A propósito de la intervención de Raúl


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¡Qué grande ese José Martí!,  para nosotros los cubanos tal afirmación es una verdad de Perogrullo y es que el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, en la reunión del Cuarteto de la CELAC y China celebrada recientemente en  Brasilia, reafirmó una vez más la hondura del más grande pensador de los cubanos.  

Al resaltar los entrañables lazos que nos unen a los pueblos caribeños de origen africano Raúl señaló:

“No podemos olvidarnos del Caribe, por sus características y por los factores que estuve explicando.  Ha sido una región muy leal, específicamente con nosotros.

Recuerdo cuando estábamos totalmente aislados, solo teníamos relaciones en aquellos momentos con México y algunos otros pocos países del continente, cuando arriban a su independencia Jamaica, Guyana, Trinidad y Tobago y Barbados; se pusieron de acuerdo ellos cuatro e inmediatamente que obtuvieron su independencia, lo primero que hicieron fue reconocer a Cuba, establecer profundas y sinceras relaciones con nosotros”.

 Y casi al final su breve intervención  como para corroborar el resultado de las raíces que nos unen y el verdadero perfil de nuestra nación el general presidente expresó:

“Ahora en el último censo realizado en mi país recientemente, se vio que, muy limitadamente todavía, disminuyeron los blancos, disminuyeron los negros y aumentaron los mestizos, entre ellos una pequeña y bella biznieta que tengo de seis años”.

Los lectores se preguntarán a qué viene esta disquisición, he aquí la respuesta.

No hace mucho estuvo en mis manos un texto del apóstol que tal parecía haber sido escrito en estos días de debates sobre la racialidad en nuestro país. Ante la sorpresa de lo que leía me trasladé a la Biblioteca del Centro de Estudios Martianos y allí estaba el documento escrito con puño y letra nada menos que por nuestro genial José Martí y que alcanza incuestionable reafirmación con lo comentado por Raúl ante otros jefes de Estado.

Y ahora viene la cuestión toral - la cuestión del matrimonio. La eterna pregunta. Y ¿tú casarías tu hija con un negro?

Para mí no tiene esta pregunta ninguna significación. Es difícil que yo encontrase marido digno de mi hija, si yo tuviera por ejemplo la hija que yo quisiera tener, fina e ideal, con mucha mente y mucho corazón, y tan sensible, que no me la pudiesen rozar sin lastimarla el [casco), de su cabello. Si yo encontrase en un negro las condiciones apetecibles para darle esta gloria y consuelo de mi vida, frágil como la espuma y limpia como un rayo de sol, yo sé que tendría la sensatez y el valor de afrontar el aislamiento social, y de consentir por mi parte en acceder a la voluntad de mi hija. O la llevaría a tierra, donde se sientan en haz los negros y dan el brazo a todos los señores los negros cultos y honrados.

Pero para eso sería previo que mi hija se enamorara del negro, y que el negro demostrase no solo condiciones de generosidad en bruto, ni su simplicidad, que es hoy con justicia y seguirá siendo para los hombres honrados, su mayor poder, porque es la prueba patente de su mayor derecho, sino las condiciones excepcionales de carácter y de cultura necesarias para enamorar a mi hija, a despecho de la oposición y repulsa general, y los prejuicios sociales, odios a la juventud y a la mujer, que el problema negro implica.

Y en  otra parte de su artículo nuestro gran pensador agrega:

Ahora en cuanto a la práctica. ¿Cómo se resolverá el problema?  ¿Iremos al negro?  ¿El negro vendrá al blanco?

Deben mezclarse las razas. Y la otra pregunta: ¿Puede impedirse que se mezclen? lo que es, es.

¿Por qué tiemblan ante la unión legal de las dos razas los que han venido haciendo sin miedo hasta ahora la fusión ilegal? ¿Por qué no desean un marido blanco, estos, un marido favorecido por las tradiciones sociales, para la pobre hija mulata que se tuvo con la esclava o con la concubina? ¿Por qué no corregir con la energía del carácter el defecto social creado por el frenesí de la pasión el hábito del vicio? La fusión de las dos razas se ha hecho, y se continuará haciendo. Veamos cómo se hará de modo que no degrade al que está arriba, sino levante al que está abajo.

Y continúa escribiendo el enérgico antirracista:

¿Por dónde empezará la fusión? Por donde empieza todo lo justo y lo difícil, por la gente humilde. Los matrimonios comenzarán entre las dos razas entre aquellos a quienes el trabajo mantiene juntos.  Los que se sientan todos los días a la misma mesa, están más cerca de elegir en la mesa su compañera, que [los] que no se sientan nunca en ella. De abajo irán viniendo de esa manera.(1).

Y es que como diría Guillén:

Estamos juntos desde muy lejos,

Jóvenes, viejos,

Negros y blancos, todo mezclado.

 

Nota

(1) El Centro de Estudios Martianos halló este material inédito y fue publicado con el título “Para las escenas”, en su Anuario no.1, La Habana, 1978, pp. 31-33.


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