artistas del mundo (Marina Abramovich, Jean-Michel Basquiat, Helio Oiticica ,Oscar Niemeyer, Julio Le Parc, Ilya y Emilia Kabakov, nuestro Wifredo Lam entre muchos otros), a la vez que nos ha permitido a muchos actualizarnos sobre la mejor producción artística cubana a través de la extensa galería conformada por tantas exhibiciones, estudios abiertos, muestras personales y colectivas en cada apertura.
No menos sustanciales han sido los eventos teóricos en cada edición de la bienal habanera, textos que luego se publican en el catálogo. La lista de teóricos de alto nivel (sería muy extensa para enumerar, pero basta mencionar algunos participantes como Ticio Escobar, Achile Bonito Oliva, Shifra Goldman, Nelly Richard, Néstor García Canclini, José Luis Brea, sin mencionar a nuestros más connotados entendidos). Estos han sido encuentros de teoría y reflexión donde, por cierto, se propician jugosos diálogos y debates.
Foto: Nelia Moreno
Foto: Nelia Moreno
A diferencia de la mayoría de las bienales del mundo, la nuestra, aparte de ser la más modesta, se acomete por un equipo del Centro Wifredo Lam que sigue siendo de pocos, pero experimentados especialistas conformado por Lisset Alonso, Nelson Ramírez de Arellano, Margarita Sánchez, Nelson Herrera, José Manuel Noceda, Pepe Fernández, a los que se han incorporado Yanet Oviedo y Carlos Alberto Díaz, a su esfuerzo se integra de igual modo una red de apoyo de instituciones artísticas y culturales.
A un mes y días de la apertura de la Bienal, vale insistir en su consecución de eventos que se han caracterizado por una resistencia capaz de superar obstáculos inimaginables, y no menos importante es que se la aprecia como prestigiosa en su tipología, entre tantas otras que han surgido en el planeta (entre estas, algunas mostrarán su intercambio con la nuestra en esta edición).
Hoy la bienal se desarrollará en un contexto más duro, marcado por la pandemia de la COVID-19 y polaridades sociales e ideológicas, y sosteniendo su apuesta por validar aquel arte menos visible o marginado por los centros de poder hegemónico. De ahí que al final de su conceptualización, los directivos y especialistas de la catorceava edición, afirman: “Sabemos que para la consecución de nuestros propósitos habrá que reforestar no solo el bosque, sino también el alma, y eso únicamente se logrará mediante la redefinición del concepto de Humanismo”.
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